Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 26 de marzo de 2023 | Publicado a las: 21:16
Escribe: Roxana Zuleta, Directora de la carrera de Trabajo Social Sede Concepción, Universidad Andrés Bello
Con la puesta en protagonismo de la mujer en el mes de marzo vienen con más fuerza aun a mi memoria, la lucha de miles de mujeres que desde la historia reciente, nos recuerdan que la dignidad y la libertad son principios y derechos fundamentales que no poseen diferenciación de género. Pese a ello y al logro de innegables conquistas para avanzar hacia la igualdad entre hombres y mujeres, en educación, trabajo, acceso a protección social, entre otros, constatamos como país la dura persistencia de desigualdades que afectan el ejercicio de nuestros derechos y pleno goce de nuestras autonomías como mujeres.
Estas además se entrecruzan con otras múltiples categorías de exclusión o discriminación, dependiendo si se es mujer joven, de edad más avanzada, blanca o de pueblos originarios, nacional o extranjera, con o sin hijos, o con cierto nivel de estudios o ingresos, entre múltiples factores de diferenciación; configurando, incluso entre las propias mujeres, nuestro desigual acceso a recursos y oportunidades.
De este modo, las consignas del pasado y las movilizaciones de mujeres por derechos tan básicos como el trabajo decente, la conciliación de la vida laboral y familiar, el derecho a igualdad salarial, la decisión sobre nuestros cuerpos, a vivir una vida libre de violencias, la participación social y política, entre otros, se resitúa con plena vigencia histórica en nuestro tiempo presente, para recordarnos que nada ha sido dado. Por el contrario, dichos avances, incluido el que yo pueda escribir estas líneas, han sido posibles, únicamente gracias a un elemento fundamental de todo proceso de transformación y cambio, que es el salto entre la conciencia individual y colectiva, entendiendo que lo que se nos enseñó como privado, también es político.
Eso que nos permite reconocernos como mujeres, diversas y heterogéneas, con necesidades, intereses tal vez distintos, pero con un mínimo común denominador, la historia que nos antecede y el legado del que somos tributarias querámoslo o no. Un legado que nos invita a conmemorar ese pasado presente, con plena conciencia y convicción del clave rol que seguimos teniendo para contribuir a que esa dignidad y derechos no tengan apellido de género, ni de ninguna otra condición.