Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 27 de diciembre de 2020 | Publicado a las: 07:00
“Con el tiempo, prácticamente, por lo menos en Chile, nadie es tan pobre como para no recibir un regalo, pero sí hay muchos que están solos, sin el mejor regalo que es un abrazo o un te quiero, por parte de un amigo o un familiar”.
Escribe: Jorge A. Aguirre Hrepic, Profesor de Estado, consultor en Inseguridad, Criminalista-Criminólogo.
Son múltiples las historias, fábulas, tradiciones y costumbres que se tejen en torno a la navidad y al fin de año, con la llegada de inmediato de un nuevo año, dando paso a cambios de folio, decenios, centurias y milenios.
Me imagino, que se acuerdan la incertidumbre que existía el 31 de diciembre de 1999, a las 23:59:60 horas, minutos y segundos. Cuando miles de especulaciones se cernían sobre el futuro digital del mundo y todo lo que ello encierra, pero nada pasó. Aunque hubo ciento de anécdotas de todo tipo.
Se recordarán, cada uno de diversas formas, como esperaban la navidad, tal vez era la fecha en que los hermanos (as), coincidían en complicidad para sorprender al viejito pascuero o investigar su identidad. Otros, solo se limitaban a esperar los regalos y otros simplemente vivían con la ilusión de vivir una noche de paz y comer mejor.
En fin, el mundo nunca ha sido igual, ni justo, cada cual tiene que asumir lo que le correspondió vivir, pero siempre ha habido buenos samaritanos, que han apoyado la gestión de brindar una buena navidad a otros.
Con el tiempo, prácticamente, por lo menos en Chile, nadie es tan pobre como para no recibir un regalo, pero sí hay muchos que están solos, sin el mejor regalo que es un abrazo o un te quiero, por parte de un amigo o un familiar.
Las oraciones fluyen, en favor de quienes están solos, trabajando, aislados, en la frontera, en las cárceles y en los hospitales. Pero nadie pide por las víctimas de nada.
La navidad extrae lo mejor y lo peor de cada persona, de eso no hay duda, y los diferentes matices, marcan el compás de marcha de las personas más sensibles, en pos de manifestar su ayuda, independiente de los niveles de religiosidad que poseen. Muchas veces los agnósticos, cooperan más.
En épocas clásicas de normalidad, la población se congrega a los diferentes centros comerciales a comprar regalos que no se hacen durante el año, en el trabajo se juega al amigo secreto, se envían tarjetas de saludos, notas o whatsapp, se multiplican los llamados telefónicos, los padres separados comparten generalmente a sus hijos, se considera al personal doméstico, más que en fiestas patrias y hasta los amantes reciben uno que otro regalo.
El regalo, entonces es la expresión física, valorada de una cosa, que se transfiere a otra persona en virtud de un intercambio, generalmente, o de una significación traducida en afecto, cariño, compromiso o cumplimiento de algo.
Por supuesto, que los exigentes, sobran, y no todos quedan satisfechos con sus regalos, sea por el valor o falta de imaginación en la búsqueda del mismo.
Los Departamentos de Bienestar de instituciones y empresas, con anticipación comenzaron a la búsqueda y encargo de regalos para los hijos de los beneficiarios, en otros lugares surgen los aguinaldos, otros adelantan los pagos y para qué decir del anhelado bono o PMG (programa de mejoramiento de la gestión) de diciembre.
Los amigos de lo ajeno, léase delincuentes, también salen a hacerse de regalos, de cualquier forma, aumentando los delitos y por consiguiente los niveles de inseguridad.
No hay barrera que valga, hay que apropiarse de los bienes ajenos a cualquier costo. La decisión está tomada.
No hay pena ni angustia, los ciudadanos “giles”, deben cooperar con la causa de recuperación de lo que le falta al “desvalido social”, que por el sueldo mínimo, no mueve ni un pulgar de su mano, para un trabajo honesto y digno.
Aquí es donde entra a batallar el conflicto permanente de la inseguridad, que exponencialmente es avasallada y los patos malos (delincuentes), salen a cumplir cabalmente con su misión, total prácticamente tienen licencia para estos fines.
Parece irrisorio e irónico, pero es así.
De tal forma, hay que generar estrategias de prevención y represión del delito, independiente de lo que digan, los entendidos del delito, que son empleados públicos empáticos de la causa malévola, en función de justificar cualquier desaguisado, total para ellos es rentable la defensa corporativa del monrero (histórico ladrón) nuevo o avezado, total da para todos el mercado del crimen.
Si en tiempos regulares, se da para todos, imaginen como funciona esta temática en tiempos de crisis, especialmente en épocas de “pandemia” de salud ante una enfermedad grave y mortal.
Lejos de atenuar las inconductas, en la mayoría de las veces las ha potenciado y de todas formas.
El escenario actual es más propicio al delito que antes. El argumento finísimo radica en que estamos hace tiempo guardado en las casas o departamentos, se ha retirado el 20 % del monto de fondos previsionales, hay bonos, préstamos, incentivos, en fin, de todo, para la activación de la economía.
Ergo, la economía es importante, pero el medio ha sido de locos, permitiendo a la población beneficiaria y sus cargas familiares, acceder en corto plazo a bienes deseados y no necesariamente de primera necesidad.
La excusa era la alimentación, pero ganó la adquisición de vehículos, electrodomésticos y el “enchulamiento” humano, pasando por el bótox para retirar arrugas, hasta arreglar bustos, nalgas, pómulos, piernas etc. Hoy todo vale para conquistar el mundo y mejorar el curriculum vitae, sin necesidad de recurrir a grados académicos de ninguna especie.
Este “enchulamiento”, que es la corrección de algún defecto notorio o repulsivo o un simple arreglo geométrico de alguna parte del cuerpo, ha llevado a que haya personas que no se reconozcan, en la calle.
A esta altura da lo mismo, pero es un regalo que no todos se pueden hacer, aunque si varios profesionales se reinventaron para satisfacer esta demanda.
Los delincuentes también se enchulan, arreglan o maquillan para no ser detectados y satisfacer su natural narcisismo. Anda por ahí con el uso de notorias zapatillas y brillantes gargantillas, hasta los tatuajes, representan nuevos significados, extendiéndose a la masa popular, donde todos pretenden demostrar que son iguales, y pasado los años, le piden al viejito pascuero una lija, para borrarlos.
Entonces, surge la pregunta que se espera en navidad: ¿donde esta el recogimiento y el pensamiento que nos trajo el espíritu navideño, es decir el ánimo, aliento, brío y esfuerzo?
Sin ser derrotistas, hoy por hoy, con solo ver las noticias, parece que en estas fechas hay un “pobre espíritu navideño”, donde las personas se han desprendido de valores y principios mundanos, dando paso como nunca a un descontrolado consumismo, cuasi innecesario que no se condice con esta pandemia del covid 19.
No interesa el distanciamiento social, basta ver las filas, hileras o colas, que parecen “anacondas humanas”, que asfixian a los centros comerciales y mall de todas las ciudades.
El punto principal, es comprar y ojalá que los vecinos los vean adquirir cosas para que el status social se vea empoderado. Los chistes del 10 más 10 y ojalá más 10% de retiro de fondos, se hagan realidad por la acción de una mediática diputada, como si esta cuenta, del banco “Sodoma y Gomorra”, nunca se tenga que pagar. ¿Tanto iluso hay?, lamentablemente sí.
Esta pandemia, lejos de calmar las aguas, las agitó más en todo orden, el listado es largo, pero aquí es donde el viejito pascuero o papá Noel debe regalar cordura, paciencia, inteligencia, control emocional, templanza y por último razonamiento. Aunque sea un frasco pequeño, pero que alcance para todos.
Si no hay regalos, no importa, hay que recuperar el “espíritu navideño, especialmente ahora”, debe volver el principio que genera carácter interno sólido, como esencia o sustancia de algo que nos nutre, el amor al prójimo, más allá de un slogan.
La pandemia no fue un regalo. Pero algunos lo han considerado como tal, empezando por el Presidente de Chile que le vino como anillo al dedo, para desviar las acciones y efectos de los graves desórdenes públicos. Ganó tiempo.
Para muchos empleados y trabajadores, que ahora conocieron a su familia a través del teletrabajo y por supuesto que ni quieren volver a la oficina. El gerente Netflix, tiene mejor trato.
Hoy, la pandemia, como estado de transición por un tiempo, nos ha incubado un nuevo comportamiento humano, incluso en lo socialmente desviado, hay que tener cuidado, ya que para esto, el viejito pascuero no nos puede regalar una vacuna.