Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 10 de abril de 2022 | Publicado a las: 11:09
“¿Cómo podríamos salir adelante? Abandonándonos, donándonos, extendiéndonos. Nuestros dones, nuestras dotes, nuestro saber, nuestra expertise deben estar al servicio de los demás”.
Escribe: Raúl Caamaño Matamala, Profesor Universidad Católica de Temuco.
Se había hecho una costumbre en nosotros, una práctica, un hábito, que ni siquiera admitíamos o en el que reparábamos poco. Como personas, como hombres y mujeres, más, siempre más, corriendo riesgos solos, emprendiendo solos. Cada vez más, reacios a ser comunidad, cada vez más, restándonos a acciones en común.
El individualismo en exceso nos ha pasado la cuenta, la competitividad nos ha atrapado. Este individualismo ha carcomido a gran parte de la sociedad.
Todo se genera, todo nace desde un individuo, más siempre lo que se crea no solo ha de ser en beneficio propio, sino también del prójimo, de la primera comunidad, la familia, y de los demás. Y el beneficio no ha de ser necesariamente metálico, sino de crecimiento personal, de desarrollo humano, por ende, tiene, sí o sí, un efecto multiplicador.
Hay que abandonar la práctica solitaria, dejar de ser un lobo solitario, y ser un dador, un donador, un servidor. Y es la labor de todos, sí, de to-dos, abandonar el yo en solitario, y ser, honesta, sinceramente, una persona que no se beneficia, sino una que sí beneficia con su ser, su saber, su hacer al otro, al tú, al prójimo.
La crisis de hoy, la de ayer y la que está en ciernes en la agenda de todos, requiere de voluntad, de donación, de servicio, sino de amor al prójimo. Uno más uno ha de sumar ¡dos!, sino más que dos, de eso se trata el aunar voluntades, eso es trabajo mancomunado, es decir, ha de ser el resultado de acuerdos, de una idea o ideas puestas en común.
¿Cómo podríamos salir adelante? Abandonándonos, donándonos, extendiéndonos. Nuestros dones, nuestras dotes, nuestro saber, nuestra expertise deben estar al servicio de los demás.
Y este debe ser un afán de todos, de todos, no de todos menos uno, cualquiera sea nuestro puesto en la sociedad. El lenguaje interviene aquí, una vez más. Debemos darnos la mano, tendernos una mano, y dejar de ser solitarios y ser, de verdad, genuinamente, solidarios.