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Las ventanas rotas

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 9 de enero de 2022 | Publicado a las: 11:23

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“…se evidencia una falta de interés por las cosas que sirven y que son necesarias, pero que no son cuidadas ni protegidas, como si no costaran nada, salvo que hayan sido regaladas o sustraídas”.

Escribe: Jorge A. Aguirre Hrepic, Profesor de Estado, consultor en Inseguridad, Criminalista-Criminólogo.

Dicen que todo entra por la vista y de esto no cabe duda, especialmente porque el sentido de la interpretación de la visión hace trabajar el cerebro de cualquier persona y con múltiples resultados y consecuencias. 

Aquí es donde las censo- percepciones individuales traducen y codifican la información que proyectan las cosas, conforme a parámetros ilimitados en el contexto de las imágenes y la figuración, que conforme a las propias pautas culturales de un sujeto que lo llevan a generar una conducta asociada al SER, más que al DEBER SER.

El ejemplo más grafico es la teoría de criminología económica, de Gary Becker, denominada las “Ventanas Rotas”, que consiste básicamente en observar como un automóvil estacionado por cierto tiempo en la vía pública, sin uso (como abandonado), y cualquier persona quiebra un vidrio, y este no es reparado. Luego, otro sujeto rompe un nuevo vidrio, hasta que después el vehículo queda sin vidrios y no es retirado de la vía pública. Esto genera un desinterés visible de autoridades y vecinos, que es mal interpretado por otras personas, quienes asumen que no hay interés por el control social.

Lo mismo ocurre con propiedades sin moradores, que se encuentran abandonadas y aunque tienen dueños, no existe mayor interés o preocupación por solucionar nada.

Todo esto genera una condición de impunidad, que permite asumir tácitamente que hay carta blanca para hacer lo que se quiera. Es decir, la interpretación es tan nociva que no tiene freno, más allá del problema estético se produce una condición de inseguridad total.

De ahí en más, la teoría de las ventanas rotas, que se afianzó en la década de 1980, se ha replicado en otras áreas, pero la relación crimen y economía van de la mano, porque además del valor patrimonial de las cosas, se aprecia una tendencia anómica (carente de normas) y de falta de motivación por la “gente de bien”, por mejorar los propios entornos de donde viven, como si tuvieran una tendencia a la autodestrucción a todo nivel.

Es decir, se evidencia una falta de interés por las cosas que sirven y que son necesarias, pero que no son cuidadas ni protegidas, como si no costaran nada, salvo que hayan sido regaladas o sustraídas.

El otro ejemplo, es lo que pasa con la destrucción por el fuego de propiedades de todo tipo y maquinarias, a lo cual hicimos alusión en la edición pasada de Tiempo 21, donde a los pocos días, nos informamos que fue quemado íntegramente el Reten de Carabineros de Rucalhue, comuna de Quilaco, en la Región del Biobío, sector pre cordillerano.

Haciendo un símil con las ventanas rotas, el escaso interés de las autoridades nacionales y regionales, y la baja intensidad de los reclamos de los vecinos afectados, significaron que esta mala noticia, para algunos que necesitan de este servicio público, pasara inadvertida prácticamente.

Total, de seguro el Estado tendrá que construir otro Retén o cuartel policial, así se estila ahora, jugar a reconstruir, sin importar las causas de los fenómenos.

El tema de fondo, es que la sociedad chilena, se acostumbró a las ventanas rotas y no duda vivir así -con este problema- reparando a lo maestro chasquilla, poniendo plástico o tapando con planchas de madera, total es más folclórico.

De los autores, mejor ni hablar ya que son personas dotadas del “Don” del soñador sin producción, amigos del asistencialismo.

El punto es, que ahora Chile esta con sus ventanas rotas y eso parece que a nadie le importa, nos acostumbramos y nadie hace nada, ojalá que esta mala práctica, no se masifique y se transforme en vidas rotas, eso sería más lamentable.

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