Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 4 de abril de 2021 | Publicado a las: 08:00
“…estamos en un deducible del calentamiento, pero no global, sino que sectorial, porque no alcanza ni interesa al resto del país. Estamos bajo el efecto invernadero de la falta de eficacia estatal y tenemos la contaminación de un basural sin dimensión conocida, aportada por camiones, maquinarias y casas quemadas”.
Escribe: Jorge A. Aguirre Hrepic, Profesor de Estado, consultor en Inseguridad Criminalista-Criminólogo.
El clima está cambiando, de esto no cabe ninguna duda, máxime que ha habido cumbres internacionales al efecto, acuerdos, convenciones, seminarios, publicaciones, libros y películas sobre el “Cambio climático”.
De esto se deduce el efecto invernadero, la basura en los océanos, la contaminación en general, en fin el calentamiento global.
A partir de lo planteado, no se cuestiona que en algún minuto llegaremos a la guerra de los elementos básicos pero no por el petróleo o minerales como se pudiera pensar, sino que por el vital elemento, es decir el “agua dulce”.
Hay que estar preparados ya que Chile, a decir por la falta de políticas públicas, no sabe que es propietario de un importante patrimonio de agua, una reserva natural que otros países más desarrollados, se quisieran para sí.
Para efectos de reflexión, quien no puede cuidar lo menos, lo que no cuesta nada ya que está ahí, menos puede cuidar lo más, léase como lo que cuesta alcanzar, lo intangible.
Sin temor a dudas, lo que más cuesta es el entendimiento humano, la práctica de valores, el bien común, la conversación sin descalificaciones, los aspectos éticos, la moral, la racionalidad y la verdad.
Más allá de los planteamientos filosóficos, que aburren a la mayoría, fundamentalmente por desconocimiento de los alcances de esta disciplina que solo trata del “amor al conocimiento”, al saber y comprender el por qué de las cosas.
Pareciera que la verdad no interesa a nadie, solo importan los detalles exquisitos que alimentan la morbosidad de las personas para manejar los aspectos de quienes son los participantes de uno u otro hecho.
Solo basta con que ocurra un accidente, ojala con fallecidos, para que las calles se llenen de observadores, todos expertos en accidentología. Cuando hay un partido de fútbol, todos son entrenadores delante de una pantalla y sin transpirar una gota de sudor pero chorreados de cerveza u otro elixir, opinan de todo.
Como olvidar al desaparecido Eduardo Bonvalett, que amenizaba lúdicamente los análisis futbolísticos o a don Julio Martínez, quien sabiamente criticaba y derrochaba múltiples análisis futbolísticos por años.
En la arena política, especialmente la chilena, los epítetos son tan variados y carentes de objetividad que en sus alaridos, meten más bulla que los asistentes al coliseo romano ante la lucha de gladiadores.
En síntesis siempre los filodoxos (amantes de la opinión) han operado en demasía, criticando de todo sin formular aportes.
La historia de la humanidad está plagada de ejemplos donde la dialéctica popular ha causado destrozos a la imagen de las personas, tergiversado los hechos, aun siendo testigos ya que la interpretación de los acontecimientos, muchas veces es antojadiza. De ahí que los historiadores, como una manera de control, han tratado de ser fieles contadores de la verdad. Aun así, ante un mismo hecho surgen varias hipótesis, teorías y dinámicas, que el lector dependiendo de su criterio y preparación, puede concluir más allá de los propios contextos en que habrían ocurrido.
Para que hablar de aquellas culturas que lejos de la escritura, cuentan de generación en generación por vía oral, sus mitos, leyendas, verdades e historia. Si el papel aguanta todo, imagínense la oratoria. Algunos no se ponen ni colorados.
Como la gente lee muy poco, especialmente en Chile, piensen la de historias que hay sobre los últimos 50 años. De nada sirven, ni los documentales.
En este mismo orden de ideas, cuando los documentales, programas, películas y obras teatrales, son contados por un sector ideológico, la contaminación es a todo ritmo. Total nadie investiga.
¿De quién es la culpa, por decir lo menos?
Es claro, de los otros sectores ideológicos que han dejado hacer y deshacer, sin contrapeso alguno, a los dueños de la verdad de siempre.
No sirve de nada llorar sobre la leche derramada, cuando no ha existido el más leve interés por instruir a las nuevas generaciones en forma debida, ajustada a los acontecimientos, sean políticos, económicos y sociales. Hay que esperar que pasen los años y sigan los errores para entender lo que realmente ocurrió.
Este ejercicio es lo más parecido a los antiguos profesores de básica, media y estudios superiores, rigurosos en la enseñanza que casi todos, en tiempo presente mientras estudiaban, odiaban a rabiar, pero cuando adultos recordaban con cariño y recién entendían que era por el propio bien de sus alumnos. Ejemplo clásico, los profesores normalistas.
Hoy, mejor no referirse al tema.
Lo mismo ocurrió con aquellos reporteros y comunicadores de diarios revistas y televisión, no titulados, que hicieron de su oficio un santuario de la ética y moral para informar, enseñando al público.
Luego surgieron las anti universidades, que crearon las carreras de periodismo y hubo cambio de giro en el negocio, comunicar e informar pasó a depender de nuevos editores, propietarios de los medios de comunicación y por cierto de quienes pagan la propaganda o realizan el canje entre empresas, patrocinadores y los artistas del periodismo.
Hay buenos periodistas, por cierto, pero no son la mayoría, es más quedan en el camino, a veces no generan rating.
Si hubiera existido el periodismo en la antigüedad, no caben dudas que la historia habría sido otra. Calígula hubiera sido el mejor emperador de todos los tiempos.
En la práctica, depende de la lupa del medio periodístico para cómo se cuenta la historia, el énfasis que se pone y el insumo que se entrega al venerable y popular público. Quien consume el producto sin cuestionamiento y si fue una falsa noticia, pronto se olvida.
Dicho sea de paso, las evidencias hoy, no sirven ni para conmover a la gente y menos ilustrar a un tribunal, solo lo que dice “farandulandia”, cuenta para establecer una verdad.
La carga de la prueba, hoy se conoce como la carga periodística, donde un caso se abre o se cierra, si hay expectación sensorial con el público, quienes aletean por instalar la verdad subjetiva de la popularidad.
Pareciera que todo da lo mismo, pero no es así y por eso paso a enunciar solo algunos casos relevantes.
El tratamiento periodístico a los acontecimientos del 18 de octubre de 2019, fue a todo nivel, sin control, sin objetividad, con interpretación de imágenes y subrayaron lo malo de un sector y una institución. Cero ayuda a la prevención, es más hubo agitación periodística en terreno. Cientos de casos lo demuestran.
La pandemia del covid 19 todo tipo de comentarios, ni hablar del daño al ministro de Salud de la época, le asesinaron su imagen y no la restauran aun después de haber realizado las estrategias para conseguir las vacunas, anticipadamente, primero que muchos países. Tanto es así, que se informó que la presidenta del Colegio Médico las había conseguido. La guerra de desinformación y confrontación fue tan dura, que aún no se puede concentrar en obtener mejores soluciones.
Para los medios de comunicaciones y algunas autoridades, pero formulados por programas especiales, no había droga en una comunidad mapuche denominada Temucuicui, pese a varios procedimientos policiales. Tuvo que morir un subinspector de la PDI, (Morales), para que recién se dijera por los medios de comunicaciones sociales que había droga en dicho lugar.
Estos mismos medios, en cientos de programas han informado que no hay terrorismo en la Araucanía, al sur del Biobío ni en el norte Los Ríos, diciendo que los incendios a camiones, casas, cosechas y bosques, obedecen a la violencia rural, sin indagar en mayores detalles ni ser inquisitivos con la autoridad a la hora de formular preguntas.
Tuvo que ocurrir un ataque directo a un vehículo particular sin logo corporativo de prensa, que era tripulado por una pareja de “detectives periodísticos”, los cuales lamentablemente resultaron lesionados, para que recién y solo recién, hablaran de “Terrorismo” en la mal llamada macrozona sur.
Surge la duda que hubiera pasado si el entrevistado que momentos antes estuvo con ellos, conocido dirigente y comandante de las huestes territoriales del sector amagado, denominado eufemísticamente como el “Negro” (Héctor Llaitul), al andar en esa camioneta hubiera resultado también lesionado o fallecido.
La noticia habría sido de proporciones galácticas, y los culpables potenciales requeridos en cinco minutos, total hoy gobierna la post verdad.
Quien grita y rezonga primero, gana.
Ahora no importan los antecedentes, no interesan los detalles, una vez más hay que esperar investigaciones y querellas, resoluciones y programas televisivos. Eso es lo que vende ¿o no?
Volvamos al principio, estamos en un deducible del calentamiento, pero no global, sino que sectorial, porque no alcanza ni interesa al resto del país. Estamos bajo el efecto invernadero de la falta de eficacia estatal y tenemos la contaminación de un basural sin dimensión conocida, aportada por camiones, maquinarias y casas quemadas.
Se llenan la boca con los factores medio ambientales, para no instalar plantas eléctricas, plantas de tratamiento, energía eólica etc. Lo que no entienden, es que los seudo terroristas quieren una parte de la torta sin haber puesto un peso en los ingredientes y no son amigos del cumpleañero, ergo no están invitados.
Si los invitan al cumpleaños, no van por que están resentidos porque a sus parientes anteriores, no los invitaron a otros cumpleaños y cuando deciden ir a esta fiesta, llegan pateando todo, por el solo hecho de pretender ser históricamente malas pulgas.
Lo que ocurre que los caballeros que están invitados al cumpleaños, son timoratos comensales, que prefieren mirar al espacio o a los hoyos del suelo, antes que mirar cómo le quitan la torta y le tocan los glúteos a la cumpleañera.
Eso es La Araucanía, una dama, vejada, humillada y mancillada, que no es defendida por quienes están llamados a hacerlo.
Tal vez, deba ser atacado una máxima autoridad nacional, para que entiendan cual es el problema, más allá de toda duda razonable.