Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 8 de mayo de 2022 | Publicado a las: 00:57
Escriben: Rodrigo Cordero y Alicia Varela
En la sociedad actual existen ideas arraigadas -cultural e históricamente- respecto de lo que es la maternidad y de cómo se constituye, generando la percepción de que toda madre deberá vivir esta experiencia de la misma manera. Así, se han construido saberes sobre la maternidad, desde distintos ámbitos, como, por ejemplo, desde la dimensión médica, la que nos predispone a suponer que las madres poseen un conocimiento instintivo, luego del parto y producto de su biología, que les permitirá identificar y abarcar todas las necesidades de su bebé. Por otra parte, emergen creencias asociadas a diferentes credos, en que se les atribuye a las figuras femeninas, luego del nacimiento de sus hijos/as, un poder omnipotente, una energía inagotable y una bondad infinita que las embisten y acompañan desde ese momento y en la crianza.
También se observan otras creencias y consideraciones sociales sobre la maternidad que suponen que ser madre implica, explícitamente o no, el surgimiento de un amor incondicional, una felicidad expansiva y un estado de bienestar total inherente a ese nacimiento. Asimismo, parece ser que la maternidad viene a entregar automáticamente un lugar en la sociedad distinto a esa mujer, donde se creyera que algo se ha completado en ella por el hecho de haber concebido y parido. Todo ello, da cuenta que la maternidad es entendida como aquel “logro” que le daría sentido de vida, significado o finalidad a la existencia de las mujeres.
Lo anterior, contribuye a la deshumanización de la maternidad al instalarla desde un ideal de completitud, de deber ser, de placer y saber absolutista, donde se niegan otros tantos sentires que se pudieran vivenciar, asociados al nacimiento y la crianza, tales como: el cansancio por la demanda del cuidado de un hijo/a recién nacido, la incertidumbre sobre el futuro, la confusión que implica el momento de conocer a ese bebé e ir aprendiendo cómo identificar sus señales, para luego satisfacer sus necesidades. De este modo, es posible afirmar que en la sociedad no se permitiría dar espacio para que las madres se alejen de lo que se ha definido como ideal de maternar o sientan su maternidad de una manera diferente. Y cuando esto sucede o cuando las madres se permiten compartir sus temores y ansiedades en torno a su crianza, ello puede ser altamente sancionado por quienes comparten una aproximación tradicional de la maternidad.
Esta reproducción de ideal de madre también obnubila el cómo este proceso se da para cada mujer, desatendiendo al contexto en el que se encuentre. Parece existir una tendencia a homologar la experiencia y los recursos personales en todas las mujeres. No obstante, emergen variables situacionales, como lo son la realidad social, económica, cultural, geográfica, étnica, biográfica, entre otras, que podrían incidir, tanto en la forma en que se vive la maternidad, como en los estilos de crianza y cuidado. La creencia de que existe un tipo de maternidad ideal, omnipotente, placentera e incondicional, obvia una mirada situada que releve la particularidad y la experiencia de cada cual.
En este día, donde se celebra a las mujeres que son madres, celebremos con ellas reconociendo sus singularidades, definiciones, sentires y decisiones de cómo ser madre y de cómo acompañar el desarrollo de niñas/os. Permitamos espacios para reconocer y validar el ejercicio de las maternidades diversas, demos cabida a la comprensión de la diferencia en cada maternaje y acompañémosles amorosa y respetuosamente desde esa diferencia.