Publicado por: Claudio Nuñez | sábado 26 de octubre de 2019 | Publicado a las: 11:04
En las batallas de Concón y Placilla, las fuerzas leales al Presidente José Manuel Balmaceda fueron derrotadas. El mandatario entregó el poder al general Manuel Baquedano el 28 de agosto, mientras las fuerzas revolucionarias entraban a Santiago, el presidente se refugió en la Legión de Argentina, y se suicidó en septiembre de 1891, un día después de que expirara su periodo constitucional como Presidente.
Las diferencias entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, la discusión sobre el presupuesto fiscal de 1891 fue una de las grandes causas del conflicto.
El hecho que desencadenó la guerra fue el cierre del Parlamento por parte del presidente Balmaceda. En este conflicto el Ejército de Chile se dividió, apoyando a ambos bandos, la Armada se unió a los congresistas.
Prof. Jorge Aguirre Hrepic, consultor en Inseguridad, Criminalista-Criminólogo.
Los conflictos sociales, se pueden saber cómo empiezan, pero no proyectan como terminan, ni aun en las mejores negociaciones.
La colisión de intereses es parte de la naturaleza humana, especialmente cuando las partes, no saben leer las necesidades de las masas y a través de los tiempos son muchos los modelos para observar.
Basta con estudiar la revolución francesa de 1789 donde el pueblo organizado derrocó al rey de Francia y toda la monarquía de Europa se asustó, con los cambios que se implantaron.
Luego, la primera revolución industrial de 1830 también golpeó a Europa, efectuándose grandes transformaciones económicas, tecnológicas y sociales, siguiendo otras acciones.
Seguidamente, la guerra de secesión o guerra civil norteamericana, entre las fuerzas del norte o gubernamentales y las fuerzas rebeldes del sur (estados confederados), en 1861, donde el conflicto esencial fue por la esclavitud que deseaban expandir las fuerzas del sur.
Finalmente, también en Europa, en pleno siglo XX, la efervescencia política, asociada a temas laborales hacía tiritar a los países industrializados como Inglaterra, con el planteamiento filosófico de las ideas marxistas y comunistas. Pero, los analistas se equivocaron, y la Rusia zarista, eminentemente agrícola, sufrió las consecuencias de la Revolución de Octubre o Bolchevique, transformando a toda la sociedad y formándose la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Desencuentros “a la chilena”
En Chile, joven república, los caudillismos a poco andar no se hicieron esperar, y mostraron sus colmillos políticos, apoyados por militares y se sucedieron no pocas acciones asimétricas, guerras civiles y golpes de estado.
La primera de fuerza y connotación fue la revolución o guerra civil de 1851, que comenzó en las calles de Santiago, con ataques a cuarteles militares y desórdenes, luchando dos bandos políticos, principalmente para modificar la Constitución de 1833, de Mariano Egaña, que estableció un gobierno presidencialista. Luego se extendió a todo Chile de la época.
En 1859, después de 8 años, las fuerzas políticas no quedaron quietas, y el gobierno autoritario de Manuel Montt, siguió persiguiendo a sus opositores políticos.
A ello, se agregó el innegable auge de la minería del cobre y la plata, en la provincia de Atacama, donde Copiapó adquirió notoriedad como la zona productiva para Chile (como los es Calama en la actualidad), lo que provocó rivalidades con las provincias agrícolas del sur.
El estallido de la revolución se debe a la proposición de la candidatura de Antonio Varas, ministro del interior de Montt, a la presidencia de la República.
El industrial minero Pedro León Gallo Goyenechea, dedujo lo que sucedería si continuaba este gobierno y por ello complotó con grupos políticos radicales y liberales para dar un golpe de estado y por eso el gobierno declaró el estado de sitio en todo el país.
Finalmente, se produjo la guerra civil chilena de 1891 o Revolución de 1891, siendo un conflicto armado entre los partidarios del Congreso Nacional y los partidarios del Presidente de la República José Manuel Balmaceda.
Las diferencias entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, la discusión sobre el presupuesto fiscal de 1891 fue una de las grandes causas del conflicto.
El hecho que desencadenó la guerra fue el cierre del Parlamento por parte del presidente Balmaceda. En este conflicto el Ejército de Chile se dividió, apoyando a ambos bandos, la Armada se unió a los congresistas.
En las batallas de Concón y Placilla, las fuerzas leales al Presidente fueron derrotadas. Balmaceda entregó el poder al general Manuel Baquedano el 28 de agosto, mientras las fuerzas revolucionarias entraban a Santiago, el presidente se refugió en la Legión de Argentina, y se suicidó en septiembre de 1891, un día después de que expirara su periodo constitucional como Presidente.
Posteriormente, ocurrieron otros golpes de estado y asonadas militares o movimientos políticos que utilizaron a militares para sus fines, que no son del caso mencionar en estos primeros párrafos, pero en forma resumida se lee los indicadores, donde fácilmente se pueden encontrar similitudes con la efervescencia política que se vive en la actualidad, aunque guardando las distancias lógicas.
Parece que nada hemos aprendido los chilenos, siguen los mismos mezquinos intereses y las autoridades políticas y sus propios partidos, independiente del planteamiento ideológico y filosóficos, los que lo tienen, no han sabido interpretar las necesidades. No han estado a la altura de la circunstancias, toda vez que los principales actores llevan 30 años de servicios y unos pocos más de preparación en el clandestinaje, en la subversión, en la intriga, en la preparación de cuadros, sabotajes, doctrina, inteligencia y contrainteligencia y administración de recursos de todo tipo, hasta inmobiliarios. Es decir, animales políticos con experiencia operativa, que bien los hace acreedores a condecoraciones y medallas.
Fuera de los dogmas y paradigmas múltiples planteados por cada ideología. Los “señores políticos”, como expresaba el dictador para algunos y salvador para otros, donde la Junta de Gobierno ya fue olvidada, demuestra que no quieren a Chile para nada, pura boca y verborrea a la hora de demostrar con obras su amor al país, han retrocedido guiados por sus intereses personales, mas no por el amor a la patria.
Hoy, cuando más que nunca, deberían haber dado el ejemplo, y apoyar al Presidente, quien independiente de sus virtudes y defectos, debe responder por las actuaciones de toda la casta política chilena, que en décadas han hecho caso omiso a las demandas y necesidades del pueblo chileno, que también funciona por sus características culturales y sociales como una veleta.
El estado chileno hace rato que hizo agua, pero se puede solucionar con voluntad de todos, y ahí está la “sospecha”. ¿Existirá esta capacidad y voluntad?
Recientemente, el Presidente, dio a conocer algunas medidas, pero al parecer se “quedó corto”, así lo cree la gente a lo menos, falta más, hay que entregar más, obras son amores y no buenas razones.
Si bien, el escenario no posee las condiciones para guerra asimétrica o guerra civil o golpe de estado o autogolpe, ha quedado claramente establecido con evidencias irrefutables, que muchos quieren cambiar al Presidente sin importar su elección democrática, y otros países quieren que fallezca el modelo chileno, les duele a países del primer mundo y hermanos latinoamericanos, los progresos alcanzados.
Ha quedado demostrado que nuestra democracia es débil, que nuestro contra espionaje prácticamente no existe, y quienes mataron la inteligencia en Chile, están en sus ratoneras pero la patria no debe bajar los brazos, por el contrario debe enfrentar decididamente estas contingencias, reforzar los liderazgos, generar cambios estructurales al estado y sus instituciones, ya que esto es sin llorar.
Solo para transparentar, Chile no ha despertado, el país no ha estado dormido, es un pueblo estúpidamente ingenuo y confiado, con mala memoria y solo le interesa el fútbol como expresión “cultural”, el exceso de días de seudo celebración de fiestas patrias es único en el mundo, pero lo que más nos afecta, es que tenemos una canción que dice “…y veras como quieren en Chile, al amigo cuando es forastero…”.
Parece que llego la hora de cambiar la letra.