Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 12 de octubre de 2020 | Publicado a las: 12:05
“Los que ayer reclamaban contra la desigualdad, incluso en las proximidades de una plaza a la que denominan eufemísticamente ‘Dignidad’, les importó un bledo la muerte de Cabrera.
Todos los flash, atenciones mediáticas, de los derechos humanos y de cuantos quisieran hablar se centraron en la lesiones de uno, mas no en la muerte de otro”.
Escribe: Prof. Jorge Aguirre Hrepic, consultor en Inseguridad, Criminalista-Criminológico.
La principal respuesta en comunicaciones sociales de las autoridades políticas, periodistas, policías, religiosos, dirigentes sociales y de los gremios, cuando fallece alguien, es: “lamentamos la pérdida de la vida humana” y después viene una seguidilla de comentarios respecto de los hechos, elementos que rodean o fueron parte de la vida previa a la muerte de una persona.
Eso sí, después que nacemos, la certeza más directa es que más adelante tenemos que morir, sin saber cuándo ni dónde, salvo cuando alguien planifica su autoeliminación.
Recientemente, el doble estándar tradicional chilensis, se ha hecho presente de una forma más que perversa, con el homicidio alevoso de un joven trabajador y padre de familia, don Pedro Cabrera, trabajador agrícola de la región de La Araucanía, en el marco de la transgresión absoluta de los códigos no escritos de los civiles inocentes, que no participan de ningún evento de violencia, están al margen de la agresión física, sea cual sea.
Simultáneamente, otro lamentable hecho, esta vez en Santiago, dejaba lesionado gravemente a un joven en un confuso incidente en el marco de una protesta, al parecer no autorizada, al caer desde el puente Pío Nono hacia las aguas del diluido río Mapocho. El hecho fue atribuido a un Carabinero.
Sin duda, dos hechos lamentables, pero tratados en forma desigual por los medios de comunicación y autoridades gubernamentales.
Los que ayer reclamaban contra la desigualdad, incluso en las proximidades de una plaza a la que denominan eufemísticamente “Dignidad”, les importó un bledo la muerte de Cabrera.
Todos los flash, atenciones mediáticas, de los derechos humanos y de cuantos quisieran hablar se centraron en la lesiones de uno, mas no en la muerte de otro.
Claro que es un hecho desigual, mientras uno trabajaba en un estamento productivo, otro ejercía su natural derecho a protestar, atacar y dañar la propiedad de alguien, asumiendo un rol protagónico de deconstrucción que a simple vista, aparece más rentable que producir.
Estos dos hechos generaron disimiles reacciones, Cabrera, fue abatido por un calibre 7,62 x 51 mm., sentado en una camioneta, no hubo cámara Go pro que registrara su homicidio, ni testigos, ni INDH, ni Vicaria alguna que reclamara por su vida. Solo familiares, amigos y su empleador.
En la colisión de dos cuerpos en movimiento, de acción cuasi cinematográfica, uno de ellos se proyecta por el aire y quedan registradas contradictorias imágenes, sujetas a inmediatos peritajes de los filodoxos peritos de matinales, quienes, dominantes de las leyes de la física, concluyeron de todo. Esta vez sobraron las cámaras Go pro, cámaras de celulares y de televisión, hasta drones y cámaras de tele vigilancia. Vaya desigualdad.
Para que decir sobre la preocupación de las autoridades solo un hecho fue relevante y por harto tiempo: la caída en el puente, más no la inexplicable muerte.
En una balanza se puede pesar la vida y la muerte, de hecho existen seguros de vida, por lo tanto hay valores involucrados, tema que nadie quiere hablar, aunque los abogados están obligados en sus querellas o demandas a fijar precios por las vidas o indemnizaciones, total la vida de los demás sigue y hay cuentas que pagar y menores que educar.
En términos prácticos, después de un tiempo, la gente se olvida de los fallecidos y solo resuena en la inmensidad la manipulada estadística cuantitativa, el valor cualitativo queda para los verdaderos deudos.
La vida de un lesionado, se repone o queda una secuela o surge una discapacidad, pero la persona sigue respirando, sigue latiendo vida.
Estos hechos no dan lo mismo, ni el uno, ni el otro, pero la manoseada igualdad, violenta, cuando no se cumplen los requisitos de objetividad, y el propio sistema discrimina sin tapujos, en forma arbitraria a los afectados, dando mayor preponderancia a quienes vulneran sus propios riesgos por aquellos que no pudiendo prevenir lo desconocido, son afectados, sin haber generado su afectación física hasta perder la vida.
Estoy cierto que la vaina servida calibre 7,62 mm. encontrada en el sitio del suceso, al ser cotejada con otras, arrojará su participación en otros hechos, pero eso, ¿ a quién interesa?
Por el otro lado, interesa incriminar a quien empujó, con una fuerza y dolo premeditado, endosando intenciones a priori, eso sí vende y mucho. Lo que ocurre en una zona rural, no.
¿Qué le pasó a Chile?, país donde todos quieren y necesitan ser iguales, incluso aun cuando lo dice la propia Constitución política, donde se quiere modificar esta igualdad ¿y para qué?, si ha quedado evidenciado que en la muerte de un RUT, trabajador, brilló el blasón de la desigualdad.