Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 15 de marzo de 2021 | Publicado a las: 17:08
“Necesitamos distribuir la riqueza, igualar el acceso a las oportunidades y beneficios del desarrollo, seamos competitivos, seamos justos, que vuelva la honestidad, rectitud y lealtad. Pero antes definamos el camino a seguir, el futuro, evitemos que cada uno camine sin saber cómo hacerlo, rompamos la anomia, nadie sabe que va a pasar mañana.
La planificación no existe, el relevo presidencial más tarde o temprano, no podría ser peor.
Que lamentable, Sebastián Piñera Echeñique, que no seas una estatua, para sacarte del empotramiento, trasladarte en una carreta y decirte “Good bye, Mr. President”.
Escribe: Jorge A. Aguirre Hrepic, profesor de Estado, consultor en Inseguridad, criminalista-criminólogo
Definitivamente las coincidencias existen, tanto en la mitología como en la vida real, aunque cueste creerlo.
También puede haber algo de copia en los hechos o prepararse los escenarios con la finalidad de dar legitimidad a determinadas conductas e inconductas, dependiendo de los niveles de interés de las personas que participan en las actividades.
Otra versión, muy acomodaticia, por cierto, se regula sola, por cómo se dan los tiempos y se alinean los astros, invocando a la santa suerte para que las cosas caigan, como anillo al dedo, que todo calce.
Seguidamente, los acontecimientos denominados sociales, pero que son más que eso, han marcado una tendencia para generar cambios, que no todos necesariamente entienden, pero si hay que asumir, sobre todo cuando el trabajo de los asombrados perdedores, ha sido a lo menos deficiente.
En la práctica, hay que dejar de llorar y llorar por el agua que corre o por la leche derramada o lisa y llanamente, porque se quebró la chuica de tinto.
No queda otra que entender y comprender cuan responsables somos de nuestros actos, aunque sea indirecto. La omisión, también tiene responsabilidad.
Finalmente, en este problema, hay dos recursos que complican, la muerte y las enfermedades crónicas o graves.
Respecto de lo último, surge la coincidencia, muy irónica y paradojal, que nos convoca, conforme a la etapa crucial que estamos viviendo en Chile y que muchos no ven con seriedad, confundiendo la economía con el futuro que nos depara.
También en un mes de octubre, pero de 1989, la situación tras el muro de Berlín, específicamente en la República Democrática Alemana (RDA), que, dicho sea de paso – de democrática no tenía nada- estaba sumida en una profunda crisis, al mando de Erich Honecker (jerarca que finalizó sus días de vida en Chile, donde fue acogido con especial consideración).
En plena crisis, una mujer alemana admiradora acérrima del sentimiento socialista pro soviético, miembro del partido político único y plenipotenciario, pierde el conocimiento, entrando en coma profundo por varios meses, al sufrir por observar como su hijo adolescente participaba precisamente en los disturbios contra Honecker, un dictador que nunca entregó el poder, bueno eso solo pasa en Chile, país excepcional desde donde se lo mire.
El problema comienza, cuando ella despierta del coma y el médico tratante recomienda que la paciente no sufra episodios complejos y traumáticos, partiendo de la base que había sido abandonada por su esposo, quien se fugó a la Alemania Federal. Aquí, el hijo, entendiendo la enfermedad de su madre, asume que, si ella se entera de la caída del muro de Berlín, la libertad de los berlineses, el triunfo del capitalismo y el cambio de vida habitual de sus conciudadanos, su estado de salud se agravará, así que, como buen hijo, se colude con médico y amigos, y la aísla de la realidad, creando un mundo paralelo. Es decir, una burbuja.
En este mundo ficticio, los esfuerzos se encaminan en mostrar la continuidad inexistente de una forma de vida, que ya no era tal ya que, hasta los vecinos de la enferma, se habían adaptado a la unificación de la Alemania, a la nueva forma de vida abierta al mercado y por lo tanto al cambio de muebles, vehículos y comida rápida.
Para evitar que la verdad le hiciera daño a la madre, el hijo planificó un montaje- bien intencionado- creando falsos telediarios y noticias, que mantuvieran latente la vida socialista con todos sus aderezos, realzando un liderazgo inexistente, así el departamento familiar se transforma en un iglú antártico ubicado en el desierto atacameño, como un lunar, todo sea por la salud de una persona. En el nombre de la Madre.
Los pormenores son muchos, lo esencial, es que de repente aparece un helicóptero del cual pende la estatua de “Lenin”, sí, de Vladimir Ilcih Ulienov, el máximo líder de la revolución bolchevique, como el símbolo del fin de una era.
La película, de Wolfgang Becker, pasa a llamarse “Good Bye, Lenin”.
En otro continente, miles de kilómetros al sur poniente y años después, en una república, que no sabe que es democrática llamada Chile, ocurre un acto coincidente, pero esta vez desde la otra vereda, con otros elementos y otras intenciones.
En esta oportunidad la prensa distorsionada, es de verdad.
Esta vez, no hay helicóptero, la estatua no va por aire y no es de un extranjero, sino que, es la estatua de un connacional que efectuó un gran aporte a la patria, hace más de 100 años, independiente de lo que algunos piensen, pues, aunque no estando de acuerdo, han profitado de los beneficios económicos de la Guerra del Pacifico. Me refiero a la estatua ecuestre del general Manuel Baquedano.
Lo real, mientras escribo esta nota, observo por la pantalla del televisor, su retiro del vetusto empotramiento, esta vez por el accionamiento de una grúa, que, en forma fría, arranca del cemento parte de una historia y aunque trato de no emocionarme, nadie está obligado a lo imposible.
Por lo tanto, se escribe un párrafo, mas no el guion de una película titulada “Good bye, general Baquedano”. Aunque no creo que termine una era.
Los actos, son hechos que independiente de su tentativa, cuando se ejecutan sacan a relucir consecuencias a veces insospechadas.
Surge una pregunta ¿o no?
Porque se va el general Baquedano, si en nombre de él no se invadió Chile, fue al revés, le dio glorias militares a Chile. Es un héroe.
Como si mañana, Perú retirara a Grau, Uruguay a Artigas, Argentina a San Martin, Colombia a Bolívar y Bolivia a Sucre.
Hay medidas que nadie entiende, que no tienen explicación y por último no se ve la utilidad.
De ahí en más, en lo fundamental, el retiro de la estatua del general Baquedano, es el resultado indubitado de una actitud irresponsable de todos, no solo del causante principal.
Sí señores. De todos los chilenos, de todas las clases sociales, profesiones, oficios y colegas de carretes, que no han tenido la claridad para entender lo que representan los signos, imágenes, bustos y estatuas.
No han entendido nada. Hoy estamos presenciando una afrenta al siglo XIX, que no sabemos cuánto sudor, sangre y lágrimas costó. Invitando a las nuevas generaciones que gobiernen en el siglo XXII, a borrar de un plumazo nuestra vida e historia contemporáneas, no existiremos para ellos, un pueblo sin historia ni memoria. Sin necesidad de tropezar de nuevo con la misma piedra. Así de simple.
Sin duda, a fines del siglo XXI, nosotros seremos los invadidos, perderemos hasta La Serena y la Patagonia será repartida por argentinos y sionistas. Tal vez nos llamaremos Argenchile. Bueno, lo que el lumpen escoja.
Seremos botín de guerra, eso nos falta y sería innovador para los progres multicolores, los mapuches serían apaches, los rapa nui serían maoríes, Codelco volvería a llamarse International Anaconda Company.
Como no veo a nadie llorar, la sentencia de Fresia mirando a Caupolicán, devolviéndole el hijo a un supuesto cobarde por haberse dejado capturar, hoy perdió vigencia. La cobardía paso a ser una virtud, generalizada en esta generación.
En definitiva, nosotros el pueblo de Chile, somos los responsables, escogimos un presidente, visualizado como un remedio, y paso a ser más complicado que la propia enfermedad, de ahí el fetiche que tiene por las vacunas, tal vez quiso llamarlas “Corona Sebastián”, para seguir inmortalizándose en el ámbito de la estupidez humana.
Hace tiempo que una persona de esta nacionalidad chilena, no generaba tal odio, no irradiaba tanta mala suerte, imprecisión e ineficacia, con la agravante de no demostrar entendimiento, presupone que es la actitud de un capitán de barco que no asume que tiene un forado bajo la línea de flotación, olvidando que, en el ejercicio del mando, la responsabilidad es intransferible. Típico de aquellos mediocres personajes acomodaticios a los acontecimientos que escalan al amparo de otros.
Son innumerables los desaciertos, no son errores, son actos intencionadamente estúpidos, fallidos, sin ánimo de corregir, sin interés en evitar los nefastos resultados.
Quienes votamos por el presidente Piñera, ya no damos más, la vergüenza nos consumió, la potente figura presidencial se deshizo, desapareció fugazmente.
No sabemos quién manda en Chile, pero lo intuimos.
Necesitamos distribuir la riqueza, igualar el acceso a las oportunidades y beneficios del desarrollo, seamos competitivos, seamos justos, que vuelva la honestidad, rectitud y lealtad. Pero antes definamos el camino a seguir, el futuro, evitemos que cada uno camine sin saber cómo hacerlo, rompamos la anomia, nadie sabe que va a pasar mañana.
La planificación no existe, el relevo presidencial más tarde o temprano, no podría ser peor.
Que, lamentable Sebastián Piñera Echeñique, que no seas una estatua, para sacarte del empotramiento, trasladarte en una carreta y decirte “Good bye, Mr. President”.