Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 25 de diciembre de 2022 | Publicado a las: 09:27
Escribe: Ricardo Ramírez, académico de Tecnología Médica, UNAB Sede Viña del Mar.
Nuestro modelo social y económico ha aumentado nuestra expectativa de vida e incrementado el número de adultos mayores, pero al mismo tiempo acrecentó, entre otros, las aflicciones que son de origen psicológico. La OMS ha estimado que los trastornos psicológicos y psiquiátricos son las principales enfermedades no transmisibles a nivel mundial. Trastornos afectivos y del estado del ánimo como depresión, estrés, burnout y ansiedad son enfermedades comunes que hoy en día afectan todos los estratos sociales, géneros y edades. Estas condiciones mentales no son más que el reflejo de un estilo de vida y de un modelo social y económico que día a día decidimos participar.
Si nuestra energía quiere ser enfocada en un pasar más ecuánime y sereno, la OMS nos da algunas pistas de lo que debemos hacer: ejercicio físico, sanidad mental, nivel de independencia y relación armónica con el entorno (familiar, laboral, medio ambiental) parecen esenciales.
Es interesante como nuestro cuerpo y mente pueden ser moldeados consciente o involuntariamente, por fuerzas ambientales que inciden sobre los organismos. Es conocido, que la plasticidad cerebral (o capacidad del cerebro de repararse y reestructurarse) es sensible a las influencias sociales siendo especialmente aguda en humanos. De estos, los circuitos implicados en el comportamiento social, emocional y cognitivo se encuentran entre los más plásticos, modulados por la experiencia. Existe un creciente corpus de evidencia que sugiere que las intervenciones que van desde el ejercicio físico moderado regular a intervenciones derivadas de prácticas contemplativas inducen alteraciones relacionadas con la plasticidad en el cerebro y apoyan una gama de resultados conductuales positivos.
Una de las practicas contemplativas que aborda todos los elementos que según la OMS son críticos para una mejor calidad de vida es el Yoga. En la actualidad se sabe que esta práctica puede mejorar síntomas de depresión, ansiedad, estrés, burnout, trastorno de estrés postraumático y otros problemas psicológicos, como también promover la sensación de bienestar, incluida la satisfacción frente a la vida y la felicidad. Este tipo de prácticas abre una nueva estrategia, no farmacológica, en el tratamiento de distintas patologías mentales, como en el mejoramiento de nuestras relaciones individuales, familiares y laborales.
Los mecanismos por los cuales esta práctica ejerce sus efectos siguen en debate, sin embargo se ha puesto énfasis en la modulación ascendente mediante la conciencia del propio cuerpo (interocepción) y la relajación, como en estrategias descendentes basadas en la atención y la metaconciencia que permiten a un individuo potenciar su autorregulación, es decir la capacidad de intrínseca de los seres humanos de auto-observarse, de guiar su mundo interior (pensamientos, emociones, etc..) con la finalidad de vivir de manera sana y libre.