Publicado por: DiarioTiempo21 | lunes 8 de agosto de 2016 | Publicado a las: 16:50
Un escritor mapuche, Elicura Chihuailaf (Quechurehue, 1952), ha sido nominado al Premio Nacional de Literatura. Aunque ya lo intentó en 2012, cuando ganó Óscar Hahn, es el primer indígena chileno en ser postulado. Es uno de los 14 candidatos, que incluyen a otros destacados autores como Claudio Bertoni, José Ángel Cuevas, Pedro Lastra y Carmen Berenguer, cada uno con sus patrocinadores.
Este poeta es respaldado por la Universidad de La Frontera de Temuco y cuenta con más de doscientos adherentes, entre ellos tres Premios Nacionales, tres rectores y un amplio espectro de personas del mundo académico y cultural.
“En este momento ciego de nuestro país, donde la incancelada violencia ejercida sobre La Araucanía no ha hecho sino crecer, otorgarle el Premio Nacional a Chihuailaf significa no solo el reconocimiento a un gran poeta, sino a un pueblo”, señala la carta que el poeta Raúl Zurita, Premio Nacional de 2000, envió a la ministra Adriana Delpiano.
Chihuailaf posee una dilatada trayectoria. Tras cursar la educación básica en el Liceo Atenea, de Cunco (que hoy tiene una biblioteca que lleva su nombre) y la secundaria en el Liceo Pablo Neruda de Temuco, se tituló como obstetra en la Universidad de Concepción, aunque nunca ejerció.
Sus obras llenas de simpleza y profundidad –ha escrito 17 libros, entre El invierno y su imagen (1977) y La vida es una nube azul(memorias, 2016)– han recibido diversos galardones, como el Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1994), el Premio Municipal de Literatura de Santiago (1997) y el Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier (2014).
Asimismo, ha sido traducido a varios idiomas, como el alemán, croata, francés, holandés, húngaro, inglés, italiano y sueco. Junto al grupo Illapu, musicalizó «Bío-Bío, sueño azul», uno de sus poemas más importantes, mientras el compositor chileno Eduardo Cáceres ha puesto música a varios de sus versos.
Sus patrocinadores además destacan que sus poemas están incluidos en 50 antologías en todo el mundo, que hay 6 exposiciones plásticas y 5 obras de teatro y danza inspiradas en su obra, así como 12 documentales, cortometrajes o especiales televisivos sobre su trabajo. Esto, junto a más de 100 visitas a colegios y 25 universidades en Chile, y 16 visitas a Universidades en tres continentes.
Entre los que lo respaldan en su candidatura están los Premios Nacionales Iván Núñez (Educación), Sonia Montecino (Ciencias Sociales y Humanidades) y Jorge Pinto (Historia). También los rectores Sergio Bravo (Universidad de la Frontera), Aliro Bórquez (Universidad Católica de Temuco) y Álvaro Rojas (Universidad de Talca), y alcaldes como Carolina Tohá (Santiago) y Josefa Errázuriz (Providencia).
Para muchos, otorgarle el premio sería también reparar la injusticia cometida con otros autores, como Enrique Lihn, Jorge Teillier o Vicente Huidobro, que nunca lo obtuvieron.
La académica Paula Miranda, de la Universidad Católica, es una de sus más fervientes adherentes. «Tengo fe en que sí pueda ser la primera vez que Chile le entregue el Premio Nacional de Literatura a un poeta mapuche, eso sí sería un hecho histórico», comenta. «Esto no quiere decir que se lo tengan que otorgar por el hecho de ser mapuche, sino porque, entre todos los posibles premiados, todos muy meritorios por cierto, es Elicura Chihuailaf el que ha hecho un aporte más significativo y trascendente, desde su condición de mapuche, a la cultura, la educación y las artes literarias en Chile».
La académica, que se desempeña en la UC en el ámbito de la poesía chilena desde 2005, destaca que el autor «representa la posibilidad de diálogo y de conversación entre los chilenos y el pueblo mapuche», en un momento de alta conflictividad.
«En un contexto de desencuentro político, ante la pérdida de la valoración de la vida humana como bien superior, en momentos, en los actores políticos, las palabras de Elicura que nos dice que es una lucha por ternura, nos recuerdan que no es positivo perder la palabra, a pesar de que el hombre blanco nos ha tratado, a partir del genocidio de la ocupación, de una manera violenta», coincide el historiador Fernando Pairicán.
«En este actual contexto, Elicura es un reconocimiento de avanzar en una tregua, de retomar la palabra, la sabiduría de los antiguos y dar pasos sustanciales en nuestros derechos colectivos que como pueblo portamos», remata.
Para el editor Paulo Slachevsky, su nominación releva la importancia que ha tomado la creación poética de las y los poetas mapuches en estos últimos años, «y que esa creación no puede seguir siendo silenciada. Es fundamental que la literatura de este largo territorio también dé cuenta de los diversos pueblos que lo componen», afirma convencido.
«La poesía no sirve para nada/ me dicen/ Y en el bosque los árboles/ se acarician con sus raíces azules/ y agitan sus ramas el aire / saludando con pájaros/ la Cruz del Sur», reza el poeta en «La llave que nadie ha perdido», uno de los poemas que integra De sueños azules y contrasueños, una de sus obras más importantes.
En su mundo, la tradición oral mapuche es fundamental (él habla de «orilatura»). Según el portal Memoria Chilena, «la mayor influencia sobre su producción literaria la ejercieron sus abuelos, padres, tíos y tías, quienes cantaban a orillas del fogón como preparativo ritual, pues su abuelo era lonko de la comunidad». Personas como «mis abuelos, mis padres, mis tías Jacinta y María, mis tíos Antonio y Andrés», detalla.
Entre sus referentes propiamente literarios se cuentan autores chilenos como José Santos González Vera, Manuel Rojas y Nicomedes Guzmán, pero también libros tan diversos como Corazón(Edmundo De Amicis), Emilio y los detectives (Erich Kästner), El principito (Antoine de Saint-Exupéry). Entre los extranjeros cuenta a Italo Calvino, H.G. Wells, Honoré de Balzac, Eugenia Grandet, John Steinbeck, José María Arguedas, José Eustaquio Rivera, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar.
Él mismo dice que su poesía se centra en su infancia, «plena de ternura y naturaleza: insectos, pájaros, nubes, lluvia, llovizna, neblina, nieve, esteros, bosques, flores, hierbas medicinales, piedras, hongos, animalitos, fogón, familia».
También menciona «la casa Azul en Kechurewe, el río Allipén, el lago Colico, el volcán Llaima, el cerro Rukapillán, la cordillera de Werere; la Luna, el Sol y las estrellas. Y todos los gen, espíritus dueños de todo y de todos». Además de, por cierto, el nvtram, el «arte de conversar», que –en sus palabras– consiste sobre todo en «aprender a escuchar».
Chihuailaf es dueño de «una poética que no solo da cuenta de una voz personal, sino que expresa también la particular visión de mundo de un pueblo, de sus sellos identitarios», comenta Slachevsky. «Su obra en prosa Recado confidencial a los chilenos marca en tal sentido un punto de inflexión en el discurso escrito mapuche», afirma.
Miranda estima que sus libros son «mensajes que él y la historia mapuche le están entregando a Chile y al mundo, mensajes que todavía no asumidos cabalmente como sociedad chilena». Y cree que poemas como “Sueño azul” no son solo textos literarios sino también «un puente para superar el abismo ‘sin música ni luz’ que separa a nuestros pueblos, el chileno y el mapuche. Por eso él es un poeta, como tantos otros grandes poetas chilenos, que porta una misión que va más allá de su obra misma: recomponer la conversación entre los pueblos».
El propio poeta admite que tiene «el enorme privilegio de ser la primera persona nativa que le toca vivenciar esta circunstancia (de la nominación al Premio Nacional), no solo en Chile sino en nuestro continente, me dicen».
«Me parece que es de importancia fundamental, pues con ello se reconoce la validez, la profundidad, de nuestra oralitura. Se trata –ni más ni menos– de la palabra poética, no solo en el sentido de verso sino de expresión de lo mejor del pensamiento –ternura y belleza– en toda cultura humana; de la cultura mapuche en este caso. Me parece que con esto la literatura chilena asume que la oralitura mapuche ha ensanchado su caudal y reconoce y suma, sin restarnos autonomía, nuestra vertiente prístina en su diversidad», sostiene el autor.
Para él, la recepción del Premio Nacional aceleraría «el andar de la sociedad chilena en su camino hacia el reconocimiento de su hermosa morenidad, su identidad; y con ello –me parece– abrirá una ventana, o una puerta quizás, hacia el diálogo imprescindible y urgente entre nuestros pueblos», en medio de un conflicto sobre el cual realiza un crudo diagnóstico.
«El conflicto lo generó el Estado chileno y es sostenido por la chilenidad superficial y enajenada que lo originó, una mínima minoría chilena hasta ahora enquistada –con todas sus empresas– en el poder», expresa.
«Me parece necesario decir que es evidente que desde el punto de vista histórico, económico, social, en este país coexisten dos chilenidades: la chilenidad profunda y huérfana, sin padres ni madres de la ‘patria’ –y, además, sumida en un gran saco que es el ‘roto chileno’–, que es y debiera ser nuestra aliada en la lucha contra el saqueo del agua, los bosques, los minerales, en este ancho y largo territorio; y la chilenidad superficial y enajenada, saqueadora, solo con padres de la patria, que levantó la muralla que hasta ahora –transnacionalizada– nos sigue separando».
Hace ya más de una década, convocado a dictar una clase inaugural en la Universidad de Los Lagos, en su sede en Coyhaique, Chihuailaf propuso que Chile debiera caminar hacia un «País de Regiones Autónomas», «pues la actual ‘regionalización’, centralizada en Santiago, solo sirve a esas pocas familias, cada vez más acaudaladas y más feroces, dueñas del poder».
«Ello además contribuiría a que los pueblos nativos tengamos nuestra propia autonomía y luego podamos caminar hacia nuestra antigua realidad: la autodeterminación. En esto es imprescindible cambiar la Constitución», concluye.
Con información de el Mostrador.cl