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Reflexiones cristianas: Ni la apariencia del mal

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 20 de junio de 2021 | Publicado a las: 12:20

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Durante todo el tiempo de su nazareato no comerá nada que provenga de la vid, desde las semillas hasta el hollejo. Números 6: 4

El pecado es muy sutil, y es fácil verse entrampado por él. El cristiano debe vivir asido de la mano del Señor a toda hora para evitar caer bajo los embrujas del pecado. Se debe reconocer que el pecado tiene muchos matices, que el inicio de un acto pecaminoso puede estar muy cerca de lo lícito, pero que el fin llevará a la pérdida de la salvación. Jesús amonestó sobre este peligro al indicar que el mirar, el desear, el anhelar ya es considerado pecado, porque a tal fin se encamina.

Quienes reconocen la santidad del cuerpo como templo del Espíritu Santo y se abstienen de comer o beber las cosas que puedan causar daño, incluyendo las bebidas alcohólicas en todas sus formas, no ven el comer una buena porción de uvas como pecado. Sin embargo, para el nazareo hasta esto estaba prohibido. No es que el Señor no quisiera que disfrutasen de lo alimenticio de las uvas o del placer de comerlas, sino que, para estar seguros de que ni siquiera se iniciarán en la senda de la borrachera, se les instó a ni siquiera tocar el fruto de la vid. El principio era no tocar lo que puede llegar a ser malo, todo cuanto suponga apariencia del mal.

He aquí la gran amonestación para el pueblo de Dios en nuestros tiempos. Para nosotros no es la práctica literal el abstenemos de tocar las hojas de la vid, sino el principio de no dar inicio a nada que pueda acabar transformándose en pecado. Debemos estar siempre vigilantes, dependiendo de la gracia divina para abstenemos hasta de la apariencia del mal, de los actos aparentemente inocentes que tienen la tendencia de llevar al mal.

Durante este día el enemigo de las almas pondrá muchas buenas cosas en nuestro camino cuyo fin llevará al mal. Jesús nos enseñó a orar pidiendo “no nos dejes caer en la tentación” y se ha argumentado que la tentación no es pecado. Pero nuestro Señor sabía que necesitamos gracia y fuerza desde la primera etapa de la tentación porque las etapas subsiguientes pueden llevar al mismo pecado. Nuestra oración debiera ser, por lo tanto: “Señor, esta te conmigo en todo momento. Ayúdame a discernir el fin desde el principio y a no tomar el camino que puede llevar al pecado mismo”. (Israel Leito).

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