Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 26 de octubre de 2020 | Publicado a las: 10:27
Debemos esperar el buen juicio de los encargados de este inédito cronograma de entrada en escena de la Convención Constitucional, cuyo camino no debe estar sujeto a disposiciones de una Constitución liquidada, sino del impulso social y la convicción mayoritaria de romper con la lógica política tradicional
El mundo político ¿habrá interpretado bien lo que el millones de chilenos reclamaron en octubre del año pasado? Lo preguntamos porque hoy todo el país se está preguntando cómo responderá ante el desafío del resultado que conocimos anoche.
Aún son muchos los que tienen dudas y acusan a los actores de la política nacional, de apropiarse de una movilización que reclama un país: un sueño distinto al que nos han llevado los tradicionales líderes políticos, que no fueron capaces de escuchar en sordina un murmullo que crecía cada día más y que provenía de las poblaciones, villas, del mundo rural y de los barrios populares.
Porque en esa fecha, desde los sectores populares –un eufemismo para no decir los barrios pobres y postergados – vino un estallido de rabia, ira y dolor acumulado por quienes sufren la precariedad, la desigualdad y abandono de una concepción económica hacia quienes por distintos motivos, no han logrado obnubilarse con el éxito del neoliberalismo.
Y ese estallido provocó también –digámoslo- la inclusión de otro sector que sufrió las consecuencias de un estallido que como tal, salpicó con su violencia a una clase media que trataba de sobrevivir a costa de sacrificios, trabajo y sudor, sufriendo la pérdida de sus negocios, puestos de trabajo y recursos. Esa clase media sufrió como nadie porque aún el Gobierno no ha sido capaz de ir en su ayuda en forma contundente, porque el sector empresarial no ha perdido nada, por el contrario, vemos que los grandes conglomerados empresariales no han sufrido pérdidas, por el contrario.
Sumemos la crisis de nuestra Araucanía. Una región que lleva un par de décadas descontrolada y una historia de postergaciones y cuyas “soluciones”, como el Comando Jungla, no hicieron más que agravar la violencia.
A contar de la decisión manifestada ayer, comienza el trabajo complejo, pero ciertamente que interpretará la voluntad soberana de los chilenos. Ahora, el llamado es que el sector político del país logre conducir este proceso apoyando, discutiendo analizando, pero en ningún caso interpretando dicha voluntad como un desafío exclusivo del Congreso o de la Moneda. Se trata de construir una Constitución Política que sea capaz de sentar las bases para que un estado solidario construya una estructura que interprete a todos los sectores.
Debemos ser capaces de responder al estallido, pero que ahora lejos de la rabia acumulada por la precariedad social y la desigualdad estructural que el neoliberalismo materializó en la sociedad chilena, creando un modelo subsidiario, que lo único que ha logrado es aumentar la riqueza de muy pocos, mientras muchos aumentan su pobreza a partir de una Constitución impuesta y construida en los salones de la dictadura.
Debemos esperar el buen juicio de los encargados de este inédito cronograma de entrada en escena de la Convención Constitucional, cuyo camino no debe estar sujeto a disposiciones de una Constitución liquidada, sino del impulso social y la convicción mayoritaria de romper con la lógica política tradicional. Por el contrario, debe seguir lo dispuesto por el mandato soberano que quedó claro con los resultados del plebiscito que todo el país instaló ayer. Ese es el mandato soberano.