Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 26 de julio de 2020 | Publicado a las: 22:55
Escribe: José Quidel Lincoleo, Director Cátedra Fray Bartolomé de Las Casas, Universidad Católica de Temuco.
Sr. Director:
Con mucha preocupación estamos observando expectantes el avance de los casi 80 días de huelga de hambre que llevan una decena de personas en las cárceles de las regiones del Bío Bío y La Araucanía. En este escenario, cada día que pasa, es un milagro estar vivo. Las condiciones extremas a que el cuerpo es sometido frente a tal nivel de privación pueden llevar a la muerte en cualquier momento. Muerte que puede significar un hecho lamentable que tendría repercusiones políticas nacionales e internacionales y que se nos estaría enrostrando por tiempos históricos.
Cuando la dignidad de la vida está en juego, no puede esperarse de la “autoridad” una actitud pasiva, indolente y enajenada, más bien lo que se espera de toda autoridad de gobierno es que actúe de manera ecuánime, pensando en el bien mayor de una sociedad y propiciando una convivencia acorde a la diversidad cultural de ambas regiones.
En estos momentos tan difíciles es cuando la cordura y los diversos valores humanos deben primar para encontrar una salida y destrabar el conflicto.
En estos tiempos de pandemia que se han manifestado con muchas situaciones de dolor y muerte en nuestro país y en el mundo, no podemos seguir promoviendo la naturalización de la muerte, más bien se debe proteger y amparar el derecho a la vida, como derecho humano fundamental.
Es tiempo de enarbolar otras banderas de relaciones entre nuestras sociedades y las diversas poblaciones que la componen, en donde se privilegie el güxamkawün (la conversación, el entendimiento) más allá de los orgullos y las posiciones que legítimamente defienden y desde las que se sitúan los actores políticos responsables.