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“El viento sabe que vuelvo a casa” se exhibirá en el Centro Cultural de Padre las Casas

Publicado por: Claudio Nuñez | viernes 20 de enero de 2017 | Publicado a las: 11:19

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José Luis Torres Leiva, uno de los cineastas chilenos más reconocidos en el mundo, decidió seguir al documentalista Ignacio Agüero mientras preparaba su primer largometraje de ficción en Chiloé, construido en torno al mito de una joven pareja de novios que desaparece en los bosques de la isla Meulín sin dejar rastro alguno. El resultado de ese seguimiento es El viento sabe que vuelvo a casa, documental que se exhibirá el miércoles 25 de febrero en el Centro Cultural de Padre las Casas, a las 20 horas. La entrada tiene un valor de $1.000 pesos para público general y $500 para tercera edad y estudiantes.

José Luis Torres Leiva reconoce que el documental nació de su admiración por el director Ignacio Agüero (Como me da la gana, Cien niños esperando un tren, El otro día). “Para mí es uno de los directores chilenos que más admiro”, destaca. “Tuve la oportunidad de conocerlo en el año 2004 cuando estrené mi primer largometraje y desde allí siempre traté de trabajar con él en mis películas. Me interesa mucho su visión y coherencia en todos sus trabajos. Lo conocí viendo su documental Cien niños esperando un tren y desde ese momento me fascinó su visión sobre el cine y las historias. Su cine es muy honesto, al igual que sus búsquedas», destaca.

Torres Leiva reconoce que El viento sabe que vuelvo a casa recoge también sus ganas de explorar más sobre la vida en las islas en Chiloé, territorio que hasta ese momento era muy desconocido para el cineasta. «Me atraía ese mundo aparte que representa vivir en lugares aislados donde la concepción de vida se basa muchas veces en visiones muy personales sobre el cotidiano o las relaciones humanas”, indica.

El viento sabe que vuelvo a casa fue un rodaje de 3 semanas. La primera de paisajes y algunas situaciones en específico y las dos siguientes con Ignacio Agüero. «Había escrito un guión pero finalmente de eso sólo hicimos la primera escena de la película. El resto fue surgiendo de esas dos semanas de grabación. Las personas y situaciones que se iban apareciendo casi por casualidad se transformaron en el principal motor para que la realización siempre estuviera viva. Para mí eso fue un gran aprendizaje. Estar atento a lo que nos deparaba y hacer del azar un elemento fundamental para el desarrollo de la película”, concluyó.


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