Publicado por: Karina Pavez | jueves 14 de mayo de 2015 | Publicado a las: 20:56
Roberto Ampuero: “Si Chile no asume la necesidad de desplegar una ofensiva mediática de largo aliento de cara a la opinión pública internacional, tendrá que resignarse a pasar a la defensiva a perpetuidad…”
Es probable que a Chile le vaya bien en La Haya, pero no se puede descartar que Bolivia consiga alguna concesión favorable a su causa. Sea positivo o negativo el veredicto, Chile debe saber que La Paz continuará su ofensiva mediática internacional en pro de un acceso soberano al Pacífico, pintando de paso a nuestro país como usurpador y belicoso, y a Bolivia como su víctima. Hay que saberlo: Evo Morales seguirá contando al planeta que el atraso de su patria es culpa nuestra.
En estas semanas Morales se refirió varias veces a la creciente simpatía mundial con que contaría su demanda marítima. En la medida en que intuye que el derecho no está de su parte, enfatiza lo emotivo y que los corazones del mundo lo acompañan. Hay sí que reconocerlo: en la opinión pública internacional, Evo logró despertar emociones a su favor.
Se trata de una ofensiva mediática que inició hace tiempo, una campaña sistemática que apela a las emociones y la conmiseración. No solo apoyan a Bolivia gobiernos bolivarianos, lo que la Nueva Mayoría no debe olvidar, sino también personalidades. Silvio Rodríguez, el magnífico trovador cubano y símbolo del castrismo, admite que respalda a Bolivia desde que una niña indígena altiplánica le pidió que le describiera el mar. De la emoción, Rodríguez sepultó a los chilenos y el Tratado de 1904. También simpatiza con Evo el ex Presidente uruguayo Mujica, a pesar de que si hay un país en América del Sur para el cual el respeto irrestricto a las fronteras ha sido garantía para su existencia, es Uruguay.
Chile se complica en la defensa mediática de su postura. No destaca las facilidades que ofrece a Bolivia. Por lo menos debería exhibir la carretera y el ferrocarril que mantiene hacia su vecino, las exenciones tributarias y los privilegios de almacenamiento y tránsito que le ofrece, y los 100 millones de dólares anuales que invierte en ese sentido. Tampoco menciona que sus ciudadanos rechazan modificar las fronteras, y que miles de bolivianos hallan mejores horizontes en un país que, según Evo, abusa de los indígenas y no cuenta con un Estado de Derecho.
Chile tiende a reaccionar solo ante las iniciativas diplomáticas bolivianas, y guarda silencio en el campo mediático, perdiendo así autoridad ante la opinión pública mundial. En reuniones de la OEA, por ejemplo, Chile se ocupa más del control de daños entre las delegaciones, pero lo hace de forma discreta, técnica, defensiva, y sin que sus argumentos trasciendan; lo contrario de Bolivia, que opera desde su papel de víctima culpando a Chile de sus males, afirmando que los chilenos apoyamos su demanda, marcando puntos ante la prensa. Que las diferencias con Bolivia sean un asunto bilateral, no implica que Chile deba disimular su posición en el ámbito mediático internacional, donde quien calla, otorga.
Si el país continúa postergando la dimensión mediática, no saldrá de su posición defensiva. Chile debe prepararse para la batalla que libra Bolivia desde hace tiempo para conquistar el corazón de la opinión pública mundial. Chile debe mostrar el odioso anti-chilenismo de Bolivia, la representación de Chile en sus textos, los himnos que llaman a conquistar ciudades chilenas. El país debe enfatizar que es una democracia y un Estado de Derecho, y que está interesado en la integración y la convivencia con sus vecinos y que su ejército, subordinado al poder político, solo tiene fines disuasivos.
Si Chile no asume la necesidad de desplegar una ofensiva mediática de largo aliento de cara a la opinión pública internacional, tendrá que resignarse a pasar a la defensiva a perpetuidad. Con independencia de lo que ocurra en La Haya, Bolivia continuará tratando convencer al mundo de su causa y del rol de villano de Chile.
Por Roberto Ampuero. El Mercurio, 10-05-2015