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Opinión

La parábola de las cucharas largas

Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 30 de septiembre de 2024 | Publicado a las: 17:21

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Por: Marcos Almonacid, Secretario de Estudios de la Carrera de Ingeniería Civil Industrial, UA

En tiempos donde el individualismo se exalta como clave del éxito, es fundamental reflexionar sobre el error de pensar que los logros personales son el resultado exclusivo de esfuerzos propios. Frases como «lo hice todo por mí mismo» no solo distorsionan la realidad, sino que ignoran la naturaleza profundamente social de nuestra existencia.

La parábola de las cucharas largas es una poderosa metáfora que ilustra esta interdependencia. En la historia, un grupo de personas se encuentra en una habitación con una mesa llena de comida deliciosa, pero se enfrentan a un desafío: las cucharas que tienen en sus manos son demasiado largas para que puedan alimentarse a sí mismos. Mientras algunos intentan, en vano, llevarse la comida a la boca, otros descubren que la única forma de alimentarse es usando las cucharas para dar de comer a la persona frente a ellos. De este modo, todos pueden satisfacer su hambre y disfrutar de la comida.

La lección es clara: cuando trabajamos juntos, nos ayudamos y cooperamos, todos prosperamos. Sin embargo, en la sociedad moderna, con frecuencia se promueve la idea de que el éxito es individual y que quienes lo alcanzan lo hacen sin ayuda de nadie. Esta perspectiva, además de equivocada, es peligrosa, ya que fomenta un egoísmo que puede fragmentar el tejido social que nos sostiene.

Cada uno de nosotros es producto de un sinfín de interacciones, apoyos y aprendizajes provenientes de otras personas. Desde la educación que recibimos, hasta las oportunidades que se nos brindan y las redes de apoyo que nos sostienen, la influencia de los demás en nuestras vidas es innegable. Incluso las infraestructuras y tecnologías que utilizamos diariamente son el resultado del trabajo colectivo de generaciones enteras.

La creencia de que alguien puede «hacerse a sí mismo» sin ayuda es una idea errónea que simplifica la complejidad de la vida humana. No solo minimiza el papel de otros en el éxito personal, sino que perpetúa la idea equivocada de que la independencia absoluta es posible o deseable. La realidad es que todos, en algún momento, hemos necesitado y seguiremos necesitando la ayuda de los demás.

Aceptar esta verdad no nos hace menos capaces o valiosos; al contrario, nos humaniza. Nos invita a reconocer que nuestros logros no se dan en un vacío y que debemos estar agradecidos por las contribuciones de quienes nos rodean. Este reconocimiento nos motiva a devolver ese apoyo, a contribuir al bienestar común y a construir una sociedad más justa y solidaria. Esta reflexión se vuelve aún más relevante cuando hablamos de profesionales en cualquier campo.

Las competencias clave del futuro como el trabajo en equipo, colaboración, aceptación de la diversidad de opiniones y la capacidad de pensar críticamente en grupo, ente otras, son indispensables para enfrentar los desafíos complejos de nuestra sociedad. Ningún problema importante se resuelve en soledad. Al contrario, las soluciones más innovadoras y sostenibles surgen cuando integramos múltiples perspectivas y trabajamos juntos para crear algo más grande de lo que cualquier individuo podría lograr por sí solo.

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