Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 6 de septiembre de 2020 | Publicado a las: 23:10
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isa. 41: 10.)
El Señor se mantiene en activa comunicación con cada parte de sus vastos dominios. Se lo representa inclinándose hacia la tierra y sus habitantes. Él escucha cada palabra que se pronuncia y oye cada gemido; presta atención a cada oración; observa los movimientos de cada ser…
Dios siempre ha velado por su pueblo… Cristo enseñó a sus discípulos que la medida de atención divina concedida a cualquier objeto o ser depende de la jerarquía que le corresponde dentro de la creación de Dios. Les señaló los pájaros, y les dijo que ni siquiera un gorrión cae en tierra sin que el Padre celestial lo advierta. Y si Dios se preocupa por un gorrioncillo, con toda seguridad las almas por las cuales Cristo murió son de inmenso valor para él. El valor del hombre, la estima en que Dios lo tiene, se revela en la cruz del Calvario…
La misericordia y el amor de Dios hacia la raza caída no han dejado de multiplicarse, ni han cambiado de dirección.
Es cierto que sufriremos chascos y que nos aguardan tribulaciones; pero debemos encomendar todo, sea grande o pequeño, a nuestro Dios. A él no lo aturden la multitud de nuestros sinsabores, ni lo abruma el peso de nuestras cargas. Su protección se extiende a todos los hogares y vela por cada individuo. A él le preocupan todos nuestros negocios y pesares. Él anota cada lágrima; se conmueve al advertir nuestras debilidades. Todas las aflicciones y pruebas que nos sobrecogen son permitidas a fin de que obren los divinos propósitos de amor en nuestro beneficio, «para que recibamos su santificación», y así participemos de la plenitud del gozo que se halla en su presencia. (E. G. W.).