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Opinión

Evitemos la angustia de una mala decisión financiera

Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 4 de marzo de 2024 | Publicado a las: 14:25

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Por Mauricio Burgos, Director carrera Ingeniería en Control de Gestión, UA


Si bien muchas veces se trata de ocultar, en nuestro entorno podríamos estar observando que una persona experimenta presión o estrés financiero, lo que se refleja de variadas formas como el dormir mal o no dormir, acometer trabajos sobre lo razonable, estar distraído, tener problemas de salud o sensibilidad emocional, o exhibir una mala actitud, y cuya presencia suele ser producto de una serie de causas, entre otras, una mala decisión.


Las finanzas se vinculan con la pertinente gestión de un recurso escaso, el dinero, lo que implica lidiar con temas decisionales relacionados con ahorro/inversión, financiamiento, ingresos y gastos.  Pero, a veces nos equivocamos.


Las finanzas y su figura en nuestra vida es una constante y omnipresente, desde la niñez a la vejez, etapas que al transitarlas nos percatamos que su gestión no es tarea fácil, encontrándose marcada por una evolución creciente en responsabilidad, compromisos, necesidades, seguridad y prudencia, y en donde un error es un lujo que la mayoría no se puede permitir. Por ello prevenir es fundamental.


Así, al tratar con nuestras finanzas y sus decisiones, los elementos básicos de administración que deberíamos contemplar son la planificación, organización, dirección y control. Si obviamos algo, abriremos espacios para incurrir en fallos.


Igualmente, desde la temporalidad, el reflexionar sobre el pasado, presente y futuro, los éxitos o fracasos, sean propios o ajenos, son lecciones que deben ayudar a evitar tropiezos.


Asimismo, al escudriñar los aspectos que nos pueden llevar a malas decisiones están la publicidad, el entorno en que nos movemos o al que queremos aspirar, la imagen que queremos proyectar, creencias mal entendidas, ser presa del FOMO (miedo a perder algo que se considera bueno), el tiempo (su escasez no es una buena aliada para decidir), una débil formación en educación financiera, la ausencia o deficiente asesoría de un tercero, la autosuficiencia, tratar de sumarse a una moda, pensar que las condiciones existenciales vigentes no cambiarán en el tiempo, o bien, el efectuar un deficiente análisis sobre lo que se decide.


Por otra parte, al tomar decisiones quizás no podremos asegurar que se irá por un camino 100% deseado, sin embargo, la idea es reducir el riesgo de tener que enfrentar una situación inesperada producto de no haber observado o considerado algo que era cuasi evidente.

Por tanto, tratar de evitar esos traspiés también pasan por el buen juicio, responsabilidad con el presente y particularmente con el futuro, y el apoyarnos, cuando se requiera, en alguien de confianza que sea imparcial en sus opiniones o sugerencias.


En tal sentido, las entidades financieras no sólo deben estar orientadas al logro de metas, sino también ser una instancia para aterrizar y orientar el buen andar de un usuario, pues una mala decisión no sólo afectará a éste y su familia, sino también al profesional y la institución que participó de la operación.


Finalmente, si bien cada persona es dueña de sus decisiones, y lo mismo sucederá con los resultados que se obtengan, el sentido de la presente es aportar sugerencias o ideas que nos lleven a reflexionar y mejorar en lo que realicemos. No vaya a suceder que por un descuido terminemos sufriendo la carga incómoda de esa mala decisión en el futuro.

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