Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 3 de julio de 2022 | Publicado a las: 13:31
Escribe: Francisco Huenchumilla, Senador
Por razones de salud, no estuve en condiciones de participar como panelista en la versión de este año 2022 de Enela, evento empresarial de La Araucanía, organizado por CorpAraucanía, y al que fui invitado en el mismo panel junto a Alfredo Moreno, ex ministro de Desarrollo Social, y Luis Felipe Gazitúa, presidente de la CMPC. Desde hace años que vengo siguiendo este evento, habiendo participado, como expositor, en dos ocasiones anteriores.
Tenía una cierta expectativa sobre esta versión, razón por la cual acepté participar; y ante la imposibilidad física, la seguí vía online.
A ello se sumaba la posibilidad de escuchar al líder de los empresarios chilenos, Juan Sutil, el presidente de la CPC.
Haciendo una retrospectiva a la primera vez que expuse en Enela –creo que fue en el año 2013– y habiendo pasado 9 años a la fecha, sentí en esta ocasión que seguimos en el punto de partida, y que nada ha cambiado en estos 9 años; desde la ordenada planificación del evento, pasando por un clima de confort y autorreferencia, la casi uniforme y monocolor concurrencia, hasta el tono y el sentido de las exposiciones de los dirigentes empresariales.
La verdad es que yo esperaba algo más de este evento 2022, cuando se cumplen 25 años desde el inicio de un conflicto que ha ido en ascenso, y que ha escalado hasta el nivel nacional como uno de los más graves e importantes problemas a nivel del Estado y de la sociedad.
La Araucanía, cruzada por este conflicto, no sintió un efecto correlativo en el contenido y efecto político que pudiera producir un evento de esta naturaleza.
Y no se trata de un problema de organización, puesto que todo fluyó adecuadamente, sino de responder a los requerimientos políticos de la Región en orden a buscar, si fuera posible, una cierta mirada compartida acerca de las causas o motivos del conflicto, para propender ciertos acercamientos, puntos de encuentro y/o posibles salidas, contribuyendo al debate nacional y regional sobre el punto.
Lamentablemente, nada de eso sucedió. En cambio, vimos exposiciones quejumbrosas del clima regional y nacional que estaría viviendo el país, que dificultaría las inversiones, y que perjudicaría los intereses de las empresas; todo lo cual puede tener visos de cierta verosimilitud, pero en el espacio público de la política contingente –propio de los actores que se dedican profesionalmente al tema– y no en el de actores pertenecientes al ámbito de la economía en el sector privado y cuyo rol, de una o de otra manera, está cuestionado en el conflicto que se vive en la Macrozona Sur.
Yo esperaba que estos importantes actores, como fueron los tres personeros nombrados, se pronunciaran por encima de la dualidad gobierno – oposición, exponiendo su visión acerca de la naturaleza del conflicto, de sus posibles causas, de sus explicaciones, de las carencias del Estado, y de sus propias responsabilidades sectoriales. Lamentablemente, su propia posición política de derecha obnubiló el rol que juegan, o deberían jugar, como actores claves en la economía; ámbito que, junto con la política, posibilitan en conjunto el desarrollo, en paz y justicia, para toda sociedad.
Particularmente, me llamo la atención la actitud –un tanto a la defensiva y cautelosa– del presidente de la CMPC, distinta a otras intervenciones en el pasado. No era necesaria una defensa corporativa de la industria forestal, porque ese no es el punto.
No hay un cuestionamiento moral a la industria forestal, ni al nivel de su desarrollo tecnológico, su producción o su contribución al PIB. Aquí hay simplemente la constatación de una cuestión fáctica: es un hecho que esta industria forma del problema que tenemos en la Macrozona Sur. Esa es una realidad insoslayable, de la cual hay que hacerse cargo, dejando de esconder el problema bajo la alfombra, o resaltando las supuestas bondades que tiene la industria. Es lo mismo que ocurre –guardando las proporciones– con el ejemplo de la contaminación en Temuco y Padre Las Casas: el problema es el uso de la leña. Esa es una cuestión fáctica, que no tiene que ver con un cuestionamiento a los productores de leña. Ese hecho concreto –fáctico– hay que resolverlo. Eso es todo.
Respecto de la situación nacional, yo hubiera esperado algo más que simples cuestionamientos al proceso constituyente, y al borrador definitivo que ya conocemos; cuestionamientos que fueron propios de una política de trinchera. Esperaba un reconocimiento objetivo de que el borrador no contiene, más allá de aspectos puntuales, ningún cuestionamiento a la economía de mercado, tal como la conocemos en occidente. Simplemente no se podrá lucrar con las necesidades básicas de la gente en la educación, en la salud o en la previsión. Pero no hay aquí una revolución, ni en materia económica, ni en materia política. Hay un viraje hacia una economía más humana y justa, a la europea, a partir del actual neoliberalismo individualista que estableció la Constitución de Pinochet.
Creo que hay vida más allá de la Constitución de Pinochet, y más allá de los resultados del plebiscito de salida; puesto que aquí, en la Araucanía, en cualquier escenario, seguiremos con nuestros problemas, a la espera de que las clases dirigentes del país entiendan la verdadera naturaleza y extensión del conflicto que nos aqueja.
Habría sido, sin duda, un gran aporte que los máximos dirigentes empresariales hubieran contribuido, bajando sus propias banderas personales y con una visión de estado, a un clima de mayor esperanza en nuestra Región. Creo que se perdió una oportunidad.