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Reportaje Patrimonial: El pujante Carahue del 1900

Publicado por: Claudio Nuñez | miércoles 8 de junio de 2016 | Publicado a las: 18:05

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Su molino y el hundimiento del vapor Helvetia son parte de su historia

Por Carlos Inostroza Carrasco

Periodista Patrimonial

Cuando uno visita Carahue, no solo se rinde ante su imponente río que la acompaña en gran parte de su trazado, sino también a su historia y la pujanza que tuvo este poblado a inicios del 1900 donde gracias a su Molino Carahue (Valck)  y a la Sudamérica de Vapores de Chile, se transformó en el centro comercial de la época, ya que su lugar estratégico servía para embarcar los granos de trigo, a través de los diversos vapores que recorrían el rio Imperial.

Ubicado a un kilómetro de Carahue en el camino hacia Nehuentúe, se puede apreciar en toda su inmensidad, su color gris no pasa desapercibido y su estructura de cuatro pisos nos alertan que estamos en presencia de una obra que atesora un valor patrimonial incalculable y el cual fue testigo de la bonanza comercial del trigo que se vivía en ese entonces de la mano de la familia Valck.

Según cuentan los historiadores de la época, Carahue se erigía como una ciudad estratégica de impensado potencial, donde los vapores y la llegada del ferrocarril, podrían ser parte importante del trasporte del trigo. Recordemos que su fundador, Enrique Valck, no solo se instaló con este molino, sino también con una destilería, una fábrica de quaker, de arvejas partidas, de cebada, entre muchas otras, que forman parte de la memoria del pueblo carahuino.

Todo lo anterior se originó una vez incorporada la Araucanía al territorio nacional; y por consiguiente, una vez establecida la unión comercial, se comenzó a gestar como una plataforma de desarrollo sustentable para el país, con ello se incorporaban grandes extensiones de tierra para la actividad cerealera ejercida por colonos y los futuros latifundistas de las tierras fiscales adquiridas en remate. Se comenzaron a construir bodegas, galpones y los campos se fueron surtiendo de molinos cercanos a esteros y ríos.

El molino es un claro testimonio de la arquitectura industrial generada por el cultivo del trigo y del rol que tuvo este inmueble en el comercio, a través del rio Imperial; y del cual Carahue se constituyó en el único puerto fluvial internacional de la Araucanía desde el cual se embarcaba trigo y otros productos hacia otras latitudes.

Al respecto el arquitecto patrimonial, Cristián Rodriguez, nos relata que los molinos eran estructuras prefabricadas e importadas desde Inglaterra y Alemania, los cuales se armaban en la región. “ Al ser traídos de Europa,  el sistema constructivo denota la delicadeza del ensamblado y el tipo de madera usada, muchas de ellas sobredimensionadas, pero de una resistencia estructural admirable, ya que resistió inundaciones y terremotos. A lo anterior se sumaba su revestimiento en latón zincado, ventanas de guillotina y el uso de maquinaria traída directamente del viejo continente”.

A esta bonanza, por el año 1940 comienza un período bastante difícil para esta pujante economía, llegando su momento más crítico con el hundimiento del vapor Cautín, donde murieron 140 personas aproximadamente, eso no está muy claro. Pero a esta tragedia le sucedió otra a solo 49 días después, la del emblemático vapor Helvetia, el cual se sumergió en las aguas del Imperial el 10 de marzo de 1948, marcando un antes y un después en el gobierno de ese entonces y donde se comienza a cuestionar la seguridad del río para navegar.

A partir de la crisis de 1929 surgió entonces un momento de profunda transformación en la economía, principalmente en las fuerzas productivas, las exportaciones bajaron en tres veces, demostrando la extrema vulnerabilidad de nuestro sistema económico, se comienza abrir una vertiente de regulación estatal, la comercialización agrícola también experimentó cambios sustánciales y comenzó la decadencia de la actividad cerealera.

A pesar de ello, por largos años el molino ha prestado servicios a la comunidad hasta hace una década, según lo indica una de los representantes de la familia Salazar, propietarios actuales del molino, Valeria Castillo.

Sin duda y a pesar del tiempo, el molino aún se mantiene en pie a más de 100 años de su construcción, demostrando la importancia de valorar el patrimonio periférico de nuestra región.

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