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Los frutos del bosque vuelven a las mesas y llegan a las industrias

Publicado por: Claudio Nuñez | sábado 29 de octubre de 2016 | Publicado a las: 16:27

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“Para muchas de las personas de mi pueblo, la avellana era vista como un símbolo de empobrecimiento”, cuenta Marcela Llao, coordinadora de mujeres en la Asociación Gremial Mapuche y Campesina gremial Leftraru. Una situación que no es aislada en la relación de las comunidades mapuche con sus bosques: “el oficio de la recolección ha perdido valor por una nueva forma de vida acelerada y consumista que ha ido tomando cuerpo en los últimos 50 años, lo que se ha tomado la economía a gran escala y con ello la rentabilidad. Las necesidades de hoy no son las mismas de hace cien años”, explica Cecilia Caniuman, ingeniero en alimentos.

A partir de este diagnóstico, estas dos mujeres, junto a Sergio Marillán de la asociación gremial indígena Leftaru, postularon a un fondo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), que promueve el rescate del patrimonio agroalimentario del país, comprendiendo al patrimonio no sólo como un fruto o árbol específico, sino como prácticas culturales y tradiciones. “Como la agencia del Ministerio de Agricultura llamada a promover una cultura de innovación en el ámbito agrícola, estamos convencidos de que la tradición puede ser un germen para el desarrollo de productos, servicios o prácticas innovadoras, que pongan en valor la riqueza de los frutos de nuestro país.”, explica María José Etchegaray, directora ejecutiva de la Fundación.

Bajo la mirada de las industrias

Sin duda las nuevas tendencias de alimentación saludable también son un factor que aporta a la revalorización no sólo de la avellana, sino de todos los frutos del bosque: cientos de estudios confirman los beneficios que frutos como el maqui, la murta, la mora o la rosa mosqueta aportan a nuestra dieta, lo que ha despertado el interés de la industria cosmética y farmacéutica como materia prima para extraer alimentos funcionales, aditivos especializados y compuestos activos para la fabricación de medicamentos o suplementos alimenticios. Un gran nicho donde la innovación es clave para encontrar y desarrollar sus potencialidades, agregando valor que redunda en mejores condiciones para las comunidades.

Ambas visiones –la mapuche, que promueve el rescate de la recolección como manifestación de un modo de vida- y la de mercado, que masivamente promueve las actividades comerciales a partir de este tipo de materia prima- se integran a partir de la articulación que FIA promueve como elemento clave para agregar valor a los productos de los sectores rurales: “que los distintos actores –las comunidades, la academia, las instituciones públicas y el mundo privado- se conecten y formen acuerdos es un paso necesario y tal vez uno de los más complejos para que el desarrollo sea a partir de estándares éticos, como el comercio justo, y sea un aporte a la mejora de la calidad de vida de los actores más desprotegidos del agro”, explica Etchegaray.

Una pregunta

Cuando Cecilia Caniuman era una estudiante de ingeniería en Alimentos que compartía hogar con otras estudiantes mapuche como ella, comenzó preguntarse cómo podía articular su formación como profesional con su deseo de vivir el estilo de vida de su comunidad. A partir de allí empezó a pensar en las dificultades de su pueblo y llegó al desgaste de la tradición de la recolección. Al momento de hacer su tesis de grado, eligió estudiar las características químicas y nutricionales del ñefn.

“La avellana no sólo es valiosa por su valor alimenticio, tiene un valor espiritual. Hay una relación entre los alimentos y la naturaleza que es muy especial para nosotros los mapuche, por eso es que las semillas, las plantas, están muy presentes en nuestras ceremonias. Si bien este proyecto está centrado en la avellana chilena, no es más importante que otros. Para nosotros este proyecto es un puntapié para rescatar todo el valor del bosque”, dice Caniuman.

Recolección sustentable

Una de las grandes preocupaciones del proyecto es que la recolección se haga de manera sustentable y respetuosa con los bosques nativos: “nuestra relación con la tierra es totalmente opuesta a la de las grandes industrias forestales”, recalca Llao. Así surgió una alianza con la ONG Bosque Modelo, una asociación que tiene presencia internacional y trabaja socializando buenas prácticas en los procesos productivos vinculados al bosque nativo.

En el cierre de este proyecto, doce recolectores recibieron un diploma que certifica que sus métodos de recolección son los adecuados para el desarrollo sustentable de los bosques y de sus economías, mientras se trabaja en sellar asociaciones comerciales para que las empresas que comprar materia prima a los recolectores prefieran a quienes poseen dicha certificación.

Tras finalizar estos dos años de trabajo, la organización Leftraru hace una evaluación positiva: “consideramos que cumplimos el objetivo principal del proyecto: muchas personas de la comunidad han logrado encontrar en el ñefn un producto para revitalizar sus economías familiares. Ahora nos estamos preparando para la cosecha que parte en marzo, donde queremos empezar con una producción más ordenada, y así procesar para vender a una mayor escala” finaliza Llao.

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