Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 21 de noviembre de 2021 | Publicado a las: 11:07
“En la actualidad, se logra identificar a nivel nacional un no tan nuevo proceso migratorio interno, que se fundamenta en la emergencia de desastres naturales de diversa índole (incendios, inundaciones, sequías, entre otros), los cuales están obligando a tomar decisiones respecto al devenir de personas que se ven afectadas por esta realidad”.
Escribe: Dr. Hernán Riquelme Brevis, Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible de la Universidad Autónoma de Chile.
A nivel mundial, la migración constituye uno de los fenómenos sociales que genera mayor atención. Crisis y oportunidades políticas, económicas y culturales han impulsado a millones de personas a desplazarse con el objetivo de mejorar la calidad de vida. Sin embargo, existen nuevas problemáticas que se tornan foco de estudio para repensar el rumbo de las sociedades, especialmente cuando factores climáticos agudizan migraciones entre habitantes de un Estado nación.
A modo de antecedente, en Chile, durante fines del siglo XIX y principios del siglo XX, se desarrolló una importante migración interna campo-ciudad, proceso que tuvo un relevante componente económico, motivado principalmente por las paupérrimas condiciones de vida a la que se vieron enfrentados cientos de miles de familias rurales chilenas que buscaron mejores oportunidades laborales en las ciudades. Esta situación implicó repensar la planificación territorial, atender la proliferación de asentamientos informales y promulgar diversas políticas públicas, con el objetivo de asistir las demandas de los nuevos habitantes de la ciudad.
En la actualidad, se logra identificar a nivel nacional un no tan nuevo proceso migratorio interno, que se fundamenta en la emergencia de desastres naturales de diversa índole (incendios, inundaciones, sequías, entre otros), los cuales están obligando a tomar decisiones respecto al devenir de personas que se ven afectadas por esta realidad.
Si bien la migración interna constituye una problemática mundial que, según el Banco Mundial, en América Latina podría experimentar el desplazamiento interno de 17 millones de personas para el año 2050, en Chile, con el pasar de los años se observa que esta realidad está afectando con mayor fuerza a habitantes de pequeñas localidades rurales. En este sentido, recientes estudios apuntan al cambio climático como detonador de pobreza, menor calidad de vida y un aumento del malestar emocional y físico.
Esta realidad, nuevamente en la palestra pública con el desarrollo de la reciente COP26, vuelve a abrir aquellas heridas que fueron profundizándose producto del escaso control de la contaminación ambiental, el resguardo de los derechos humanos y la regulación de la explotación de la tierra a nivel mundial. Así, el cambio climático puede ser comprendido como una consecuencia de la modificación del medioambiente, que trae aparejadas realidades negativas que impactan a una parte importante de la población en su vida cotidiana, donde la migración interna arrastra el despojo y la desesperanza de personas que ven cómo su entorno próximo ha sido modificado debido a la acumulación de diversas prácticas nocivas para el medioambiente.
El desafío para las autoridades está dado por el fomento del desarrollo y crecimiento económico sin destruir históricos asentamientos humanos y, a su vez, construir políticas que mitiguen el cambio climático, y que como consecuencias de ello la migración interna y forzosa encuentre un decrecimiento a corto plazo, promoviendo de esta manera sociedades equitativas e inclusivas en el marco del desarrollo sostenible.