Ciudad del Vaticano – Una impresionante muestra de devoción ha marcado las primeras horas del velatorio del Papa Francisco en la basílica de San Pedro. Según la oficina de prensa del Vaticano, hasta las 13:00 hora local (11:00 GMT) de este jueves, unas 61.000 personas han cruzado las puertas del templo para dar su último adiós al pontífice argentino.

La magnitud de la afluencia de fieles ha llevado a la Santa Sede a tomar medidas extraordinarias, extendiendo el horario de apertura de la basílica durante la madrugada. El templo permaneció abierto hasta las 05:30 horas (03:30 GMT), cerrando brevemente solo para labores de reorganización y limpieza, para luego reabrir sus puertas a las 07:00 (05:00 GMT). Durante las horas nocturnas, entre la medianoche y las 05:30, fueron 13.000 las personas que rindieron homenaje al Papa.

Desde las primeras horas de la mañana, una marea constante de personas se ha congregado en las inmediaciones del Vaticano, formando largas filas que se extendían por zonas aledañas. Un estricto operativo de seguridad, coordinado por la Policía y la Protección Civil, se ha desplegado para gestionar el flujo de fieles. Cabe destacar que, a pesar de que el cierre previsto para la primera jornada del miércoles era la medianoche, se decidió mantener la basílica abierta para permitir el ingreso a quienes habían esperado hasta tres horas en la fila.

Se ha informado que la basílica cerrará sus puertas al público este viernes a las 19:00 horas (17:00 GMT), antes de la ceremonia de cierre del féretro que precederá al funeral del sábado.

El Papa Francisco yace en un sencillo féretro de madera, sin el tradicional catafalco, sobre una plataforma casi a ras del suelo, tal como él lo había dispuesto. El féretro se encuentra ubicado en el altar de la Confesión, frente a la tumba de San Pedro y a los pies del baldaquino de Bernini.

Tras el funeral del sábado, el cuerpo del Sumo Pontífice será trasladado a la basílica romana de Santa María La Mayor, donde será sepultado en una capilla. Esta decisión responde a la profunda devoción que el Papa Francisco sentía por la Virgen que allí se custodia, la «Salus populi romani».