Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 31 de mayo de 2020 | Publicado a las: 10:29
Lo que ha sucedido en Temuco, en la región y el país, con la inexplicable alza de las cuentas de agua y la electricidad, es el más claro ejemplo del peligroso camino al despeñadero en que estamos sumidos. Tenemos legislaturas que diseñan marcos legales para favorecer a quien tiene el poder, pero no están hechas pensando en que los chilenos tenemos cada día menos recursos y más deudas.
Interesa que el camino escogido por el país en materia de servicios básicos y su gestión privada sea exitoso. Interesa que los usuarios –es decir, todos los chilenos- dispongamos de agua potable, electricidad, telefonía y ahora más que nunca, internet. Los chilenos sabemos que todo ello tiene un costo y cuando se quiere un buen servicio, indudablemente se debe pagar por ello.
Así, se construyen modelos de convivencia social, de justicia para ambas partes y con ello se gana en desarrollo, crecimiento, elementos básicos para crecer con armonía y tranquilidad.
Para lograr ello debe contar con la confianza de los usuarios. Es la única forma de que el tema de la convivencia y la paz social no se nos escapen de las manos. Está claro. Sin confianza, nada funciona. Aún más. Cuando se pierde, cualquier sistema de convivencia está condenado al fracaso. Así ocurre en la familia, en el grupo de amigos, de colegas o de cualquier grupo humano.
Ya sabemos lo que pasó con la política en nuestro país. En la lista de mayor desconfianza ciudadana está la política, entiéndase en los partidos políticos y en los políticos. Instituciones como el Congreso es el más vivo ejemplo en que los chilenos le perdieron la confianza. Y otras instituciones van por el mismo camino, como es la iglesia católica, por ejemplo. La justicia va por el mismo camino y así, otras instituciones han ido perdiendo credibilidad porque la gente dejó o va a dejar de creer en ellas.
Un ejemplo claro de lo que debilita la confianza es lo ocurrido con el sistema de pensiones, en los empresarios de grandes consorcios; en el mismo sentido marchan los bancos.
Nuestro país, que hoy sufre la más grave amenaza como es una pandemia, esperaba que los grandes círculos del poder financiero y económico se comportaran con un poco de humanidad y respeto por los dolores y aflicciones de los trabajadores –formales o informales-, de la sufrida clase media y de toda la comunidad nacional. Esta era una magnífica oportunidad para llegar a la certeza que entre todos podíamos salir adelante, pese a los centenares de personas fallecidas, víctimas de la enfermedad. Pero hasta el momento, no tenemos esa certeza porque sigue reinando la desconfianza.
Muchos de los círculos que administran el poder económico y político no han medido el significado de la pérdida de confianza.
Lo que ha sucedido en Temuco, en la región y el país, con la inexplicable alza de las cuentas de agua y la electricidad, es el más claro ejemplo del peligroso camino al despeñadero en que estamos sumidos. Tenemos legislaturas que diseñan marcos legales para favorecer a quien tiene el poder, pero no están hechas pensando en que los chilenos tenemos cada día menos recursos y más deudas.
Esta realidad –abismante y preocupante- marca de especial manera el estado y como nos relacionamos bajo un clima de desconfianza que nos dice que la única certeza que tenemos es la falta de credibilidad en el funcionamiento institucional del país, donde las leyes parecen que se cumplen solo en forma relativa cuando trata de defender a los ciudadanos, pero que es muy precisa y dura cuando se trata de fortalecer el poder económico.
Las consecuencias se reflejan en la descomposición del entramado social y eso lo comprobamos hoy con lo que sucede con los más vulnerables. Se nos dice que no salgamos de nuestras casas, pero sin salir a trabajar no hay posibilidades de alimentar a la familia. Y si salimos, a la vuelta de la esquina está el covid-19. Todo ello, mientras los grandes dueños de supermercados, bancos y servicios, aumentan sus ventas.