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Opinión

Editorial: Mujeres, mercado y productividad

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 8 de marzo de 2020 | Publicado a las: 10:04

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No es un día para celebrar, sino para recordar que aún tenemos camino por andar para lograr igualdad. Primero, lograr una igualdad entre los géneros, no solo conceptual, sino en la práctica.  Segundo, –como parte de lo primero– cerrar la brecha salarial entre hombres y mujeres. Y, por último, evitar la desigualdad entre las mujeres.

Se equivoca quien no relacione una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, con el nuevo escenario nacional. Las demandas sociales, económicas y culturales, tiene un alto contenido femenino. Han sido ellas las que han puesto en la encrucijada a las cúpulas políticas primero y luego una fundamentada crítica a las prácticas que han confinado a la mujer chilena a un rol secundario desde la colonia hasta nuestros días.

El mal llamado “estallido social” es una respuesta y un claro y contundente desafío a una sociedad diversa y compleja: el machismo, el racismo, el clasismo, el autoritarismo y la contradicción permanente entre la familia que dice querer a la persona que emplea, pero no le cede un espacio en la misma mesa, para citar un ejemplo; que no la trata como igual. Está todo ahí para verlo.

Así nos sentimos acerca del Día Internacional de la Mujer. Cuántas veces escuchamos “¡felicidades en tu día!” Pero esta no es una ocasión para celebrar, sino para recordar que aún tenemos camino por andar; luchas a ganar.

Consideremos tres desafíos pendientes. Primero, lograr una igualdad entre los géneros, no solo conceptual, sino en la práctica.  Segundo, –como parte de lo primero– cerrar la brecha salarial entre hombres y mujeres. Y, por último, evitar la desigualdad entre las mujeres.

Así como otras feministas, somos suspicaces con la idea de igualdad entre hombres y mujeres. Pese a creer que somos iguales, hasta ahora el precio por esta “igualdad” ha sido muy alto y solo ha sido el fundamento para discursos, porque aún creen que los complejos dramas sociales que enfrentamos se terminan con un simple decreto.

Respecto del segundo, la brecha salarial existe no solo en nuestro país, sino en todo el continente y también el mundo –en algunas partes más, en otras menos- porque a las mujeres se les sigue asignando los roles tradicionales de madres y de cuidadoras del hogar. El problema es que a esta labor se le atribuye poco valor, mientras que lo productivo sigue viéndose como lo que sucede en el mercado.  Aquellas mujeres madres que toman su licencia de maternidad o no trabajan las mismas horas que los hombres por priorizar tareas vinculadas a la crianza, pierden “productividad” y reciben “castigo” en el mercado. En cambio, los hombres padres no sufren penalidad, pues –en el modelo tradicional–  ellos no se ocupan directamente de criar hijos.

Aunque se apliquen mejores políticas públicas o corporativas, si en el espacio privado, en el hogar y en la familia, se sigue aceptando que el rol obligado de la mujer es la de cuidadora o gerente exclusiva del hogar, nada cambiará.

Por último, –y lo que alimenta nuestro escepticismo acerca de igualdad entre hombres y mujeres– es que hoy el precio a pagar por ese espejismo es la explotación de otras.  Es decir, si no cambiamos los actuales roles de género asignados por la sociedad para que algunas nos eduquemos, salgamos a trabajar y seamos económicamente independientes, otra mujer tendrá que sufrir la invisibilización, marginación, y desvalorización del trabajo doméstico, y ella será siempre una mujer con menos recursos.

 

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