Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 10 de noviembre de 2019 | Publicado a las: 10:28
No se solucionan los abusos que han llevado a Chile a someter a una mayoría de los ciudadanos a la miseria más cruel y degradante, con infinitas conversaciones por los medios de televisión y otros desprovistos de toda suerte de ejecuciones concretas, rápidas y efectivas.
Por Nicolás Vial, sacerdote. (fuente: cooperativa.cl)
El despertar social que vivimos parece no acabar y da la impresión que nadie sabe cómo encausar las rabias que expresan una de las mayores desigualdades, para vergüenza nuestra, de los países de Latinoamérica.
No se solucionan los abusos que han llevado a Chile a someter a una mayoría de los ciudadanos a la miseria más cruel y degradante, con infinitas conversaciones por los medios de televisión y otros desprovistos de toda suerte de ejecuciones concretas, rápidas y efectivas.
Lo que sigue agrediendo y violentando son aquellos rostros, opinólogos, los mismos que fueron sancionados sin ser reelegidos por los votantes debido a su pésima gestión parlamentaria. Pero no sólo ellos, otros muchos, que estando activos destacan por su inoperancia, desidia y total desenfado.
Para qué hablar de aquellos maestros del silencio y de la ausencia. Los que se ufanan de haber salido votados con primeras mayorías, atención, eso fue ayer, hoy otra cosa es con guitarra.
Ahora, sin embargo, cuales místicos y profetas sociales vociferan y proclaman tener soluciones reales para sacar al país de su encrucijada.
Vergüenza nacional, parias de la cosa social, aprovechadores y oportunistas; ellos han sido parte del engranaje fundamental del deterioro del Estado de derecho y su democracia. La gente no los quiere, perdió la confianza en ellos, deben renunciar. En ese actuar heroico, está el renacer de Chile.
Otras maneras democráticas de gobernar se hacen imprescindibles. Las conocidas han colapsado y de continuar las mismas afrenta la sensibilidad social comunitaria con nuevas consecuencias y, esta vez, inimaginables.
Urge un cambio rápido, ahora ya. En este sentido, los alcaldes son una carta valorada y prestigiosa, tal vez, sean los únicos que gobiernan en terreno y, por lo mismo, conocedores a cabalidad de las demandas sociales que se exigen.
Aunque la mayoría administra pobreza, están al servicio de la gente, con los pies muy puestos en la tierra. Nadie mejor que ellos para conocer la realidad de sus comunas y, ligeros de equipaje, llega a los nudos de la desigualdad desconocida; con soluciones inteligentes, verdaderas y prospectivas.
Ellos, en sintonía con los cabildos populares, levantarían las iniciativas para las leyes que beneficien directamente a las personas. Un cuerpo de parlamentarios, muy reducido, pueden ser los elaboradores de las mismas, con plazos acotados por sus votantes, de manera que se obligue a abandonar el cargo por demora innecesaria como tantos están acostumbrados a proceder.
Llevar a efecto las decisiones libres y soberanas del pueblo (cambio Constitucional que tanto confronta y/o Asamblea Nacional Constituyente) y permitir su cumplimiento, conducirá a Chile a la primavera familiar, social, económica, moral y espiritual tan largamente esperada.