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Cóctel de sangre y terror

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 27 de junio de 2021 | Publicado a las: 12:19

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“Más allá de los trascendidos, que nadie consideró con seriedad en sus inicios, fue la privación de libertad mediante desaparición de personas de dudosa reputación para muchos, de ahí que hubo poco interés en su búsqueda y solo quedó como una presunta desgracia”.

Escribe: Jorge A. Aguirre Hrepic, profesor de Estado, consultor en Inseguridad, Criminalista-Criminólogo.

De que sirven los análisis previos de los conflictos que, en escalada, se van adueñando de los diferentes escenarios que personifican dramas que escapan a la realidad, pero que sin embargo son parte de la más pura de las bajezas humanas.

En realidad, no sirven de nada, especialmente en la sociedad donde pululamos día a día, aquella que premia la mediocridad, la mentira y el conflicto.

Todo lo que huela a veracidad, no encaja en estos tiempos, el nuevo homo sapien versión chilensis, está más preocupado de la imagen, del que dirán, y no de quien es realmente y a dónde quiere llegar.

Ver más allá de la nariz, para algunos es toda una proeza, pero hay que pensar en positivo y proyectar la visión en la solución de los problemas y conflictos, incluso sin importar el cómo.

Consecuente con lo anterior, todo tipo de hechos que generan trastornos deben ser superados, de lo contario, se provoca un entravamiento muchas veces difícil de sortear, máxime cuando se carece de voluntad para hacerlo.

En este sentido, las inconductas, hoy por hoy, son parte de la esencia de mundano elector, quien supera a través de sus derechos, la infranqueable frontera de deberes y obligaciones.

La diferencia radica en que el SER, tal cual como es un sujeto, supera con creces al deber ser, destinado a los fines más valóricos diseñados por la sociedad.

Sin más preámbulo, nuestra sociedad desde un tiempo a esta parte, se ha acostumbrado y ha asumido que los delitos que ocurren, ahora poseen niveles de aceptación de normalidad conforme a territorio y tiempo, a sociedad y cultura, a justificación y necesidad.

En síntesis, el delito y el delincuente, han pasado a ser una consecuencia de loe errores de la sociedad. Así de simple.

La escala de delitos, cual guía telefónica, posee un orden numerológico, de menos a más o viceversa, debiera dar lo mismo, pero no es así ya que depende de la gravedad del mismo, los autores y víctimas, más la difusión, el cómo se van a enfrentar.

La naturaleza delictiva, va evolucionando o involucionando, dependiendo de la perspectiva y el análisis criminológico que se emplee.

Cada cierto tiempo se da un concurso de delitos que llama la atención por la espectacularidad que genera y el modus operandi, el público está preparado para ello, ya que al principio se asombra, pero rápidamente se olvida y solo queda en la retina de las victimas inmediatas y directas y una que otra persona con buena memoria.

Sin embargo, hay hechos que marcan tendencia especialmente cuando cometiéndose en un territorio con halo criminógeno, como es La Araucanía, se destacan de inmediato por ciertos indicadores, que marcan la diferencia al escapar de los cánones ya prácticamente aceptados por todos.

Nos referimos, -después de haber decantado un poco a través del tiempo-, de los delitos de “Secuestro agravado, con lesiones corporales graves, amputaciones, extracciones de dientes, cortes de orejas y dedos, aberraciones sexuales de todo tipo, torturas y tratos crueles e inhumanos, todo en un marco de consumo de drogas y alcohol, hasta llegar a la muerte de los secuestrados y maniobras post morten de desaparición de los cuerpos en base a quemarlos en fogata y reducirlo mediante aplicación de ácido para destruir los huesos”.

Esto no es ficción ni una película de terror, sino que es la experiencia de dos ciudadanos de esta región de La Araucanía, específicamente de Collipulli, que fueron los actores principales de esta trama con pasajes escabrosos, donde no hubo utilería, tramoya ni efectos especiales, todo fue real, en vivo y al menos con una docena de espectadores que sin duda se salieron del libreto y dieron rienda suelta a sus bajos instintos en esta orgia de todo tipo, con la finalidad de lograr sus espurios objetivos.

La pregunta es ¿Qué generó tal situación?

Más allá de los trascendidos, que nadie consideró con seriedad en sus inicios, fue la privación de libertad mediante desaparición de personas de dudosa reputación para muchos, de ahí que hubo poco interés en su búsqueda y solo quedó como una presunta desgracia.

Sin embargo, una vez más, el contexto era la introducción a los hechos, la génesis del secuestro, radica, en que ciudadanos trabajadores del arte de la mecánica automotriz, realizada a domicilio, concurren a un predio rural, donde pocos se atreven a ingresar, ya que los ejércitos de la maldad, que transitan por las vías de Malleco, premunidos de motosierras, hachas, machetes y escopetas, controlan e impiden el paso de las personas.

Es decir, las potenciales víctimas, poseían un salvoconducto tácito, para acceder al lugar a efectuar su trabajo de mecánicos, y fue en estos precisos momentos que uno de ellos se percata de la infausta presencia de armas de fuego y uno que otro bagallo de marihuana.

Lejos de alejarse del riesgo, estos sujetos, tomaron la decisión de optar por la ocasión que hace al ladrón, y sustraer 7 armas largas y la droga, para retirarse del lugar, sin saber, que habían firmado su propia sentencia de muerte.

Acababan de robarles los huevos al águila, así de simple, y pretendían lo imposible, quedar impunes, toda vez que las victimas del robo no eran niñitos de pecho, pero ajustados a la desafiante sub cultura que a diario se vive en La Araucanía, procedieron con la típica choreza de estas latitudes y tenían que asumir los riesgos.

Sin más trámite, los soldados de la droga y la subversión, hoy más jóvenes e indisciplinados que nunca, procedieron a ejecutar las búsqueda de estos mecánicos delivery, sacándolos de sus domicilios, encapuchándolos y sometiéndolos a un protocolo, que nada lleva a envidiar a los carteles de drogas mexicanos o colombianos, total, operan en una zona liberada por el propio estado, sin control de verdad.

Más allá de la pandemia, hubo mucho contacto estrecho, el covid 19 era lo de menos, ya que vino de inmediato el interrogatorio apoyado por herramientas de todo tipo, destacándose el Sr. Alicate para extraer dientes y cortar orejas, más la Sra. Hacha, operada diestramente por una de las mujeres del grupo, que no encontró nada mejor que golpear la cabeza de uno de los secuestrados.

Seguidamente, la encuesta informal sometida a presión no entregaba sus frutos, no aparecían las armas, y el tiempo, frio, cambio de lugares e inseguridades, permitió el exceso y provino la muerte de los victimarios de ayer, quienes pasaron a ser las víctimas y así viceversa los dueños de las armas y drogas, se ejecutó un nefasto cambio de roles.

La morbosidad humana siempre está presente, pero dado este inusual hecho, es relevante señalar que una vez muertos, viene la desaparición del cuerpo del delito, lo que resulta obvio, especialmente por las características que rodearon el hecho.

Las victimas estando identificadas, no eran tan santos pero tampoco merecían ese final, los sospechosos victimarios, a raíz de su ADN originario, debían ser tratados con guantes de seda, de ahí el tiempo transcurrido en reaccionar, el contexto a todas luces complejo, pero la fuga de uno de los secuestrados aceleró todo y cambio,-felizmente-, el escenario al entregar detalles de lo sucedido y luego las sucesivas detenciones permitieron estructurar la verdad sobre los 12 de la fama, que en una orgia extra criminal,  pensando que un vez más quedarían impunes, por pertenecer a la aristocracia subversiva de la región, no se midieron en la aplicación de tormentos.

Resulta claro que amedrentar era la tarea, para que a nadie más se le ocurra algo parecido y que piense siquiera no tener un castigo ejemplar.

Segundo, las armas de fuego debían tener su identidad e historia, por lo que había de todas formas, que evitar que cayeran en otras manos, y también son herramientas no agrícolas, que  ya se han hecho habituales para la siembra del terror en La Araucanía.

Al pasar los días, habiendo sido detenidas algunas personas de ambos sexos, se han ejecutados algunas diligencias policiales, pero los propios criminales, presionados por otros de mayor alcurnia delictiva, procedieron a entregarse a través de un abogado defensor, con la finalidad de evitar la posible respuesta judicial de allanamientos ya que quedarían al descubierto plantaciones de cualquier hierba medicinal, se encontrarían vehículos robados y probablemente otras armas, así que lo más barato era que algunos asumieran su participación y rápidamente se llegó a 12 detenidos, los que fueron sometidos a control de detención y formalizados recientemente. Ahora, viene la investigación en detalle, -que esperamos sea eficaz-, quedando la población en general con la sensación de que habrá justicia.

Por de pronto, esta orgia de sangre y terror, vivida por víctimas y victimarios, constituyen un coctel poco gracioso, pero, que lamentablemente no servirá de mucho, no habrán lecciones que aprender, luego volverán los ataques, se readecuaran los cuadros operativos, los políticos callados hoy, buscaran otra noticia, los organismos de derechos humanos que hoy están de vacaciones, al parecer, buscaran un exceso policial, para resaltar la única tortura que vale en chile.

La guinda de la torta, a través de la aplicación “Grindr” utilizada para venta de drogas, indica que aumentó el flujo comercial, por lo que varios se quieren descargar de aquellas matas verdes que crecen en el vergel de Malleco, para aquellas sustancias que no decae su demanda y son en definitiva la raíz de estos problemas.

Los pinos y eucaliptus, obviamente no pueden competir con la cannabis sativa, máxime que las forestales ya cayeron en las redes o se adaptaron, por lo que los amigos de la conducta delictiva, en La Araucanía, seguirán cosechando éxitos. 

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