Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 2 de enero de 2022 | Publicado a las: 11:41
“El punto radica en que ahora la focalización o georeferenciación de los incendios, independiente de la causa u origen, está en que individuos armados atacan a los brigadistas encargados del combate del incendio e incluso a bomberos voluntarios que concurren a prestar apoyo y todo ello, en pleno estado de excepción constitucional. Increíble, pero cierto”.
Escribe: Jorge A. Aguirre Hrepic, Profesor de Estado, consultor en inseguridad, criminalista-criminólogo.
Todos los años lo mismo, esta sentencia resuena en los oídos y llega a romper los tímpanos, especialmente cuando se emite con rabia e impotencia.
Algunos pensarán, otra vez sin agua en verano, otra vez cortes en la ruta por reparación de las vías y calles, algunos dirán de nuevo marchas y protestas, los menos dirán, se cayó un árbol o se rompieron los tablones del puente.
Nada de eso, esta vez lo que pasa siempre, especialmente en esta fecha, en la proliferación de incendios, especialmente forestales o de zonas rurales que afectan desde la zona sur del Biobío hasta La Araucanía. Nada nuevo, ya que todos los años pasa lo mismo.
El punto radica en que ahora la focalización o georeferenciación de los incendios, independiente de la causa u origen, está en que individuos armados atacan a los brigadistas encargados del combate del incendio e incluso a bomberos voluntarios que concurren a prestar apoyo y todo ello, en pleno estado de excepción constitucional. Increíble, pero cierto.
En relación a la causa basal del incendio, estamos lejos de culpar al clima, al calor y al resto de botella quebrada, que fue estimulado por los rayos solares y se produjo la ignición espontanea transformándose en una fuente calórica que origina un incendio de grandes proporciones y finalmente sin control, apoyado por el silbido del viento en diferentes direcciones.
Los aspectos facticos son claros, 2.359 incendios y 28.728 hectáreas siniestradas, avalan lo que ocurre y despejan la variable especulativa de que es un hecho aislado.
La gran extensión lineal de sur a norte, desde Ñuble al sur, por varias provincias, la intencionalidad, acelerantes involucrados, disparos de armas de fuego hacia combatientes del fuego y aeronaves, evidencian una nueva modalidad de acción terrorista que aprovecha las condiciones climáticas y estacionales, como herramientas para causar temor y obviamente lo han conseguido.
Agrava lo anterior, que, en Angol, Coelemu, Los Sauces, Quillón y otros lugares, los focos simultáneos demuestran los niveles de intencionalidad enfermiza, que supera a los verdaderos “pirómanos”, ya que de hechos específicos pasamos a una generalidad de acciones y aumento sostenible de territorialidad.
No es agradable ver el sufrimiento de cientos de víctimas que viven en las zonas afectadas, a sus mascotas arrancado o siendo rescatadas, a vehículos fiscales dañados o funcionarios públicos lesionados.
Recientemente, como guinda de la torta, otro incendio espontáneo generado por los dioses del olimpo, en la zona del viaducto del Malleco, carca de Collipulli, entre el puente para vehículos de la ruta cinco sur y el paso superior para ferrocarriles, con el riesgo de dañar ambas infraestructuras, o a lo menos afectar la conectividad. Así de simple.
Las autoridades, los gremios como Corma, los servicios públicos como Conaf, las entidades privadas afectadas y los ciudadanos, están molestos y con justa razón, pero lo ocurrido es inaceptable y alguien tiene que responder.
El medio ambiente lo demanda.
Hay que considerar que el recurso agua esta escasa para el consumo humano y más encima se debe utilizar para calmar y aplacar a las lenguas de fuego, en pastizales, arboles, y casas. Nada que hacer.
La falta de autores detenidos, aumenta los niveles de desconfianza y afecta la credibilidad, ya que hay muchos testigos que han declarado haber observado intencionalidad de personas haciendo incendios. Entonces las cosas no funcionan como debieran.
Lo peor de todo, que seguirán los incendios por doquier y nada pasara, salvo algunas novedades relacionadas con el fallecimiento de algunos, especialmente de aquellos que ejecutan los incendios.
Lo único que nos falta es que un ex alumno del Instituto Nacional, con domicilio en Santiago, ande quemando predios y fallezca en su accionar y después el Estado será el responsable de aquello y nuevamente todos rasgando vestiduras y buscando montajes fantasmas en las propias praderas siniestradas. Donde no existen seguro comprometidos.
Surge inevitablemente una pregunta, ¿Qué pasaría si el proceso fuera a la inversa, total los hogares de los incendiarios, también están georeferenciados?
El fuego no discrimina y quita la dignidad a las personas al dejarlos con lo puesto. La sumatoria de incendios a casas, maquinarias, siembras, bosques y lo que sea, esto es vergüenza nacional y no hay más.
Un fuerte abrazo de fin de año a todos y menos terrorismo incendiario para el año 2022, sin distinción de víctimas ni victimarios. Viva Chile.