Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 6 de agosto de 2023 | Publicado a las: 11:45
Escribe: María Angélica Arán, Directora de la carrera de Pedagogía en Educación Parvularia, UA
Hablar de primera infancia nos remite a conceptos como desarrollo, crecimiento, conexiones neuronales, juego, curiosidad, imaginación, construcción de identidad, socialización, protección, derechos fundamentales, bienestar superior del niño, entre otros. No obstante, como sociedad ¿somos efectivamente garantes de todos esos derechos? Como bien lo representa la Dra. María Victoria Peralta (2023), hoy nos encontrarnos más ocupados en la discusión nacional e internacional de temas tan atractivos y actuales como la inteligencia artificial, los viajes espaciales, la nanotecnología y tantos otros tópicos de avance científico y tecnológico, teniendo a la vista el último informe de Unicef y OIT 2023, que da cuenta de la “urgente necesidad de construir una protección social universal para los niños».
La evidencia muestra que el desarrollo emocional forma parte de la arquitectura del cerebro de los niños y es moldeado por el ambiente en el que crecen. Particularmente, se ve impactado por las relaciones que mantienen con sus cuidadores y otros adultos que juegan papeles significativos en sus vidas. (Dormán, M. 2019)
Me pregunto entonces, ¿dónde falla el sistema de protección social en que tres niños menores de 12 años terminan buscando la calle, creyendo que es la mejor salida en su desesperanza? Por lo que como derecho fundamental les compete, y que está absolutamente vulnerando por la sociedad que los ampara. ¿Qué nos falta como sociedad para visibilizar y actuar como ciudadanos frente a la vulneración de los derechos de los niños por sobre cualquier sistema social que su derecho prioritario es protegerlos? Será que falla, por ejemplo, la focalización del sistema educativo, donde una interpelación política termina siendo lo más importante y no lo que se discute de trasfondo respecto de su educación integral. Entonces, ¿quiénes tienen el legítimo derecho de decidir y cuestionar lo que es mejor para la educación en la primera infancia desde su integralidad?
El cerebro de los niños, como señalan Teicher et al, (2016), es especialmente vulnerable a los efectos del estrés crónico lo que puede llevar a niveles altos y sostenidos de cortisol en su cuerpo, lo que provoca efectos en su desarrollo cerebral, en el hipocampo, que afecta la memoria, el aprendizaje y la regulación de sus emociones.
Que necesario es retomar lo básico, prestando atención a los niños y dejando delado las pantallas como entretención. Se requiere retomar por ellos el diálogo, la capacidad de asombro, la contemplación por la naturaleza, el hablarles mirándole a los ojos, entrar en su mundo de fantasías, preguntas y motivaciones.
Hoy más que nunca la contención de sus emociones es prioritaria, con tratos amables, amorosos, empáticos y respetuosos que en nada vulneren su derecho a instalar confianzas, construir figuras de apego seguro y que forjen su bienestar social. Aspectos claves para un aprendizaje efectivo, como adultos autorregulados.
No descuidemos los espacios cotidianos para ello, tomemos sus manos sin prisa, a su ritmo de niños, y hagamos las pausas necesarias para que se valoren, sintiéndose validados y construyan su identidad sin prejuicios, con firme convicción de lo que es mejor para ellos y ellas, pero con la seguridad de sentirse amados, si fechas especiales, sino cada día de su niñez para proyectar su mejor futuro. Recojo como tantos educadores e investigadores la frase de Aristóteles hace más de dos mil años: “Educar la mente sin educar el corazón, no es educación”.