Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 21 de noviembre de 2021 | Publicado a las: 11:07
El corazón alegre es una buena medicina. (Prov. 17: 22, VM.)
La relación que existe entre la mente y el cuerpo es muy íntima. Cuando la primera está afectada, el otro simpatiza con ella. La condición de la mente influye en la salud mucho más de lo que generalmente se cree. Muchas de las enfermedades que padecen los hombres son resultado de la depresión mental. Penas, ansiedad, descontento, remordimiento, sentimiento de culpabilidad, desconfianza, todo esto menoscaba las fuerzas vitales, y lleva al decaimiento y a la muerte.
La enfermedad es muchas veces originada y reagravada por la imaginación. Muchos hay que llevan vida de inválidos cuando podrían estar bien si pensaran que lo están…
El valor, la esperanza, la fe, la simpatía, el amor: todas estas cosas fomentan la salud y alargan la vida. Un espíritu satisfecho y alegre es como salud para el cuerpo y fuerza para el alma.
El agradecimiento, la alegría, la benevolencia, la confianza en el amor y en el cuidado de Dios, son otras tantas incomparables salvaguardias de la salud.
Se debería mostrar el poder de la voluntad, y la importancia del dominio propio, tanto en la conservación como en la recuperación de la salud, el efecto depresivo y hasta ruinoso de la ira, el descontento, el egoísmo, o la impureza, y, por otra parte, el maravilloso poder vivificador que se encuentra en la alegría, la abnegación, y la gratitud.
Hay en la Escritura una verdad fisiológica que necesitamos considerar: «El corazón alegre es una buena medicina».
Los verdaderos principios del cristianismo abren ante todos nosotros una fuente de inestimable felicidad.
Deberíamos cultivar un estado de ánimo alegre, optimista y apacible; porque nuestra salud depende de ello. (E. G. W.).