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Opinión: El Camión de Troya

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 6 de septiembre de 2020 | Publicado a las: 23:10

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“Recientemente, se produjo otro paro de camioneros, no como antaño, distinto a como se esperaba porque los diferentes actores políticos sienten diferente conforme a sus inclinaciones. Para algunos este paro fue generado por la derecha económica, para otros por los choferes y no sus propietarios. Para algunos de izquierda que tienen camiones, es un acto al que hay que apoyar tibiamente. Para el que tiene un solo camión, un desastre; para el que tiene grandes contratos un traspié no menor, pero hay que “apechugar”. En fin las más variadas manifestaciones dan vida a un drama real, que afecta, sin duda, a la economía de muchos”.

Escribe: Prof. Jorge Aguirre Hrepic, consultor en Inseguridad, Criminalista-Criminólogo.

Uno de los juguetes preferidos de los niños de sexo masculino, eran los diferentes tipos de camiones de madera, de plástico, algunos de metal, con el tiempo los de control eléctrico y después los de control remoto.

Los había de todos los tamaños, modelos (carga, tolva, con rampla, acoplados y militares), obviamente el que poseía el camión más grande, se imponía en los juegos infantiles, pasando por encima de otros como si fuera un misil, con el comportamiento cotidiano que ocurre 24 horas del día en las rutas públicas de un largo país, donde el eje vial de asfalto destronó a las líneas férreas, en el importante oficio del transporte de carga, cuya infraestructura logística, es más importante de los que muchos creen.

Sin duda, independiente de las malas experiencias camineras que provocan muchos de los titanes de la licencia de conducir clase A, denominados profesionales de la conducción, más bien parecen manejadores de  transatlánticos o transpacíficos, que navegan libremente sobre una vía de 7 metros de ancho, como si fuera un canal exclusivo y excluyente.

Lo trascendente, es que el recuerdo se ejercita valoradamente, cuando estos monstruos de al menos cuatro ejes, deciden adoptar una medida de fuerza, denominado “Paro de Camiones” o de camioneros, ya que si bien son los vehículos los mal estacionados dolosamente, es la búsqueda de la culpa gubernamental la que potencia tales medidas coercitivas para conseguir algo.

En honor a la verdad, hay todo tipo de camioneros y empresarios del transporte, pero en esta pasada tienen toda la razón: no pueden aceptar que les quemen su fuente laboral, los ataquen, lesiones, asesinen e hieran a sus hijos.

Esta lucha -reciente- no fue por el costo del específico del combustible ni los impuestos, sino que, por problemas mayores y entendibles, pero como carecen de metodologías para enfrentar los problemas, en el cómo queda la barbarie social, de expresarse como siempre a través de bloqueos de rutas para someter a todos, incluso a ellos mismos.

La cofradía camionera lo resuelve y se ejecuta, si no las “chuchadas típicas” (garabatos), son más que de grueso calibre, y nada se resuelve a través de la lógica, la dialéctica y la buena fe. A morir dijo Américo.

Más allá de la jactancia habitual, que se conversa en las picadas camioneras, donde las jugosas cazuelas y mechadas, los huevos revueltos, las toallas pequeñas para secarse los sobacos, le ganan en simpatía a los servicentros o zonas de descanso. Además, que igual que los marinos, un amor en cada kilómetro, hace más llevadero el viaje y siempre están esperando en el puerto de la vida, sin recriminaciones.

Recientemente, se produjo otro paro de camioneros, no como antaño, distinto a como se esperaba porque los diferentes actores políticos sienten diferente conforme a sus inclinaciones. Para algunos este paro fue generado por la derecha económica, para otros por los choferes y no sus propietarios. Para algunos de izquierda que tienen camiones, es un acto al que hay que apoyar tibiamente. Para el que tiene un solo camión, un desastre; para el que tiene grandes contratos un traspié no menor, pero hay que “apechugar”. En fin las más variadas manifestaciones dan vida a un drama real, que afecta, sin duda, a la economía de muchos.

Lo paradójico es que nuevamente quienes deben gobernar, se les cae la modalidad “zoom” y quedan sin imagen de comunicación, especialmente, donde no se sabe quién es el verdadero anfitrión del sistema, y ahí viene lo más grave, como se corta el queque.

Para algunos, basta con legislar sobre 13 leyes; otros dicen que no hay nada que negociar y se debe aplicar el máximo rigor de la ley, aunque ellos piden lo que antes no hicieron, es decir predican pero no practican.

Lo cierto, es que los problemas son de peso, no se pueden soslayar. La mejor manera es enfrentarlos, buscar medidas de solución y volver a la normalidad caminera, pero pareciera que es un anhelo demasiado lejano.

En este sentido, los hechos indican que el paro de camioneros de la teoría paso a la práctica, pero bajo un modelo muy sui generis, muy contradictorio y de agüita tibia para no quemarse.

Primero, se instalaron en ambos sentidos de la ruta 5, columna vertebral vial de Chile, en los lugares tradicionales, todos en muy buena onda, la mayoría de la gente entendía y apoyaba sus demandas, las actividades eran lúdicas, pese a la pandemia y del toque de queda ni hablar,-parece que existe para algunos-, mediante sendas tertulias y planificados asados, se discutían las peticiones, se contaban anécdotas y se recordaban por algunos el gran paro en la década de los 70.

Luego, como en las noches hace frío, se incrementaba el calor interno mediante brebajes de todo tipo, llegando incluso a compartir actividades artísticas asociadas a la varieté, para entretener a los aburridos guerreros del volante.

Un amigo debió viajar de Temuco a Osorno, un recorrido corto, pero se demoró el doble de tiempo, porque entre las barreras sanitarias ubicadas en dos tramos y cercanas a los camioneros, más que nunca funcionaban con celo profesional pero con el automovilista pequeño, ese que no alega nada, que observa girando su cabeza sin entender con claridad lo que pasa, y cuando lo entiende, sabe que en un país donde reina la improvisación poco se puede hacer.

Después surge una mezcla de camioneros y agricultores, ambos en la misma senda de la preocupación productiva, hermanados por la demanda de mayor “seguridad”, pero tampoco cumplen con mantener su propia seguridad y control atravesándose por la calzada, caminando sin chalecos reflectantes, sin mascarillas ni guantes y ante cualquier bocinazo se vuelven locos, como si todos apoyaran sus necesidades y preocupaciones.

Otros pocos, solicitan monedas para el movimiento para alimentarse, otros para jaranear, otros les cuentan a sus esposas que ellos son los dirigentes y con eso justifican su permanencia en el movimiento, en fin hay de todo en esta republicana movilización.

En este tramo, 38 vehículos de Carabineros, la Institución “imperfecta”, con patrulla completa cuidando este evento, para que los camioneros no se metan en problemas y no sean atacados por los malos, es decir como siempre el jamón del sándwich, al medio de todo sin siquiera presumir como viene la cosa.

El desabastecimiento es casi total, al menos de combustible en los servicentros donde hay, se puede cargar solo $ 10.000 por vehículo, ni hablar de bidones, por lo tanto el viaje es más lento y el recorrido a la vuelta, es solo repetir la historia.

Surgen recuerdos del pasado, donde los millennials no tienen cabida, los anárquicos se ríen y los peladores de siempre sacan cualquier conclusión.

Mi amigo me dice, la solución es fácil: el petrolero de la Armada de Chile lleva combustible al sur, lo deja en Puerto Montt y se reparte: La Fuerza Aérea de Chile traslada combustible y comida en sus grandes aviones a las zonas intermedias, y con esto se soluciona la contingencia.

Como sea, algo hay que hacer, pero surgen las nuevas demandas. Fallece un camionero atropellado por otro, el gobierno cede en las demandas, se ejecutan las negociaciones, que todos esperamos y ojalá se solucione todo.

Mi amigo me dice: falta algo, lo que ocurre que estos acuerdos generalmente no se cumplen a cabalidad y aunque se cumplieran, hay elementos y hechos no considerados o inevitables, como por ejemplo, el nuevo ataque incendiario a otros camiones. Eso no se evitará.

En su concepto, hay que tener sí o sí, un “Camión Troyano”,  como regalo griego para solucionar el asedio monumental de las diversas zonas rojas, donde el factor sorpresa opere a la inversa, esta vez, hay que terminar con todo, aunque sea por un tiempo.

Pero ¿en qué consiste esta iniciativa con este símil histórico? Hay que preparar un camión que en tiempo y lugar, transite por un sector sensible y cuando sea atacado, de forma enérgica, desde el interior, surja una respuesta única y fuerte, que no deje margen de duda para los atacantes y sus amistades, y que tal como perro que come huevo, sepa que cebarse está mal y el huevo caliente, al igual que el camión de Troya, puede resultar siendo su última actuación. La paciencia se agota y no solo la de los camioneros, también del público en general.

El chileno, no es griego ni troyano, y muchos ni siquiera saben o recuerdan esta historia, salvo cuando ven alguna película o cuando en su entorno social, alguna “Helena” con problemas de autoestima, se entusiasma con el vecino equivocado y ahí arde Troya, se pierde rey y reino. Los efectos colaterales y directos, son insospechados. 

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