Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 3 de julio de 2017 | Publicado a las: 15:44
Llamado en sus inicios como Tres Marías, el vivero Carlos Douglas tiene una historia de más de 20 años dedicados a centralizar la producción de plantas de Forestal Mininco en un solo gran vivero capaz de producir 37,8 millones de plantas entre pino, eucalipto, quillay, roble, coihue, raulí, hualo, maitén, peumo, araucaria y notro, principalmente a raíz desnuda. Son más de 400 personas que trabajan en esta exitosa faena en un recinto que cuenta con las más modernas instalaciones, con estándares de calidad y cuidado del medio ambiente, que lo convierte en el vivero más grande de Sudamérica.
Entre las más de 45 especies nativas en producción destaca el trabajo de preservación de nueve especies amenazadas con desaparecer. Es así como a ejemplares de toromiro, especie arbórea endémica de la Isla de Pascua o del michay de paposo se suman otros como el Pitao, especie arbórea ubicada entre el río Maule y el norte de la Araucanía, el michay rojo, adesmia, ruil, araucaria araucana, menta de árbol, queule y hualo.
“La producción de especies nativas en el vivero Carlos Douglas comenzó con un programa de producción de hierbas medicinales y especies nativas, utilizando la misma tecnología que los planes operativos de producción de plantas a raíz cubierta, es decir, a partir de semillas y estacas instalados en almacigueras de poliestireno expandido y tubetes plásticos de diversos volúmenes con mezclas de sustratos de compost de corteza de pino y fibra de coco. Algunas especies se reproducen por estacas o esquejes”, explica Augusto Robert, gerente de Asuntos Públicos de Mininco.
Una vez rescatadas, estas especies son preservadas mediante distintas técnicas como son la reproducción por semillas y la propagación vegetativa. De esta forma, se realiza un sofisticado proceso en que desde estos ejemplares se extraen estacas o tallos de las plantas, induciéndolas con hormonas, para generar la reproducción de una nueva especie. Una tercera técnica es la reproducción mediante injertos, procedimiento utilizado ampliamente en la horticultura.
Respecto del trabajo con otras especies, cuentan que junto a otros especialistas se están estudiando aspectos de reproducción, sanidad y silvicultura. También se están produciendo plantas que están siendo utilizadas para enriquecer áreas de protección y Áreas de Alto Valor de Conservación (AAVC) que posee la empresa entre la Región del Maule y la Araucanía. De hecho, el 20% del patrimonio de Mininco son Zonas de Protección y quebradas y de ellas cerca de 11 mil hectáreas son AAVC.
Es así como en el caso de la adesmia bijuga, especie ubicada en el Maule, se implementó una estrategia de reproducción por estacas con dos poblaciones segmentadas en la cordillera de la costa. En el caso del Ruil se ejecutan estudios de propagación por estacas y semillas para restaurar los bosques naturales post incendios. “Hemos decidido aumentar el área plantada con ruiles, sumando 170 nuevas hectáreas en el mismo predio, con lo que el AAVC pasará de tener 138,8 a 311,5 hectáreas. Este es uno de los compromisos adoptados por CMPC luego de la reciente temporada de incendios rurales”, señala el ejecutivo.
De esta forma el vivero Carlos Douglas acoge especies arbóreas, las propaga a semilla u otra técnica y se lleva a terreno para repoblación o iniciar investigación de especies.
Toromiros del Jardín Botánico de Viña Del Mar
El rescate de especies de flora en peligro no es nuevo para este vivero. La posibilidad latente que parte de su patrimonio y especies que incluso están en peligro de extinción desaparecieran debido a un incendio o una emergencia llevó hace más de una década a los encargados del Jardín Botánico de Viña del Mar, a entregar parte de esta riqueza nativa al vivero Carlos Douglas, en la Región del Biobío.
¿La causa? Un derrame de hidrocarburos por los canales de desagüe cercanos al jardín terminó vertiendo material químico en el estanque de regadío, lo que generó un grave daño ecológico, recuerda Jorge Stambuck, secretario técnico ejecutivo de la Fundación Jardín Botánico.
Este incidente gatilló que ejemplares de toromiro, especie arbórea endémica de la Isla de Pascua o del michay de Paposo fueran sacados del lugar y se sumaran a otras especies en la misma condición que pasaron a ser parte de novedosas iniciativas para su conservación y propagación del vivero de Mininco.
En total, el vivero recibió seis plantas de toromiro en maceta para proteger la especie y efectuar estudios preliminares. Una segunda línea de acción fue el trabajo con la Pontificia Universidad Católica que inició un estudio de genética molecular para certificar que la especie era 100% toromiro.
“El trabajo de preservación permitió el desarrollo de los protocolos de reproducción en 2008. Para obtener semilla se decidió injertar el toromiro sobre otra especie nativa del mismo género (sophora cassiodes o pelú). Hacia fines del 2011, se contaba con cerca de 1.000 plantas, las que fueron enviadas a la Reserva Nacional del Lago Peñuelas de CONAF, a fin de establecer un huerto semillero”, relata Roberts.
Uno de los objetivos planteados con la preservación del toromiro era que las semillas producidas permitieran reintroducir la especie en la Isla de Pascua. Para lograrlo se suscribió un convenio con CONAF, entidad responsable de esta tarea.
Rescate del pitao con U. de Concepción
Otro de los proyectos de rescate apunta a salvar una especie arbórea de la cual prácticamente no quedan ejemplares en el país: el pitao (Pitavia punctata). Es uno de los árboles más amenazados de Chile y actualmente está calificado como una especie en peligro de extinción.
Con este fin, el vivero trabaja en alianza con la Universidad de Concepción. Cristian Echeverría, de la Facultad de Ciencias Forestales de esa casa de estudios, destaca que la alianza con Mininco se da a través del trabajo con las Áreas de Alto Valor de Conservación que tiene la forestal en particular en Los Barros (Nacimiento) y Pitrufquén.
“Nosotros trabajamos en un plan de conservación de un área de Alto Valor lo que implica la conservación del pitao una especie en extinción y en alguna ocasión trajeron plantas de un vivero”, indica el académico.
Robert estima que lo más importante es que “este trabajo de conservación ha permitido aportar y transferir el conocimiento adquirido en todos estos años en el cultivo de plantas y bosques, de manera que especialistas e investigadores puedan aumentar el conocimiento sobre especies de flora con problemas de conservación. Además, se ha generado un trabajo asociativo con expertos e instituciones académicas y ambientalistas para que difundan los avances y conocimientos. Y por último, a nosotros nos ha dado el conocimiento para capacitar al personal de la empresa para distinguir aquellas plantas que requieren una especial atención y cuidado”.