Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 12 de mayo de 2019 | Publicado a las: 09:12
De estar abiertos vuestros ojos, no solamente veríais ángeles buenos que tratan de impresionar los corazones, sino también ángeles malignos que intentan dejar sin efecto el mensaje de verdad que Dios ha enviado.
Mientras estemos en este mundo no estaremos seguros a menos que nuestras peticiones se eleven constantemente al Dios del cielo para que nos mantenga limpios de la corrupción que reina en la tierra. Nuestro Salvador nos ha dicho cómo serán los últimos días. Reinará la iniquidad, pero las almas que están abiertas a la influencia del Espíritu de Dios recibirán fuerzas para resistir la corrupción de esta era degenerada.
Enoc caminó con Dios trescientos años antes de ser trasladado al cielo y la condición del mundo no era entonces mucho más favorable para lograr la perfección del carácter cristiano que en estos días. ¿Cómo caminó Enoc con Dios? Educó su mente y su corazón para sentir que siempre estaba en la presencia de Dios, y cuando lo invadía la incertidumbre elevaba su oración solicitando la protección divina. Rehusó seguir cualquier curso de acción que agraviara a Dios. Mantuvo al Señor constantemente ante sí. Bien podía orar: «Enséñame tu camino, para no errar. ¿Qué quieres de mí? ¿Qué he de hacer para honrarte, oh Dios mío?»
Desearemos orar con David: «Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley». Hay muchos que cierran sus ojos por temor de contemplar la verdad. No quieren ver los defectos de su vida y de sus caracteres y se perturban si se les menciona algo relativo a la ley de Dios. En esta actitud revelan que han establecido una norma humana para ellos y que su voluntad no es la voluntad de Dios. No queremos que seáis engañados por Satanás, el primer y gran adversario de la ley de Dios. Deseamos que tengáis en mente que la ley de Dios es la única norma por la que seremos juzgados…
En el principio, Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». Pero el pecado casi ha borrado la imagen moral de Dios implantada en el hombre. Jesús vino a nuestro mundo para darnos un ejemplo viviente para que sepamos cómo vivir y cómo mantenernos en la senda del Señor. Él era la imagen del Padre. El carácter hermoso e inmaculado del Señor ha sido puesto ante nosotros como un ejemplo que debemos imitar. Debemos estudiar, imitar y seguir a Jesucristo. De este modo nuestros caracteres serán transformados según la hermosura y belleza del carácter del Señor. Al hacerlo estaremos delante de Dios por medio de la fe, recuperando por medio del conflicto con los poderes de las tinieblas el dominio propio y el amor de Dios que Adán perdió (Manuscrito 6a, 1886). (E.G. White).