Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 29 de mayo de 2022 | Publicado a las: 12:20
“Por mucho tiempo se pensó que sólo Santiago tenía smog. Esto cambió cuando se comenzó a medir la calidad del aire en otras ciudades, descubriendo que prácticamente todas tienen severos problemas ambientales, que afectan directamente la salud de las personas”.
Escribe: Francisco De la Barrera, Profesor Asociado de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía de la Universidad de Concepción.
Biólogo ambiental de la Universidad de Chile, Master en Gestión Ambiental y Planificación Territorial de Universitat de Barcelona y Doctor en Geografía de Universitat de Barcelona.
En el sur de Chile, cada otoño pasamos de oler hojas secas a oler el humo de los troncos trozados convertidos en calor en las chimeneas de los hogares. Antes le llamábamos smog, como combinación de smoke (humo) y fog (niebla).
Hoy, correctamente, le llamamos material particulado, incluso haciendo la diferencia entre aquel respirable (MP10) y aquel fino (MP2.5). Hace 30 años se tomaron las primeras medidas en Santiago, reemplazando buses y exigiendo más a las industrias. Tras ello, hace 23 años existe un plan en la capital, mientras que el resto de las ciudades del sur del país olió a smog por muchos años antes de reconocerse su delicada situación ambiental y de salud, elaborar planes y comenzar el seguimiento diario, con carácter preventivo, de las condiciones de la calidad del aire, indicando medidas para evitar la ocurrencia de episodios críticos de contaminación. El caso emblemático es Concepción, que debió esperar 12 años desde que se reconoció el problema de MP10, hasta que se elaboró un plan de prevención y descontaminación atmosférica, que rige desde enero de 2019.
Así, mientras en Santiago la Gestión de Episodios Críticos indica medidas de restricción vehicular o la paralización de industrias que no cumplan con su plan de reducción de emisiones, para reducir la contaminación atmosférica ante pronósticos de mala ventilación, en Concepción -como en otras ciudades del sur de Chile- las principales medidas están asociadas a evitar los humos de las chimeneas, sea prohibiendo su funcionamiento o recambiando calefactores.
Sin embargo, para descontaminar el aire no basta con detener las chimeneas. El mismo Planes de Prevención y/o Descontaminación Atmosférica (PPDA) de Concepción menciona otras medidas de diversa índole a ser logradas en 10 años, que tienen escaso avance. Según información obtenida por Transparencia, en 2 años y 4 meses (23% del periodo) se han realizado 586 recambios de calefactores de los 20.000 comprometidos (3% de avance), mientras que de los 20.000 subsidios especiales de acondicionamiento térmico se han entregado 1.236 (6% de avance). Y el plan va más allá de sólo de evitar las emisiones por calefacción, comprometiendo plantar 20.000 árboles, de los cuales se han plantado 1.010 (5% de avance). Existen también otras medidas, como implementar más áreas verdes, construir ciclovías, renovar la flota de buses, realizar capacitaciones, educación ambiental, etc.
Por mucho tiempo se pensó que sólo Santiago tenía smog. Esto cambió cuando se comenzó a medir la calidad del aire en otras ciudades, descubriendo que prácticamente todas tienen severos problemas ambientales, que afectan directamente la salud de las personas. Sin embargo, descontaminar el aire exige de transformaciones completas de las ciudades chilenas, además de esfuerzos individuales.
La contaminación que se encuentra en cada ciudad en la que se instalan sistemas de monitoreo de la calidad del aire no es más que un reflejo de problemas urbanos y residenciales sistémicos, asociados a malas calidades constructivas, a falta de vegetación urbana o a una movilidad excesivamente auto-centrista. No alcanza parando las chimeneas. Se requiere de más liderazgo y ambición para que las ciudades sean saludables, para que vuelva a respirarse el otoño, con niebla, pero sin humo.