Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 13 de noviembre de 2022 | Publicado a las: 10:37
Escribe: Ximena Sepúlveda, Seremi de Vivienda y Urbanismo Araucanía
La emergencia habitacional en Chile se hace cada día más presente. De acuerdo a las cifras aportadas por Déficit Cero, se estima que el déficit habitacional en el país supera las 640 mil viviendas. El explosivo aumento de los campamentos así lo demuestra, la reciente actualización del Catastro Nacional de Campamentos levantado por el MINVU muestra que hay más de 1000 campamentos en el país que albergan a cerca de 72 mil hogares; y los comités de vivienda que llevan años a la espera en una incansable lucha aumentan día a día.
Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de “emergencia habitacional”? Pues no sólo corresponde a la estimación del número de viviendas a construir; sino también, y de un modo preponderante, a la consideración de la experiencia que viven cotidianamente las personas que carecen de ellas. El impacto en la vida diaria es enorme, los conflictos que surgen por vivir allegados a otras familias, carecer de un lugar donde los hijos puedan hacer sus tareas escolares, turnarse para cocinar, o descansar en un dormitorio propio, son solo algunas de las expresiones de esta carencia.
En el mundo rural, aquello se multiplica además por la condición de vínculo con la tierra, en el sentido de residencia, permanencia y pertinencia. De forma que la vivienda constituye la base primordial de la cultura del campesino, como un modo de ser que lo caracteriza.
Si consideramos aquello, comprenderemos que la emergencia habitacional no solo nos habla de cantidades, sino de cómo se vivencia la experiencia de habitar, la que se articula con otras experiencias de la vida como un todo, generando, en un sentido positivo, una condición de dignidad y sentido social, una condición de espíritu. La experiencia que vivimos cotidianamente es al alma lo que el respirar es al cuerpo; si no se respira bien el cuerpo no puede estar sano, del mismo modo, si la experiencia del habitar es traumante, el alma se enferma.
Es por ello, que resulta primordial entender que la política habitacional, si no da sentido a esta experiencia de habitar como condición de base, difícilmente abrirá caminos para resolver la emergencia. ElPlan de Emergencia Habitacional propone, en este sentido, entender el desarrollo integral de nuestras ciudades y territorios, fomentando condiciones de habitar dignas para las familias, esto significa no solo el aumento estructural de la oferta habitacional de nuestras ciudades y territorios, conteniendo en cuatro años el déficit en un 40%, sino que, junto a ello, promoviendo la recuperación de rol del Estado como garante de derechos, mediante una planificación de mediano y largo plazo, que en conjunto con todas las instituciones públicas, sociales y privadas que actúan en los diversos territorios del país permitan aunar esfuerzos para garantizar el Derecho Humano a la Vivienda Adecuada (Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Generales, aprobado por Naciones Unidas en 1966 y ratificado por Chile en 1972).
Esto significa producir más y mejores viviendas, pero asegurando el desarrollo integral de territorios más equitativos que favorezcan la integración social -urbana y rural-, a través de herramientas de gestión de suelo y de la diversificación de las líneas programáticas de la política habitacional, generando condiciones socioespaciales para que la experiencia de habitar responda efectivamente a las necesidades de las personas.