Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 1 de junio de 2020 | Publicado a las: 14:25
Por Marco Antonio Vásquez, Director de carrera Contador Auditor UFRO
Les he querido seducir a leer esta opinión introduciendo un título en latín. Si hubiese puesto lo que deseo hablar en español, muchos de vosotros, por prejuicios o visiones progresistas no la leerían, indicando que los espacios en los cuales se desarrollan ollas comunes fomentan las ideas de Izquierda. Solo deseo hacer un recorrido por la historia y la Economía en Chile.
Las ollas comunes proliferaron en nuestro país con el devenir de la crisis de los años 30. A esto le llamaron la Gran Depresión. La industria del salitre y la naciente industria del cobre se vieron seriamente afectada, provocando gran cantidad de desempleados que regresaron a la capital sin dinero y sin trabajo. Se instalaron a las afueras de la capital y comenzaron ahí sus vidas. Al no tener dinero para alimentos recurrieron a la solidaridad y comenzaron las ollas comunes.
Posteriormente en la década de los 80, con la instalación del modelo económico neoliberal, las desigualdades se fueron profundizando y generaron su primer quiebre económico social con la crisis del 82. La desvalorización del peso chileno en manos del Dólar, generó la quiebra de muchas empresas e industria, aumentando el nivel de desempleo, reflotando en los sectores populares la solidaridad. Sin dinero para comer, la olla común fue la solución para miles de familias.
El año 1997, producto de la crisis asiática o también denominada de la burbuja, trajo desde los países de Asia emergente un golpe a la productividad y contracción de la demanda a nivel mundial. Chile recibió el golpe con mucha fuerza y proliferaron los cacerolazos y creación de comités de cesantes.
El año 2008, Chile se vio azotado por la crisis subprime. La burbuja financiera de EEUU, golpeó a inversionistas europeos y posteriormente a América Latina. Las economías del mundo disminuyeron su consumo y en Chile cerraron empresas aumentando el nivel de desempleo.
Hoy en plena pandemia mundial la economía se contrae producto del contagio de COVID-19. Al comparar con las crisis anteriores identificamos puntos en común. La disminución de la productividad, disminución de los ingresos y bajo poder adquisitivo, la contracción de la demanda. Todo lo anterior, trasformado en el circulo vicioso que afecta al empleo y bienestar de los hogares en Chile.
Las tareas a emprender por el Gobierno, empresariado y la comunidad en general son urgentes. Es necesario levantar un programa robusto de protección al empleo y bienestar en los hogares. Los ciudadanos debemos aportar con Fraternidad. Esta virtud del hombre se refleja en el amor al próximo. Sea una olla común u otra acción que desarrollemos, nos permitirá subir en la escala del perfeccionamiento del hombre para servir en comunidad.