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Opinión: La Fuerza 10

Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 20 de julio de 2020 | Publicado a las: 11:43

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“Este 10%, si bien es cierto corresponde a una parte de los ahorros individuales de los trabajadores,  ergo son sus propietarios,-lo que no está en discusión-, se encuentran secuestrados por parte de las AFP, al amparo de la Ley y conforme a un sistema de administración perverso, por cuanto las pérdidas que sufren las administradores no son asumidas por ella, sino que se traspasan a los trabajadores, quienes ven reducidos sus ahorros, con consecuencias nefastas al momento de su jubilación”.

Escribe: Prof. Jorge Aguirre Hrepic, consultor en Inseguridad, Criminalista-Criminología.

Estimados lectores, este  no es el título de una película, aunque lo parezca, tampoco es la asignación de una buena nota en una  escala de evaluación, y menos el mejor ranking deportivo, ni el “Top” de nada que parezca.

La fuerza, a grandes rasgos es una capacidad para realizar un trabajo o movimiento, elemento capaz de modificar la cantidad de movimiento,  también es el vigor o causa que pueda cambiar  el estado de reposo o de movimiento de un cuerpo o de deformarlo. 

El número “10”,  además de ser considerado un guarismo especial, en la camiseta de un jugador de fútbol, donde varios se disputan el privilegio de usarla. Es el número centro de un blanco de tiro, (para armas de fuego y arco), se le denomina “fama” o “sota”. En definitiva es lo máximo.

También, posee una interpretación mágica, donde es el número perfecto por cuanto contiene el número 1 (el todo) y el 0 (la nada), los que unidos, expresan el equilibrio.

Para ser franco, también se denominó a un grupo de comandos en la segunda guerra mundial, como la “Fuerza 10 de Navarone”, en la obra de Alistair Maclean (1968) y además en el video juego “Brawl Stars”.

En Chile, la “Fuerza 10” tiene otra connotación, más simple, pero con más energía que una bomba atómica, donde arbitrariamente, este monto se fijó sin considerar la Ley de Pareto (80-20) -que establece de forma general y para un amplio número de fenómenos que aproximadamente el 80% de las consecuencias proviene del 20% de las causas, es decir, en este caso el número 10  fue impuesto como el porcentaje máximo para el retiro de fondos previsionales por parte de los afiliados.

Este 10%, si bien es cierto corresponde a una parte de los ahorros individuales de los trabajadores,  ergo son sus propietarios,-lo que no está en discusión-, se encuentran secuestrados por parte de las AFP, al amparo de la Ley y conforme a un sistema de administración perverso, por cuanto las pérdidas que sufren las administradores no son asumidas por ella, sino que se traspasan a los trabajadores, quienes ven reducidos sus ahorros, con consecuencias nefastas al momento de su jubilación.

Esta modificación,- entre otras-, efectuada al decreto ley 3.500, fue realizada por un gobernante en tiempos de democracia, y casi nadie recuerda o representa tal gestión.

Entonces, ¿Cuál es el problema de la fuerza 10, si los ahorros son de cada trabajador?

El problema de fondo no es el asunto más importante, ya que no se ha tratado seriamente las modificaciones al sistema previsional, sino que la dinámica disonante de cómo se han realizado las acciones, son la fractura del dique de contención en cuanto a la custodia y administración que garanticen al fin del periodo laboral activo, pensiones que le permitan al trabajador disfrutar del “júbilo” del retiro merecido después de más de 30 años de trabajo. 

En sencillo, la Fuerza 10, es un mecanismo de presión muy fuerte, que apoyándose en los efectos de la pandemia y sus consecuencias económicas, con justa razón necesitan hacer caja para sus gastos al verse muchos desvinculados de sus trabajos, haber sido reducidas sus remuneraciones y derechamente cubrir las necesidades básicas de su grupo familiar.

El problema subyace en la “forma” larvada de presionar, para lograr que el Congreso apruebe, sin mayores discusiones de fondo, el retiro del porcentaje de dinero ahorrado ya aludido. Sin considerar la actuación del débil gobierno de turno, que no ha sabido administrar esta crisis que en definitiva compromete al Estado como único garante del bien común.

La forma de presión delictiva que se ha ejercido, no tiene parangón en la historia de Chile, donde la vorágine incivilizada de una masa, embriagada por el resentimiento en su mayoría, quiere obtener todo, sin trabajar nada. La consigna es “destruir sin transar”, por lo menos en la Unidad Popular era “Avanzar sin transar”, ergo, estamos retrocediendo.

Este retroceso, irresponsable por lo demás, refleja lo peor de las nuevas generaciones políticas, donde han sido incapaces de posponer sus intereses personales por el bien común de los ciudadanos y de Chile.

Se ha instalado un canal de regadío de mentiras y post verdades, que recorren los valles transversales cual agua servida, contaminando todo, logrando envenenar las conciencias de la juventud, que ya siendo garantes de una ignorancia impresionante, solo aspiran al asistencialismo como forma de subsistencia, enarbolando la bandera de la desigualdad de todo, sin querer participar en la igualdad de nada, menos en la de trabajar y producir.

No hay que hacer trampas en el juego del solitario, hay que asumir que más entretenido es quemar vehículos, atacar cuarteles de Carabineros, saquear supermercados, robar, consumir drogas y tomar licor, en suma fracturar las reglas sociales de conveniencia que permiten el desarrollo, ya que saben que hacerlo no traerá ninguna consecuencia punible. Es gratis delinquir, ya que sabiendo que al faltarle conciencia entre el bien y el mal a las autoridades llamadas a imponer el orden social, les es más ventajoso mirar al horizonte y no asumir sus responsabilidades profesionales o políticas.

La muestra más palpable, de todo lo dicho, es el magíster en desórdenes alcanzados por el pueblo chileno que no estuvo en Yungay, donde el “roto chileno”, hizo gala de verdadera valentía y amor a su tierra.

Por el contrario, “el flaite” de hoy alcanzó un doctorado, teniendo como tesis “la destrucción sistemática del orden  en Chile”, entregándoles a oscuros intereses extranjeros e ideólogos nacionales de escasas luces un trozo del paraíso donde el constructor del mundo depositó todo aquello que le sobró, un norte árido, pero enjundioso en minerales, valles fértiles donde florece todo, ricas arboledas endémicas y hielos eternos, protegidos por la más hermosa cordillera y bañado en toda su extensión por un indómito mar, mal llamado Pacífico.

Pero, como en todo paraíso, las fuerzas del mal también hacen lo suyo, y aquí no es la excepción, después de los graves desórdenes del 18 de octubre de 2019, en plena pandemia del covid 19 y bajo un simpático y novedoso estado de excepción constitucional, con toque de queda incluido, los delincuentes han hecho lo que han querido, y en aumento sostenido, más atrevidos y con la claridad de que no les pasará absolutamente nada porque aparte del ángel de la guarda, tienen a los  ágiles funcionarios del INDH a su regalada disposición. Que ironías tiene la vida.

El escenario delictivo, desbordó al código penal, los patos malos de ayer, son niñitos de pecho  frente a los “malulos” de hoy, nada los detiene ni su propia población, donde ayer jugaban y ahora no impiden que abusen de sus vecinos.

Ha quedado atrás el aumento exponencial de delitos de todo tipo, ya no importan las denuncias formales, todo se promueve por las redes sociales a través de sendas fotos y videos, a veces los medios de comunicación comentan algo, cuando les conviene y otras no.

Ya no existe Robin Hood, que robaba a los poderosos para darle a los pobres, ya no existe el bosque de Sherwood, donde vivían felizmente,  hoy, solo existe una jungla de fierro y cemento, que todo lo esconde, donde se trafica en cada esquina lo que sea, incluso influencias palaciegas.

La guinda izada en lo más alto de una azucarada torta tienta al diabético pueblo, que no es tal, ya que su propio desorden de vida, le impide razonar lo que ocurre y menos visionar lo que vendrá, pero como esto le ocurre también a las autoridades del propio pueblo, rinde fianza de caución  para negar todo lo que ocurra, y encogerse de hombros cuando haya que reconstruir lo desperdiciado.

El patético ejemplo está a la vista, los graves desórdenes de esta semana, antes de discutirse el tema del “10%” en el Congreso, aseguraron indeleblemente el resultado, mediante el terror más jacobino,  para que no temblara la mano del legislador, al votar por la opción deseada.

Para ello, fue necesario atacar nueve cuarteles de Carabineros, incendiar buses y vehículos, saquear trece supermercados, provocando a las autoridades sin temor al contagio ni a nada, total, el lumpen chileno, es inmune a casi todo.

Si hay algo que lamentar, no es precisamente, la fuerza con que se consiguió la aprobación el 10%, ya que es parte del juego democrático y hay que asumirlo, sino que, la forma en cómo se realizó, ya que es la punta de un iceberg, donde precisa y coincidentemente el 90% está bajo el agua, oculto, nada se ve, y con este porcentaje colisionó el barco transatlántico llamado “Titanic”, hundiéndose el año 1912, al golpearse bajo su línea de flotación.

Guardando las naturales distancias, dejando metáforas y analogías de lado, la problemática que conlleva el tema de las AFP y el sistema previsional chileno, es serio, como para dejárselo solo a los políticos. De ahí que considerar arbitrariamente un 10 % de retiro de fondos, puede tener múltiples e insospechadas consecuencias,  y nada asegura que esto no traiga mayores conflictos a futuro.

Lo importante, que el océano llamado Chile donde se desplazan los iceberg económicos y sociales, no colisionen con el titánico pueblo chileno, ya que dará lo mismo la distribución de la masa de hielo, el barco se romperá igual, independiente del porcentaje de los recursos y aquí el capitán de la nave ha demostrado no saber navegar ni bajo el sol y menos bajo las estrellas, además se le perdió la brújula (compas magnético) y le robaron el sextante.


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