Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 13 de diciembre de 2020 | Publicado a las: 13:00
Así somos. Superponemos miradas, experiencias, humillaciones, dolores y nos ensombrecemos y nos iluminamos alrededor de malls convertidas en pequeñas clínicas que inyectan dosis de somníferos. Así nuestros pasos adormecen alguna hormona crítica y menos resistencia frente a la crisis ética y moral de algunos de nuestros mecenas políticas regionales.
Se suponía que el 2020 iba a ser para La Araucanía el año del eclipse solar. De hecho este evento astronómico ha convocado transversalmente a toda la ciudadanía. “Una fuerte difusión científica nos fue guiando para comprender el fenómeno, el eclipse solar total, que se da cada 140 años en el mismo lugar y que desde el país tendría una visibilidad privilegiada. Así aprendimos que un eclipse total de Sol se produce cuando la Luna cubre completamente al Sol, proyectando una sombra en la superficie de nuestro planeta, que se llama umbra. O que el diámetro del Sol es 400 veces mayor al de la Luna, pero a su vez está ubicado 400 veces más lejos”, escribió el portal argentino Infobae a raíz del mismo fenómeno que en 2019 se vivió en el norte del país.
Pero, este 14 de diciembre el mismo fenómeno lo viviremos en esta región. Y en un año, toda la atención se volcó a nuestra región y a ello fueron convocados todos los servicios públicos y el eclipse eclipsó todo los fenómenos sociales, políticos y culturales de esta zarandeada región.
Los correos –o mails- de los medios de comunicación, se fueron llenando con informaciones de universidades, algunas más que otras, de servicios públicos y privados y autoridades del más alto nivel en tal volumen, que en las últimas semanas fue el principal tema de la región.
No es un exabrupto. Por el contrario, es la realidad. Y el volumen de esos archivos señalaban cuál era el asunto de mayor interés, tanto que este fenómeno ocultó por semans los otros grandes temas sociales que nos afectan. Incluso, tanto o más que la nueva ola del coronavirus que nos afecta a tal punto, que el miércoles se señalaba que en el Hospital Hernán Henríquez Aravena solo quedaban cinco camas para atender a los enfermos más graves con este virus que a los único que no ha afectado, es el interés por responder con rapidez a los contagiados.
Esta “ola invisible” fue tan fuerte, que las principales autoridades atendían con prontitud que hizo olvidar el olvidar los efectos de los negocios más lucrativos de Chile en las áreas más sensibles de la vida regional: vejez, salud, educación y su desfalleciente economía, manifestada en un comercio regional desfalleciente y su inmediata secuela e impacto en el desempleo.
Por eso nos preguntamos, después del eclipse ¿qué?
La interposición del sol a la luz solar que llega a nuestro planeta por escasos dos minutos, fue una nimiedad frente al oscurantismo de los graves problemas que se acumulan como carpetas en los escritorios de burócratas. Pero nada importa. Todo se postergó por este fenómenos natural que si no hubiese sido por la lluvia, habría traído un poco de calma a nuestra angustiada e incipiente industria del turismo.
¿Y cuál ha sido la reacción de nuestra gente. Algunos han señalado estar más preocupados por la salud que salir y endeudarse para viajar a Pucón o Villarrica o para estremecerse cuando la luna nos dé ese breve lapso de tiempo a oscuras. Otros, en cambio, olvidaron todo por no perderse detalles del fenómeno natural.
La desigualdad es un cáncer social que carcome, una gangrena que daña todo el cuerpo social. Pero también ha cubierto con un manto de pasmosa tranquilidad y conformidad, que nos hace aceptar lo que viene, sin el más sentido crítico. Sin duda, que luego del eclipse se levantará un coro de críticas porque la cuarentena no los deja saciar su incontrolable necesidad de realizar las compras navideñas.
Así somos. Superponemos miradas, experiencias, humillaciones, dolores y nos ensombrecemos y nos iluminamos alrededor de malls convertidas en pequeñas clínicas que inyectan dosis de somníferos. Así nuestros pasos adormecen alguna hormona crítica y menos resistencia frente a la crisis ética y moral de algunos de nuestros mecenas políticas regionales.