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Los desafíos de la Comisión para la Paz y el Entendimiento

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 9 de julio de 2023 | Publicado a las: 11:44

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Por: Francisco Huenchumilla, Senador

La situación que se vive en la zona sur del país es un conflicto político, histórico, social y cultural, complejo y de difícil solución, que hunde sus raíces en el siglo XIX; y que 140 años después, no obstante los cambios experimentados en el país y en el mundo, nos encuentra con una sociedad fragmentada, que no logra comprenderse entre sus diversos actores. Con la pobreza más alta de Chile, y con un ambiente de racismo y discriminación.

El presidente Boric ha tomado la decisión de encarar este problema de una manera distinta a los intentos anteriores de los últimos 33 años: esta vez quiere una respuesta concreta, en orden a proponer un camino de solución a este conflicto. Y nos ha pedido a personas de distintos orígenes y situaciones profesionales, que nos hagamos cargo de esta tarea.

Por lo tanto, no se trata de volver a efectuar los diagnósticos de las comisiones anteriores. O un listado de proposiciones de políticas públicas, repitiendo un proceso conocido; sino de destrabar definitivamente el nudo o los nudos de este conflicto centenario, proponiendo, de manera consensuada, la respuesta del Estado frente a las usurpaciones de tierras efectuadas por éste en el siglo XIX, y de qué manera se efectuará esta reparación y pago de esta deuda histórica, como de igual manera, respecto de las empresas forestales que irrumpieron en el siglo XX, con subsidios estatales.

Asimismo, se trata de establecer los mecanismos de reconocimiento y de participación que tendrá el pueblo mapuche, en los espacios públicos del Estado y de la economía, todo ello con una mirada del siglo XXI, del futuro que viene, y la nueva institucionalidad con que el Estado afrontará estas responsabilidades.

Agrego, además, que también deberemos pronunciarnos sobre la responsabilidad extracontractual del Estado, por sus acciones u omisiones, al haber faltado a su obligación de dar seguridad a todos sus habitantes, con ocasión de este conflicto, a partir de la mal llamada “Pacificación de La Araucanía”.

Sé que es una tarea difícil y compleja, y de ahí el realismo con que debe asumirse esta responsabilidad. No hay que ser negativo, pero tampoco estar lleno de optimismo; simplemente, creo que hay que poner todo el esfuerzo en buscar los caminos que nos lleven a esa salida que el jefe de Estado nos demandó.

La parte chilena –los agricultores y las forestales– y el mundo mapuche, parten de una lógica y pre supuestos distintos, y eso constituye el meollo de la controversia y del conflicto. Agricultores y forestales fundamentan sus argumentos en la legalidad del Estado que les otorgó los títulos de dominio sobre las tierras que poseen. El pueblo mapuche, por su parte, alega la legitimidad de origen de sus pretensiones frente al Estado, aduciendo que éste es el usurpador y que, mediante la fuerza y quebrantando su propia legalidad, los despojó de sus tierras y territorios, que los Tratados con el Reino de España y la República de Chile se habían comprometido a respetar. Y agregan que la legalidad no puede basarse en un título ilegitimo, como modo de adquirir. Entonces, claro, ese es el problema político que el Estado de Chile debe resolver.

¿Será posible encontrar una solución?

Hay sectores del mundo mapuche que dejaron de creer en el Estado, después de décadas de golpear sus puertas, y de haber experimentado la relación con gobiernos de todos los colores.

El mundo aprendió, con avances y retrocesos –si no, vean las guerras del siglo XX, y Rusia y Ucrania en este siglo XXI– que el mejor modo de convivencia entre los seres humanos es la democracia, donde será el dialogo y la libre confrontación de las ideas el camino para superar los conflictos.

Hay un consenso en el país, de que el Estado debe pagar su deuda con el pueblo mapuche; y que debe haber reconocimiento y reparación.

Esa es la tarea que nos espera. Pero de todos depende que cada uno coloque la correspondiente cuota de racionalidad, realismo, tolerancia y disposición positiva, para buscar esa luz al final del túnel que nos permita convivir, como país, con nuestras deudas saldadas; y transitar en el siglo XXI con el nuevo mundo que nos espera.

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