La técnica del Dr. Hamilton en 4 sencillos pasos:
- Levantar al bebé de forma que mire hacia el suelo, y doblar sus brazoscon cuidado, apretándolos contra su pecho.
- Colocar nuestra mano sobre sus brazos, asegurándonos de que se mantienen en esa posición. Esa mano también sirve de apoyo para la barbilla del bebé.
- Sujetar las nalgas del bebé con la otra mano. «Utiliza la palma de tu mano, no tus dedos», advierte Hamilton.
- Colocar al bebé en un ángulo de 45 grados y mecerlo suavemente. El movimiento puede ser hacia arriba y hacia abajo, o bien «agitando» el bebé delicadamente.
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El pediatra, que tiene su consulta en Santa Mónica, California, toma a varios bebés en brazos y, en pocos segundos, consigue que pasen de un desconsolado llanto a un estado de tranquilidad absoluta.
El doctor sostiene a los bebés, quienes deden estar en todo momento mirando hacia el suelo, y, tras doblar sus brazos contra el pecho, los balancea hasta que se calman completamente.
Los pequeños deben estar posicionados en un ángulo de 45 grados lo cual, según Hamilton, es «muy importante» ya que ayuda a mantener el control sobre el bebé, y «permite, además, que su cabeza no se caiga hacia atrás», explica.
¿Existen riesgos?
Sin embargo, algunos expertos advierten sobre el riesgo de que los padres apliquen este método sin consultar antes a un especialista.
«No recomendaría en absoluto que los padres utilicen este método por su cuenta», le contó a BBC Mundo Santiago Mintegi, coordinador del Comité de Seguridad y Prevención de Lesiones no intencionadas de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Mintegi, que trabaja desde hace años en la unidad de Urgencias de Pediatría del Hospital Universitario de Cruces, asegura que, aunque el método de Hamilton puede ser efectivo, «nadie ha demostrado que sea más útil que otro método de sujeción».
El experto asegura que un aspecto fundamental es la tranquilidad con la que el doctor californiano toma a los niños cuando aplica su método, algo que «no es fácil para los padres, cuando el niño lleva una hora llorando y no logran calmarlo de ninguna forma».
Mintegi también advierte sobre los peligros de lesionar a los bebés aplicando esta ténica.
«Si lo hace una persona inexperta y que no esté bien instruida puede lesionar al niño, especialmente si se trata de un recién nacido», advierte Mintegi.
Y agrega: «aconsejo que consulten al pediatra, quien les pueda instruir, antes de probarlo por su cuenta».
Sin embargo, Hamilton anima a los padres a que prueben su método.
«Cualquiera puede hacerlo, mientras tengan cuidado de no hacer movimientos bruscos y sigan las instrucciones al pie de la letra. Nunca he tenido ningún problema con ningún paciente«.
Posición fetal
«Uno de los mayores placeres que he tenido en la vida ha sido el de poder ayudar a miles de bebés recién nacidos, y el reto de los pediatras es poder comunicarse claramente y dar la información precisa a los padres».
El motivo por el cual este método sólo puede aplicarse en bebés de hasta 2 ó 3 meses es porque más adelante «pesan mucho para mantenerlos en esa posición», señala.
Según Hamilton, la técnica funciona porque es «una posición cómoda para el bebé y se asemeja a su posición en el útero, en la cual han estado durante mucho tiempo».
«Es una postura (posición fetal) en la que se sienten cómodos y felices, y que reconocen fácilmente».
Aunque, según Mintegi, esto podría ser refutable, ya que «conviene recordar que el feto se coloca boca abajo en el útero durante el último mes de embarazo».
Hamilton afirma que ha utilizado esta ténica durante décadas y que funciona con el 90% de los bebés, aunque no se aplica a aquellos que están enfermos o tienen hambre, y que el hecho de que el bebé cambie de postura al final del embarazo «no influye» en la efectividad de esta técnica.
Pero advierte que es un método pensado, en general, para que lo practiquen hombres, «pues suelen tener las manos más grandes que las mujeres».
«Las mujeres que tengan las manos pequeñas es más fácil que practiquen la técnica con ayuda de una manta, para garantizar la correcta sujeción del bebé», admite.
«Tampoco funciona si el niño llora porque hay que cambiarle el pañal o quiere vomitar, por ejemplo; hay que pensar en todas las razones por las que el bebé puede estar llorando», dice Hamilton.