Publicado por: DiarioTiempo21 | lunes 13 de julio de 2020 | Publicado a las: 17:52
Estamos pasando momentos difíciles. Me recuerda septiembre antes del Golpe de Estrado. Las posiciones se hacen extremas, la intolerancia invade las mentes y los corazones de los chilenos. Si es joven tal vez usted no lo vivió. Todos los extremos son malos, aunque las razones sean muy justas. El extremismo de derecha o de izquierda nos ha dado en la historia personajes como Hitler, Stalin, Franco, Pinochet, y muchos otros. El extremismo cierra la mente a todo pensamiento que no concuerde con el propio y eso siempre lleva a posturas injustas. Leer la historia de todos los tiempos es comprobar que siempre ha sido así. Además, el extremismo considera enemigo a quien piense distinto, es dogmático en el sentido de intolerancia.
En muchas cosas podemos estar de acuerdo o no, pero siempre que la forma de expresarse sea respetuosa. La grosería, el insulto no les dan fuerza a las ideas, las degradan, las invalidan socialmente. La mejor manera de expresarlo es con argumentos racionales. También degrada agredir a quien lo exprese, sin combatir las ideas con ideas. La agresión, sea verbal o física, invalida la supuesta razón propia, no la hace más fuerte, como el violento cree. No argumentar con razones es irracional obviamente y no tiene valor constructivo.
Es misión de los padres, dentro de otras, es educar. Estimular el odio es no educar. Un padre debe incentivar conductas de esperanzas en la vida, de apoyo con acciones que preparen a sus hijos para construir un futuro mejor. Estar presente y preocupado por la contingencia es válido; pero con un lenguaje civilizado y con fines altruista, racionales y coherentes.
Hay muchos jóvenes que creen que insultar y maldecir cumple sus objetivos y eso no es así. Sembrar odio en un joven es hacerlo vivir todo su futuro como adulto desconociendo el amor. Los adultos pueden manejarse bien, con equilibrio emocional ante momentos violentos; los jóvenes y niños aún no tienen las armas sicológicas para hacerlo y esos recuerdos pueden dejar traumas emocionales perecederos que complejicen sus relaciones sociales futuras.
Luchemos por lo que creemos, con fuerza en las ideas, apoyando y participando de la protesta; pero con la mente fría, con ponderación, con argumentos racionales, aunando voluntades pacíficas a su alrededor. Ese es el camino.
Edgardo Hidalgo Callejas
Kinesiólogo
Corporación de Estudios Laicos de La Araucanía