Publicado por: Karina Pavez | martes 20 de octubre de 2015 | Publicado a las: 15:51
Durante los últimos 20 años, los distintos Gobiernos han dado importantes pasos para reducir la pobreza en el país. Incluso, este año un estudio de la CEPAL sitúa a Chile como el segundo país de Latinoamérica con los niveles de pobreza más bajos, con cifras de un 7,8%, después de Uruguay que alcanzó un 5,7%. No obstante a estos números, los chilenos aún tenemos una gran deuda pendiente relacionada con la reducción de la desigualdad y con transformarnos en una sociedad más cohesionada e inclusiva.
Lamentablemente, la desigualdad en Chile tiene múltiples expresiones: ingresos, educación, salud, vivienda, oportunidades laborales, y género, son solo algunas, las que se traducen en que una gran cantidad de compatriotas -que según los índices manejados en el Sector Público- no viven en situación de pobreza, son vulnerables a ella y la viven día a día como un enemigo latente, ante por ejemplo, la pérdida del trabajo o una enfermedad grave.
Frente a este escenario, las empresas tenemos el deber de potenciar dentro de nuestros ecosistemas modelos de desarrollo de base, ya que la pobreza también puede estar asociada a la falta de información, conocimiento, habilidades o a la carencia de redes para buscar oportunidades. Pero en qué consiste este enfoque? Es simple, las grandes empresas necesitamos proveedores de productos y servicios y en ese sentido debemos tener la responsabilidad de incorporar a nuestras cadenas de valor a personas o comunidades de escasos recursos, lo que no significa sólo comprar sus productos, sino apoyar el emprendimiento de nuestros proveedores, entregándoles apoyo en sus procesos productivos, y dándoles formación, conocimiento, y potenciando sus habilidades. Para nosotros el desarrollo de base se centra en tres pilares: empleos de calidad, educación y desarrollo económico productivo. En el primer pilar, a través de distintos programas hemos alcanzado más de un 80% de contratación local, construyendo un círculo virtuoso que apoya el desarrollo personal de cada empleado. En lo que respecta a educación, trabajamos en alianza con liceos polivalentes a lo largo de todo Chile para el perfeccionamiento de las carreras de alimentación industrial o colectiva.
Por último, a través de nuestro programa de abastecimiento inclusivo, que incluye en la cadena de valor de Sodexo a las pymes como proveedoras, hemos logrado ser un potente motor para el progreso social y económico de nuestro país. Dentro de este eje, uno de los ejemplos más destacados ha sido el proyecto “Miel para el desayuno de los mineros”, donde no sólo compramos la miel a pequeños productores del norte para el desayuno de los trabajadores de faenas mineras, sino que entregamos a 151 familias de la zona de Choapa un modelo de intervención innovador, entregándoles mejores prácticas, industrializando su producción, mejorando la calidad de sus productos, los precios y el volumen comercializado.
Ejemplos como el nuestro espero que hayan muchos, porque a estas alturas creo que es casi un deber moral del sector privado promover el desarrollo de la base de sociedad, basado en la acción, la corresponsabilidad y la colaboración, con el fin de fomentar el emprendimiento, la innovación, la asociatividad y la generación de capacidades. Trabajar de este modo, sin duda, nos hace mirar el desarrollo con otros ojos, con una mirada que se orienta a reducir las desigualdades, a eliminar las barreras de participación, y a permitir a los más vulnerables acceso a los recursos y oportunidades, ubicando el bienestar de las personas en el centro del crecimiento económico.
Por Patricio Fernández, Director de Comunicaciones y RSE de Sodexo.