Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 6 de marzo de 2022 | Publicado a las: 11:52
“Guardando las proporciones, un símil existe en Chile, nuestro propio territorio desde hace tiempo viene con varios conflictos en ciernes, con escaladas de todo tipo, con muertos, lesionados, daños a la propiedad pública y privada, invasiones migratorias, desordenes, atentados permanentes, etc.
De hecho, en el sur de Chile, hay fuerzas militares que tienen que proteger la cosecha en los campos para que no sean incineradas”.
Escribe: Jorge A. Aguirre Hrepic, Profesor de Estado, Consultor en Inseguridad, Criminalista-Criminólogo.
La valoración de los bienes, recursos, ahorros, servicios y de la propia vida, nunca es más temida, cuando es perdida.
Solo se puede entender cuando el cerebro humano es capaz de procesar la información que representa un riesgo, una vulnerabilidad, un temor o un mero susto.
Hemos sido testigos presenciales, a través de las imágenes, independientes de su origen. Sean verdaderas, falsas, tendenciosas o alarmantes, nada ha generado más expectación estos últimos tiempos que las acciones violentas a las que el “hombre” habiéndose acostumbrado, solo se limitaba a observar, sentado en el living frente a un televisor, escuchando el relato de múltiples periodistas.
En este sentido la expresión más común, desde siempre fue “que pena lo que pasa en Vietnam, Irak, Siria, ahora Ucrania”. Para los chilenos ocurre lo mismo, cuando ven las imágenes de “La Araucanía o macro zona sur de Chile”.
Luego, todos señalan, que suerte que estamos lejos y eso no ocurre en nuestro entorno, sin sospechar que, en cosa de minutos, de una u otra forma pueden ser afectados directa o indirectamente.
El planeta tierra, cada día gira más rápido, como si no esperara las 24 horas para moverse sobre su eje, principalmente porque la información y antecedentes lo invaden todo, incluso no se logran acuerdos en las líneas editoriales, la presión, hoy por hoy, la imponen las redes sociales.
Hace nueve días empezó una guerra no declarada entre Ucrania y Rusia, con desbastadoras imágenes que muestran la intensidad de todo tipo de ataques bélicos y desesperadas acciones de defensa, de los propios ciudadanos que defienden los actuales campos de batalla, que son las ciudades, fábricas e industrias.
En la actualidad, prácticamente no existen los neutrales en los conflictos, ya que de una u otra forma, la gente se involucra incluso emocionalmente con lo que ve, siente o piensa, de los hechos.
Hoy a medio día, unos amigos que viven en la ciudad de Stuttgart, Alemania, sintieron un fuerte ruido, lo más parecido a una bomba, luego no se veían vehículos en la calle, asumieron lo peor. A los pocos minutos se enteraron que aviones de la OTAN, que no pueden entrar al teatro de operaciones, sobrevolaron rompiendo la barrera del sonido en dirección desconocida. Este hecho generó el natural temor, de verse involucrados en otra guerra, donde ya las experiencias amargas son incontables, y nadie quiere repetirlas.
Seguidamente, se recibe la terrible información que la tercera planta nuclear de generación eléctrica más grande del mundo, había sido bombardeada y ya se encontraba en poder de las fuerzas rusas.
Esto demuestra que este conflicto como todos los demás conflictos, se sabe cómo empieza, pero se desconoce la escalada y el cómo y cuándo va a terminar. Lo demás, solo lo consideran como daños o efectos colaterales.
Nada hacía pensar, que las hostilidades durarían más de tres días, ya que todo se subestimó, especialmente respecto de la defensa del pueblo ucraniano, algo que nunca se debe hacer, con ningún tipo de enemigo o adversario, es cosa de ver los resultados.
Conforme a lo anterior, han surgido las consecuencias que más afectan a las naciones, y son las de tipo económicas, no solo por los embargos, congelamientos de fondos, incautación de propiedades, restricciones de producción, comercio y activos en otros países, que aparentemente no son actores directos del conflicto.
No solo sufren estos efectos los poderosos y sus negocios, sino que los más afectados son los pueblos vulnerables y sus ciudadanos.
De hecho, en el sur de Chile, hay fuerzas militares que tienen que proteger la cosecha en los campos para que no sean incineradas.
¿desde cuándo se perdió la noción de la tranquilidad, paz y equilibrio, incluso en pleno estado de derecho y democracia?
La respuesta, ya no interesa, hay que concentrarse en los eventos y los hechos, ya que, a diferencia de Ucrania, en Chile, no existe la defensa corporativa del pueblo, seguramente porque no hay tanques extranjeros en las vías, pero se desconoce que los ataques externos pueden ser de muchas formas y especialmente cuando los propios connacionales debilitan las bases del país, más allá de los colores políticos, ideologías y creencias involucradas. Ya no interesa el dialogo, así de simple.
Es más, el interés que persiste en algunos, se centra solo en cambiar nombre al país, su forma de gobierno, diseñar un nuevo sistema de administración de justicia, eliminar las fuerzas de defensa, crear nuevas fronteras regionales, etc.
No hay que tener temor al cambio, solo hay que tener temor a efectuar un mal cambio, realizado con el intestino mas no con el cerebro, ya que cuando se pierde el rumbo en la navegación de un país, los efectos se aprecian cuando son irreversibles y no hay arreglos posibles. Solo queda esperar nuevamente que pasen cuarenta años para tratar de corregir.
¿no será mucho tiempo?
Parece que seguiremos en el living de la casa observando por el televisor como la agresión y violencia cambia todo. Mañana será tarde.