El Centro de Cumplimiento Penitenciario (CCP) Bío Bío fue escenario de un macabro crimen que ha conmocionado al país. Vincent González Aguirre, de 27 años, fue encontrado decapitado en su celda, rodeado de símbolos satánicos, como un “666” y un pentagrama pintados con sangre. Todas las evidencias apuntaron a su compañero de celda, Diego Valdés San Martín, conocido como “el Indio Loayza”, un reo con un historial marcado por la violencia extrema.

Valdés, de 41 años, cumple una condena de 12 años por el asesinato de Jeremy Santa María en 2022. Desde su ingreso a prisión, ha acumulado 15 sanciones por posesión de armas blancas y otros actos violentos, siendo catalogado como un “reo de alto compromiso delictual”. Su comportamiento en el crimen fue descrito por testigos como “endemoniado”.

Por su parte, González, originario de Arica, había solicitado reiteradamente su traslado a un penal cercano a su familia. Su muerte ocurrió a solo días de una audiencia donde esperaba discutir esa petición, sumando un elemento trágico a su historia.

El fiscal Michelangelo Bianchi aseguró que, hasta el momento, no se ha vinculado el crimen a organizaciones criminales, calificándolo como una “situación particular” que requiere investigación. Las autoridades han solicitado una evaluación psiquiátrica para Valdés, cuyo comportamiento violento y los elementos rituales del crimen han sembrado inquietud en el sistema penitenciario.

Este caso revela las profundas fallas en la convivencia entre reclusos de alta peligrosidad y expone la peligrosa realidad en las cárceles chilenas, donde las vidas de quienes buscan rehabilitación quedan a menudo expuestas a individuos con perfiles de extrema violencia.