Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 9 de agosto de 2020 | Publicado a las: 22:04
“Lo que nada hacía presumir es que etimológicamente, “Curacautín”, significa “piedra de reunión”, y como tal en esta reunión poco pacifista, salían piedras y bombas molotov, por las ventanas, donde ya no había vidrios. Ergo, los soberanos de pueblo se aburrieron de que otros rompieran, entre otras cosas, su casa y entorno, por lo tanto, al más puro estilo acción de La Bastilla, como en Francia, el pueblo decidido marchó con sed de justicia popular y se atribuyeron el derecho de restablecer el orden que no les dieron sus autoridades”.
Escribe Prof. Jorge Aguirre Hrepic, consultor en Inseguridad, Criminalista-Criminólogo.
La incertidumbre, entendida como la falta de certeza o duda, este último tiempo ha sido una herramienta de tortura psicológica para mucha gente y un barómetro de paciencia a más no poder, para los habitantes de La Araucanía.
Aquí no fue el cántaro al agua, si no que una violenta lluvia de granizos de aprovechamiento que rompieron el blindaje de la paciencia social-ciudadana, mientras las autoridades de Santiago, se encontraban protegidas por la distancia que brindan los kilómetros y la tecnología fue incapaz de efectuar el acercamiento comunicacional de la reacción lógica que debiera existir, cuando se vive una contingencia permanente, que se encuentra entrabada en el túnel oscuro de la falta de liderazgo.
La duda, constante e inquieta mácula de la inseguridad, se posiciona a diario en las personas, que se preguntan ¿Cuándo me tocará a mí?
Esta pregunta, no tiene respuesta con certeza ya que en el minuto menos esperado, cualquier persona puede ser víctima de alguna inconducta, independiente de edad, sexo, condición social y económica.
El punto en cuestión es que la gente de bien, está desesperada por cuanto no ve salida a un conflicto que no tiene nombre, porque nadie se pone de acuerdo para llamarlo por su apellido.
Sin embargo, este “problema” no es huérfano, posee filiación, identidad papilar, rostro a veces, ADN cuando conviene, cuerdas vocales de todo tipo, sabe leer un poco y escribe muy mal, las faltas de ortografía son de su esencia, usa como cuadernos, los bienes nacionales de uso público y sus proclamas, se panfletean después de cada malón.
Cada hecho de violencia, es consumido por la pos verdad, donde todos opinan sin antecedentes, sacan conclusiones antojadizas, nadie verifica los hechos, unos se conforman con querellas y otros las critican.
Cuando el espíritu santo se apiade y los astros se alinean, surge el cometa que logra la captura de algún malhechor, y luego, los jueces del olimpo, dictaminan disimiles medidas, para cautelar los intereses de quien sabe quién.
A decir verdad, existe confusión en todo, ya no se sabe que es mejor, hacer o no hacer, denunciar o callar, la impotencia lleva la delantera, lo que ayer era bueno, hoy es malo, y viceversa.
Consecuente con todo lo expresado, prácticamente es imposible dimensionar con responsabilidad y altura de miras, todo lo que ha ocurrido.
Se han incrementado, ostensiblemente, los atentados a fundos y parcelas, quemas de camiones y vehículos de todo tipo, quemas de siembras, cortes de productivos árboles frutales, robo de animales, daños calificados a la propiedad pública y privada, quema de maquinaria agrícola, y usurpación de inmuebles municipales.
La discusión bizantina más clásica, ha sido, quien debe solicitar el desalojo de una toma, quien debe asumir el rol activo, de pedir que salgan de su casa, donde ya no se sabe quién es el dueño, administrador o mero tenedor de una propiedad -total da lo mismo- es mejor pasar por desentendido que ir de frente. La política posee otros tiempos, no terrenales, total, como siempre, los daños los paga moya.
Recientemente, Chile ha experimentado todo tipo de pruebas y exámenes, para los cuales no había estudiado. La flojera, se apropió de este alumno de poco más de 200 años que al parecer no ha aprendido nada, especialmente porque reprueba una y otra vez la asignatura de historia y geografía; la primera porque no aprende las lecciones del pasado y la segunda, le cambian sus límites políticos, y no se da cuenta hasta que fueron publicados con difusión.
Para que hablar de matemáticas, si solo sabe de restas y divisiones, lo único que aumenta son los números rojos.
Respecto de lenguaje, análisis del entorno y medio ambiente, ni hablar.
En relación a cultura cívica, solo sabe que hay que elegir al presidente de curso y del centro de alumno, desde el más simpático es el que promete, puros beneficios y capeo de clases.
Este alumno chilensis de tomo y lomo, no es bueno ni para educación física, así que lo más probable es que repita de curso, una vez más, pero ya tiene preparado el reproche, contra sus profesores y directivos, total el reclamo es gratis y no falta quien lo escuche, en el ministerio de mala educación.
Como sea, los valores más allá de estar trastocados, se perdieron en el horizonte donde el sol tristemente se pone, para subir el telón del diario espectáculo nocturno que da paso a la dramática orgia de desalmados -que independiente de sus motivaciones- hacen lo que quieren. Total saben que la medalla de la impunidad se les entregará sin cumplir ningún requisito republicano.
Otro aspecto a considerar con el máximo de rigor -aunque cueste- es que últimamente se ha enarbolado la bandera de la imputación del “racismo”, específicamente a partir del despeje o desalojo de la Municipalidad de “Curacautín”, la que fue blanco de destrozos y sustracción de documentos y elementos fiscales, sin contemplación.
Existen antecedentes que personas ajenas a la comuna, de forma concertada se tomaron este edificio edilicio, al igual que otros conforme a objetivos meridianamente focalizados y que no son del caso señalar ya que no constituyen causal alguna, para tal irracional medida.
A estas alturas, la motivación da lo mismo, solo es una herramienta de presión más para lograr objetivos y metas, sin importar el cómo, ni las personas avasalladas, total es una costumbre violentar al resto y luego hacer como si nada hubiera pasado.
Lo que nada hacía presumir es que etimológicamente, “Curacautín”, significa “piedra de reunión”, y como tal en esta reunión poco pacifista, salían piedras y bombas molotov, por las ventanas, donde ya no había vidrios. Ergo, los soberanos de pueblo se aburrieron de que otros rompieran, entre otras cosas, su casa y entorno, por lo tanto, al más puro estilo acción de La Bastilla, como en Francia, el pueblo decidido marchó con sed de justicia popular y se atribuyeron el derecho de restablecer el orden que no les dieron sus autoridades. Independiente de colores políticos, el fin justificaba los medios y había que terminar con la fiesta.
Con todo lo que representa esta acción gravísima, como siempre ocurre con el pueblo fuera de control, espontáneo y sin lideres responsables, hay que reconocer que la confrontación salió barata, principalmente, porque los vapuleados Carabineros por parte de los inquilinos no deseados, esta vez debieron defenderlos del cansado populacho, que compuestos por cientos de Robespierre solo pedían guillotina para los usurpadores.
El pánico se adueñó de los victimarios de ayer, potenciales víctimas del presente, quienes rogaban por el apoyo de la verde legión para no sufrir lo que antaño no interesaba. La integridad física hoy se debía respetar, pero algunos de sus carruajes no corrieron la misma suerte.
Aquí surgieron varias suspicacias, la primera que fue una acción concertada, la segunda que el coronel Pérez (nuevo ministro del Interior), lo había ordenado desde Santiago y la tercera que los latifundistas de Curacautín lo habían ejecutado por ser racistas.
No vale la pena efectuar descargos al respecto porque la verdad ni interesa, solo decir que fue una mala acción concertada luego de fallar la coordinación y se fugaron los usurpadores de otros municipios, no sin antes quemar las instalaciones.
Después vino la quema de jardines infantiles, escuelas, Iglesias, ataques a militares, carabineros, vehículos y cuarteles, no se salvaron ni bomberos ni ambulancias. Había que disparar a lo que se moviera.
En la misma semana se registró el ataque al Registro Civil de Temuco, con lesionados y daños y a otras oficinas de la Intendencia regional, camiones y maquinarias de recolección de áridos, búsqueda de control territorial entre Pidima y Collipulli, uso disciplinado de armas de fuego de todo tipo de calibres, donde lo que en otros países lo controla un sniper (francotirador), aquí en el represivo y racista Chile solo se limitaba a observar las típicas siluetas a través de la mira térmica y girar su cabeza en 180°, describiendo un “no entiendo”.
Imagínense ahora, que nivel de impotencia siente una persona que observa su casa quemada, su casa llena de proyectiles balísticos en las paredes, la vida de su familia amenazada.
Pónganse un minuto en el lugar del camionero asaltado por un grupo violento en la penumbra de una carretera, al patrullero de la concesionaria, al conductor que pasa por la ruta y al pasajero de un bus, donde ya no solo se trata de una zona roja, de una región de conflictos asimétricos, sino que es un teatro de operaciones donde cualquier cosa puede pasar, ni siquiera un tren de carga puede transitar tranquilo.
Como no existen contramedidas y menos contraataques, la dinámica avanza y se corrige, por un solo carril, esta es una carrera de a uno donde día a día, se gana experiencia, se miden las fuerzas y reacciones, se prueban las cadenas logísticas y se refuerzan los cuadros de adherentes.
Raya para la suma, se adicionan los atentados al aeropuerto de Freire y aeródromo de Carahue, objetivos nuevos al ruedo, como indicador indubitado de lo que viene.
Pero no todo es malo, el comisionado presidencial y coordinador en materias de seguridad en la macro zona sur a quien le dimos el beneficio de la duda, no cumplió en lo más mínimo. Ahora puede reivindicarse, y en su carácter de constructor civil a dedicarse a reparar los municipios y oficinas públicas dañadas.
Para que quede claro: existen diferencias, siempre las hay, pero endosarle al racismo y a inexistentes colonos la responsabilidad de reaccionar humanamente ante agresiones ilegítimas, desfachatadas tomas de inmuebles públicos, donde se deben efectuar diarias diligencias y trámites que son necesarios para todos, especialmente aquellos que no reciben ningún beneficio sin requisito previo, representa una patudez del porte de la catedral de Notre Dame, que entre paréntesis, también conoció de la acción del fuego.
Resulta imprescindible reconocer que la paciencia tiene un límite y hay que estar dispuesto a pagar el precio de traspasar esa delgada línea que demarca, el bien del mal, la razón de la sinrazón y el aprovechamiento de la estupidez humana.
Arauco, hoy no tiene pena, solo ha acumulado rabia y no hay antídoto para ello. Esto es sin llorar.