Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 6 de julio de 2020 | Publicado a las: 12:20
Escribe: Prof. Jorge Aguirre Hrepic, consultor en Inseguridad, criminalista-criminólogo.
El comportamiento humano siempre ha sido complejo, pero también, conforme a los tiempos y contextos que se viven, se ha adaptado a los sistemas imperantes, de una forma más fácil de lo que uno cree.
Es decir, el control social y todas sus Instituciones y sistemas, son los encargados de verificar que se cumplan las normas, disposiciones, leyes, regulaciones e instrucciones, relacionadas con el buen vivir.
Ahora bien, cuando se transgreden las diversas normativas, sean internacionales, nacionales, estatales, locales que imperan en un territorio, zona o ambiente (terrestre, acuático o aéreo), cada institución funciona conforme a sus leyes y reglamentos, por lo menos así debería ser.
Siempre, ha generado suspicacias el comportamiento humano, en el denominado lejano oeste americano, donde la “aplicación de la Ley”, según cuentan las leyendas, era sui generis (original, distinto y un tanto estrafalario), las películas y la historia, en relación a que cada ciudadano portaba al cinto un arma de fuego generalmente un revólver, poseía un rifle en su montura y una escopeta en la casa, rancho o carreta. Todos armados y sin cuestionamientos, tanto de sexo masculino como femenino.
Los problemas, disputas y discusiones, muchas veces se solucionaban a balazos, pero eso sí, el “duelo”, enfrentamiento entre dos personas, estaba regulado, casi como un ritual, doce pasos de distancia, giraban sobre su eje y disparaban, ganaba el más rápido, el que hacía trampas o el que tenía mejor puntería.
Esta forma de vida fue una realidad por años, sin consecuencias legales, cuando se cumplían todos los requisitos, se consideraba un derecho a la legítima defensa, casi única en el mundo.
Eso sí, casi única, ya que el duelo estaba regulado en muchos países, con la salvedad que en la antigua Europa, generalmente se ejecutaba esta práctica, por razones de honor, preferentemente cuando era mancillada una doncella, agregándosele romanticismo a este ritual.
En Chile, ocurrió lo mismo, pero con menos difusión y generalmente asociado a la clase social alta, por problemas económicos, deudas de juego y razones amorosas. De hecho, en un solar de la comuna de La Reina Alta, sector Álvaro Casanova, por la década de 1950, se registró el ultimo duelo, entre Salvador Allende (ex presidente de Chile) y Raúl Rettig (Presidente de la Comisión de Verdad y Reconciliación) a la sazón ambos senadores, quienes con sus padrinos y un juez, usando armas de avancarga, se enfrentaron en una fría mañana, algunos testigos dicen que se dispararon y otros que una espesa niebla impidió la honorable disputa bajo un gran parrón, por lo que se acordó superado el incordió.
Como sea, los actos de solución de problemas por la vía violenta, es parte de la conducta humana, y por eso el derecho tiende a regular de manera pacífica los desacuerdos, entregándoles a magistrados esta alta responsabilidad.
Sin embargo, no podemos negar, que el desarrollo del Oeste de Estados Unidos, en parte se debe por un lado a la firme determinación de un grupo de colonos, quienes necesariamente tuvieron que utilizar armas para defenderse y proteger a sus familias y bienes.
En Chile, pasó lo mismo en las faenas mineras auríferas, especialmente en el sur, como el yacimiento Madre de Dios, actual región de Los Ríos, donde los amigos de lo ajeno rondaban por los alrededores.
El Estado no puede estar en todos lados y a veces no dimensiona donde debe estar para proteger adecuadamente.
Tampoco, una sensación de inseguridad desaparece, cuando la presencia del Estado es inactiva, en cuanto a neutralizar acciones delictuales se refiere, ya que el problema subyace y a veces se incrementa, cuando los niveles delictuales y de violencia, superan los estándares de control y estadística.
Los medios de comunicación con más rapidez que el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), informan sobre los delitos, sobre las víctimas, sobre los delincuentes, pero no abordan el control social, salvo en cuanto a sesgadas críticas hacia algunas Instituciones.
La mutación del delito, se produce especialmente cuando existe la sensación térmica de que hay impunidad, relajo, mano blanda, ya que el delincuente no posee empatía con la sociedad, aun cuando vive en ella. De hecho, incrementa su accionar cuando visualiza debilidad.
En estos tiempos, donde se presenta un escenario complejo para todos, y aun existiendo potencialmente mayor control social, no existe explicación para el aumento de delitos, especialmente por los grados de violencia con todo tipo de agravantes.
El uso de las armas de fuego por parte de delincuentes, es parte de su perfil, es más, ellas representan una de sus herramientas de trabajo, las que no tienen empacho para utilizar a todo evento.
El tema de fondo, es que a diferencia del lejano oeste, aquí en Chile, ni los vaqueros podrían portar armas, conforme a la ley, pero los transgresores, las portan con desparpajo.
Estos delincuentes, no cumplen con las cuarentenas, toques de queda, mienten al sacar pasaporte sanitario, se trasladan como si estuvieran en tiempos normales y cuando son sorprendidos, invocan leyes especiales como Zamudio, enferman a la abuelita, se arrogan origen étnico, denigran e insultan a quienes los controlan, amenazan con videos y son los únicos que entierran a sus deudos, con escándalo, fiesta, fuegos artificiales y música, sin respetar distancia social, como en los mejores tiempos de pre pandemia.
El ciudadano, portando pistolas de agua, solo puede mojarse en su casa, ni siquiera asomarse a la reja con una pistola de balines y para qué decir de Carabineros, que no puede utilizar ni armas no letales.
Después, toda la sociedad, se encoge de hombros, mira con asombro y reza para que el afectado sea el vecino u otra persona, menos ella, debe encerrarse, poner alarmas, botones de pánico, alambres de púa, y equipar un bunker a la medida de su bolsillo.
La otra solución, que menos gusta al Estado y al gobierno, es que los ciudadanos se organicen para defenderse,-hay sendas campañas que lo demuestran-, como si la legitima defensa hubiera sido derogada.
No estamos hablando de “escuadrones de la muerte”, no estamos refiriéndonos a grupos paramilitares, ni viejitos en retiro de las FF.AA. y de Orden, sino que, de ciudadanos cansados, agotados, de ser víctimas de delitos totalmente evitables, unidos con un solo objetivo, PROTEGERSE.
El clamor colectivo, de citadinos y rurales, es hoy, un débil “ya basta”, pero esto no será por mucho tiempo, ya que la paciencia se agota, y las consecuencias pueden ser fácilmente deducidas, no se requieren de ejemplos para ello.
Así como dicen, que cada sociedad, posee los delincuentes que se merece, así también se podría decir; que cada sociedad “tiene la opción de elegir el camino para solucionar sus problemas”.
No cabe duda, que la pandemia, obligó a tomar muchas medidas inusuales, siendo una de ellas, liberar delincuentes condenados y en prisión preventiva, de los centros de detención, con la finalidad de evitar mayores contagios. Sin embargo esta medida, fue leída e interpretada, por los malandras, como una oportunidad para poner en práctica los perfeccionamientos adquiridos en la “cana”.
Con todo, cada uno a su especialidad delictual y a formar nuevos grupos criminales tipo holding empresarial, para gerenciar armónicamente las acciones delictuales intra muro (cárcel) con las desarrolladas en la calle, incrementándose entre otras, las estafas digitales, telefónicas, bancarias, etc.
Las denuncias, ya no interesan, mejor ni hablar de la respuesta estatal en materia penal, para que decir de las investigaciones, para que hablar de la prevención, en todo caso si se llega a judicializar la situación, ármese de paciencia para esperar resultados.
La crimino dinámica, dejó de ser un factor teórico práctico, hoy es la máxima expresión del desarrollo profesional de los delincuentes refractarios al trabajo y otros afines a la conducta socialmente desviada, se perdió la capacidad de asombro, se perdieron los códigos de conducta delictual, ya no existen los “monrreros”, que se jactaban de robar sin causar lesiones a los moradores, ya no existen los “choros” con pedigrí ni los encantadores de serpientes, hoy proliferan las jaurías de cobardes hienas, que actúan bajo la superioridad numérica, la influencia de la droga y el licor, el argot (coa) barato y flaite (de baja estofa), que no alcanza espacio ni para el arrabalero tango «Cambalache», donde a la letra dice “…que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dubles”…
Finalmente, los chorros, delincuentes y matones de hoy, tienen que tener claro, que ni los llantos de sus madres, que imploraban ayer por su libertad, podrán evitar que los “giles” (gente honrada), defiendan y protejan, aun en tiempos de pandemia, a su familia y bienes.