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Más mujeres en investigación ¿Por qué y para qué?

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 4 de abril de 2021 | Publicado a las: 08:00

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“La incorporación de más mujeres y en mejores condiciones a la investigación contribuye a disponer de una diversidad de perspectivas, a avanzar en la erradicación del enfoque androcéntrico que ha dominado la construcción del conocimiento y a aportar referentes a las futuras generaciones”.

Escribe: Dra. M. Cecilia Fernández Darraz, directora Dirección de Género UCT.

En los últimos años se ha revelado un fenómeno que, sin ser nuevo, se había mantenido invisible por décadas. Se trata de las desigualdades que afectan a las mujeres en distintos ámbitos de la actividad académica, especialmente en la investigación.  Afortunadamente, desde los espacios universitarios y desde los movimientos sociales se ha evidenciado esta realidad, a la vez que estudios desarrollados en diversos países del mundo aportan datos relevantes a la discusión.

El rezago que experimentan las mujeres en investigación tiene relación con varios factores. Uno de ellos es la dificultad para compatibilizar dos mundos altamente exigentes (maternidad – cuidados familiares y productividad científica) y que en determinados momentos del ciclo vital se vuelven prácticamente irreconciliables. Además, en el mundo académico persisten barreras estructurales y simbólicas, basadas en prejuicios y sesgos de género.

¿Por qué es indispensable una mayor presencia de mujeres en la investigación? Las razones son varias, pero podrían resumirse en las siguientes: Primero, porque existen principios que han sido difíciles de instalar, pero que hoy día son indiscutibles. Uno de ellos es el principio universal de Igualdad de Género, orientado a erradicar las desigualdades que experimentan las mujeres en distintos ámbitos. Atender a este principio implica promover iguales oportunidades y derechos, sin distinción alguna.

El segundo principio, de carácter ético normativo, es el de Equidad de Género.  Este reconoce las diferencias y la diversidad y, por tanto, propone implementar medidas diferenciadas para nivelar las oportunidades y el acceso a recursos materiales y simbólicos de aquellos grupos que han estado excluidos. Ambos principios, con distintos énfasis, se han promovido en las políticas públicas chilenas desde comienzos de 1990 y en los últimos años se instalan en la mayoría de las universidades del país.

Finalmente, la incorporación de más mujeres y en mejores condiciones a la investigación contribuye a disponer de una diversidad de perspectivas, a avanzar en la erradicación del enfoque androcéntrico que ha dominado la construcción del conocimiento y a aportar referentes a las futuras generaciones. Así, no sólo es cuestión de justicia y de derechos, sino que supone una forma de generar conocimiento que incorpora las necesidades e intereses de las mujeres – heterogéneas, diversas – en las distintas áreas de la ciencia.

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