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Opinión

Tradición y negociación: la coronación de Carlos III

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 7 de mayo de 2023 | Publicado a las: 10:09

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Escribe: Francisco Orrego, Académico Licenciatura en Historia UNAB


El 6 de mayo, se llevará a cabo, en la abadía de Westminster en Londres, la coronación de Carlos III como monarca de Reino Unido. Un acontecimiento que ha formado parte de la historia de la construcción política y territorial de la civilización occidental europea desde sus orígenes. Carlos III es el quinto rey de la Casa de Windsor, una casa real moderna, aunque sus antepasados la conectan con las casas reales germanas de Sajonia-Coburgo y Gotha y, con anterioridad a esta, con la de Hannover. Conexiones que, en principio, pueden verse como parte de los cambios que siempre han vivido las monarquías europeas a lo largo de su historia.

Sin embargo, el cambio de la Casa de Sajonia-Coburgo y Gotha a la Casa de Windsor refleja la plasticidad con la que ha actuado la institución monárquica en Inglaterra a lo largo del siglo XX. El 17 de julio de 1917, en pleno desarrollo de la Gran Guerra, el rey Jorge V, por proclamación real, adoptó el nombre británico de la casa real abandonando el de origen germano. Gran Bretaña y Alemania se encontraban en conflicto, por tanto, que la casa real inglesa estuviera vinculada a raíces germanas no parecía algo que pudiera mantenerse desde un punto de vista político.

La coronación de Carlos III como representante de la Casa de Windsor, nos sugiere un problema histórico y cultural más complejo que desvía la atención de toda la ampulosidad, la escenificación y la parafernalia que conlleva el rito real. La pervivencia de la monarquía como institución que participa de la vida política, social y cultural de los europeos nos muestra qué tan importante es el problema de la tradición en el contexto de las sociedades liberales y democráticas actuales.

Con esta ascensión al trono se observa un choque de intereses que, en principio, parecen antagónicos: la monarquía y los privilegios frente a la democracia y los derechos. En el fondo, el problema está en cómo la monarquía, como expresión de una tradición cultural de occidente, cuyo pináculo simbólico se encuentra en el acto mismo de la coronación, es capaz de relacionarse histórica y culturalmente con la evolución de las sociedades contemporáneas. La monarquía como entidad histórica que refleja una forma particular de ejercicio del poder parece, a estos tiempos, una institución anacrónica y fuera de lugar.

En esa lógica cultural, y para los partidarios de este tipo de corporaciones de raíz aristocrática, la negociación y la adaptación a los valores que actualmente mueven a las sociedades democráticas y liberales se torna en un ejercicio obligado y constante para la institución monárquica por el mero hecho de que si no lo hace su supervivencia no quedaría para nada asegurada. El reinado de Isabel II, con dificultad, respondió a los desafíos culturales que la sociedad moderna le imponía.

El mayor desafío que se le presentará a Carlos III, luego de su coronación, es convertirse en un mediador cultural entre una de las instituciones más características de la civilización occidental, la monarquía, con un valor tan propio de la misma civilización occidental, la democracia. Sólo en ese encuentro, la tensión entre tradición y modernidad podría resolverse en favor de una institución extemporánea como la monarquía. Sin esa convergencia, uno de los pilares de la cultura occidental dejará definitivamente su espacio a renovadas formas de convivencia civil.     

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