Publicado por: Claudio Nuñez | viernes 2 de agosto de 2019 | Publicado a las: 11:13
Independiente de lo que cada persona piense en su fuero interno, hoy más que nunca, ante la falta de credibilidad y confianza, ante la falta de referentes, ante la carencia de líderes valóricos y ante la decadencia de las instituciones fuertes de la República, todo se pone en duda, prácticamente todo.
Texto escrito por Jorge Aguirre Hrepic, consultor en Inseguridad, Criminalista-Criminologo.
El mejor aval de los antiguos, fue la palabra empeñada que se sellaba con un apretón de manos y una franca mirada a los ojos, entre los pactantes de cualquier acto.
Para una sociedad, también el mejor aval es la confianza y la credibilidad, independiente de los actos legales y administrativos que regulan la convivencia y la vida diaria en un estado de derecho.
Es más, en un ambiente dictatorial, también la confianza es importante y el funcionamiento del sistema público, en todo sentido, debe ser creíble, independiente de las diferentes visiones que se tengan, más allá de las tendencias políticas, religiosas, culturales, étnicas, filosóficas y de vida.
Los mecanismos que existen para controlar la vida diaria, de todos los habitantes, y que garantizan los derechos, obligaciones y deberes, nacen de la vertiente madre, que es la Constitución, independiente de la naturaleza que tenga.
Las reglas del juego, están escritas, en forma clara y no permiten ambigüedades, sin embargo el viejo adagio, “hecha la ley, hecha la trampa”, ha perseguido a la civilización desde siempre.
Si bien, no se puede vivir sin la ley, hay preceptos de otra índole, que a través de códigos no escritos, regulan la convivencia humana, y que se ventilan diariamente, sin límites de ninguna especie a través de los medios de comunicaciones (escrita, radio, televisión) y las diferentes redes sociales.
Conforme a lo anterior, la “difusión” de todo, fracturó la barrera de los equilibrios y la información fluye, a veces sin contrapeso, sin verificación de nada, como un reguero comunicacional, donde cada persona interpreta conforme a su libre albedrio cada palabra y muchas veces sin efectuar el más mínimo análisis de los antecedentes.
Aquí, es donde surge la “Cultura de la posverdad”, también conocida como la “mentira emotiva”, que genera una suerte de distorsión intencionada de la realidad con la finalidad de influir en la opinión pública por la vía de los conductos sociales, a partir de resaltar las creencias personales por sobre los hechos objetivos.
Es así que, recientemente, el jueves 25 de julio, en Santiago, la capital del reino de Chile, explotó un artefacto, denominado “bomba”, en el cuartel de la 54ª. Comisaria Huechuraba, provocando lesiones a ocho (8) Carabineros de diferentes graduaciones y causando cuantiosos daños a la instalación, de orden y seguridad pública.
Simultáneamente, en la oficina del abogado y ex ministro del interior Rodrigo Hinzpeter, en el grupo Quiñenco S.A., fue entregado un paquete que cumplía con las reglas de envío a través de correos de Chile, es decir destinatario nominativo y remitente, al igual que el entregado en Carabineros, -pero esta vez-, no fue abierto por el titular.
Pese a sendos peritajes al sitio del suceso en la comisaría y a la desactivación del artefacto explosivo destinado a Hinzpeter, donde rápidamente se estableció mecanismos, insumos pirotécnicos, componentes químicos (pólvora para Carabineros, dinamita para el ex ministro), elaborándose de inmediato variadas hipótesis.
En plena crisis, se generó un ambiente de posverdad, que dividió a todo el mundo, en bares, restaurantes, oficinas y la calle.
Un alto porcentaje de personas, comenzó a señalar que era un “auto atentado”, motivado por la baja del presidente en las encuestas, problemas económicos, muchos inmigrantes, desempleo, problema del agua en Osorno, problemas con la ley del cobre, etc. etc.
Reforzó lo anterior, que el gobierno de inmediato invocó la clásica e inexistente “Ley Antiterrorista” (Ley de conductas terroristas Nro. 18.314) y señaló que presentarían las típicas querellas. Más de lo mismo, como suele ser en estos casos.
Lo anterior, más el hecho de que ninguna “organización” se adjudicara el doble atentado, y habida consideración de que Hinzpeter salió a almorzar sin abrir el paquete que supuestamente era más letal, aumentó las suspicacias y volatilizó la creencia subjetiva de que algo raro había detrás de todo esto.
El gobierno, reaccionó contratacando a los perversos que pensaban lo contrario, que no creían en los verídicos hechos y los opinólogos de siempre se dieron a la tarea de elucubrar todo tipo de conjeturas.
Independiente de los comentarios, el día 29 de julio, – es decir cuatro días después-, el grupo de corte Anarquista “Cómplices sediciosos/fracción por la venganza”, publicó en el sitio Contrainfo, un texto adjudicándose los atentados y justificando su accionar en nombre de “Claudia López Benaiges”, anarquista fallecida el 11 de septiembre de 1998, en medio de una protesta.
También hicieron alusión a cinco personas detenidas por delitos violentos y de corte terroristas, que actualmente están privados de libertad.
Como sea, aún persiste la incredulidad, ya que la mayoría de la gente, en base a la especulación social, esperaba que se adjudicara las “bombas”, el grupo terrorista “ITS” (Individualistas tendiendo a lo salvaje), quienes habrían atentado en el año 2017, contra el presidente de Codelco, Oscar Landerretche. Varios quedaron desilusionados.
Otro caso ad-hoc, ocurrió en la madrugada del viernes el 19 de julio, en el sector Tranaquepe, comuna de Tirúa, Región del Biobío, cuando seis individuos encapuchados premunidos de armas de fuego, atacaron una vivienda rural, rociándola con combustible con claras intenciones de quemarla, con sus moradores adentro.
En esos instantes, el dueño del inmueble, repelió el ataque, disparando contra los sujetos, hiriendo de muerte a uno y dejando herido a otro que huyó del lugar, llegando luego al hospital de Cañete, donde fue identificado.
El resto de los encapuchados huyeron en una camioneta, la que incendiaron en la ruta.
Queda claro, que fue un atentado terrorista, que no resultó como estaba planificado, quedando lamentablemente una persona muerta.
¿Qué pasó con la cultura de la posverdad?
Algo parecido, la reacción a través de las redes sociales no se hizo esperar, el hecho objetivo del ataque a una casa habitación particular no le interesaba casi a nadie, lo medular, era la muerte de un weichafe (guerrero) que luchaba y la herida de otro que estuvo en el lugar del ataque, pero que no estuvo, versiones a lo menos extrañas, pero surgidas por la “emotividad” solo pueden ser mentirillas piadosas, de hecho un fiscal del Ministerio Público, señaló que no había como vincularlo, en un país, donde los antecedentes policiales previos, serian indicios de nada.
Para la cultura de Santiago, que prenden con agua, ante estos hechos, varias personas, se juntaron a ejecutar la tradicional “danza con Baquedano”, en cuya plaza, también conocida como Italia, procedieron a causar desmanes graves, con daños a la propiedad pública y privada, tomándose la Alameda, sin contrapeso.
Independiente de lo que cada persona piense en su fuero interno, hoy más que nunca, ante la falta de credibilidad y confianza, ante la falta de referentes, ante la carencia de líderes valóricos y ante la decadencia de las instituciones fuertes de la República, todo se pone en duda, prácticamente todo.
Esta pérdida valórica, es muy peligrosa, especialmente cuando no se visualiza un derrotero para recuperar los espacios dejados en manos de personas carentes de normas, que no respetan absolutamente nada, ya que en pos de las supuestas banderas de sus desconocidos derechos, parten por no respetar los derechos de otros.
El escudo nacional de Chile, señala el lema “Por la razón o la fuerza”, quedando solo como una quimera para quienes forjaron la patria, una sentencia para los colegiales de ayer que no se discutía, pero que hoy, hasta resulta ser una frase oprobiosa, para aquellos hijos del asistencialismo, donde todo debe ser gratuitamente garantizado, sin el más mínimo esfuerzo.
Hoy por hoy, parece que nadie dijera nada coherente, en función de los diferentes problemas que nos agobian, donde nadie visualiza que los atentados psicológicos causan más daños que los atentados físicos o materiales, donde el fuego para cocinar y calefaccionar ayer, es para amedrentar y destruir, hoy.
Más allá de la verdad, más allá de la mentira, que conocen solo los autores de ambas, surgen los antecedentes facticos, que siempre deben ser ponderados en su justa dimensión, donde cada ciudadano es un verdadero “juez”, con capacidad de análisis. Sin embargo, su opinión, finalmente se ve deformada por los diferentes medios, que elaboran una posverdad, con fines insospechados para este juez.